Cinco es tan agradable como de costumbre. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver los cinco primeros episodios de la segunda temporada de ‘The Umbrella Academy’ y no contiene spoilers.
Si algo funciona, ¿por qué cambiarlo? Ese parece el mantra de la segunda temporada de The Umbrella Academy, que ha regresado después de más de un año a Netflix para subrayar lo que ya funcionó en aquella sorprendente primera entrega. La inclinación de los personajes hacia la caricatura, más distorsionada y simpática en la nueva tirada de episodios, es quizá el único cambio con respecto a la engrasada maquinaria de la serie. En cuanto al resto, la receta es sencilla: más y mejor.
Recapitulemos: la Academia Umbrella, antigua promoción de niños con superpoderes entrenados para combatir el crimen, hace tiempo que dejó de ser una academia. Los alumnos (Diego, Allison, Luther, Vanya, Klaus y Cinco; supuestamente hermanastros, pero la segunda y el tercero se enamoran, la cuarta intenta matar al resto… vamos, un lío) son ya deprimentes adultos, y tras dar un salto al pasado con la intención de revertir el apocalipsis que sus traumas y obsesiones han causado, acaban desperdigados en tres momentos distintos de los 60 en Dallas, Estados Unidos.
La tarea de Cinco, una suerte de duendecillo viajero del tiempo, en esta temporada es volver a agrupar a sus hermanos y tratar de evitar un nuevo fin del mundo, esta vez misteriosamente relacionado con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy que tuvo lugar, precisamente, en 1963 en esa localidad de Texas. El resto de integrantes de la panda, sin embargo, no parece muy por la labor de dar el callo por el resto de la especie humana, pues han aprovechado su tiempo varados en la Dallas pretérita para encontrar, quien más, quien menos, un lugar en la comunidad.
La serie, que desarrolla Jeremy Slater (Doom Patrol) y firma Steve Blackman, se vuelve más interesante cuando explota esa veta, apenas digna de un somero vistazo en la primera entrega: ahora, la inclusión en sociedad parece una verdadera alternativa al oficio superheroico; una, sin duda, mucho más clemente con los evidentes trastornos que azoran al grupo. Las tramas de Diego y Allison, una por profunda y la otra por pertinente, convierten, a lúcidos ratos, a The Umbrella Academy en la comedia de personajes que siempre ha estado a punto de ser.
Eso no significa que se deje de lado lo demás. Que no se deben olvidar los orígenes es, de hecho, la letanía que la serie sigue repitiendo para sí en todos los niveles de su discurso. En lo tocante a lo formal, por ejemplo: la buena música, la comedia socarrona y los efectos visuales pulidos y resultones son, de nuevo, parte irrenunciable de esa fórmula dorada (tanto por la calidad que de ella se deriva como por los beneficios que genera) en la que Netflix no debe dejar de insistir.
La segunda temporada de ‘The Umbrella Academy’ está disponible bajo demanda en Netflix.