(Fuente: Starzplay)
Esta crítica se ha escrito después de ver los tres primeros episodios de ‘Trampa-22’ y no contiene spoilers.
La regla catch-22 es una paradoja en el reglamento militar estadounidense que señala que cualquier soldado en estado de locura puede ser dado de baja y no tendrá que hacer sus misiones, pero tiene que pedirlo él mismo. Sin embargo, la norma considera que el hecho de solicitar la baja ante el peligro inminente es el procedimiento de una mente racional, por lo que el soldado ya no se considera loco y no puede tomar la baja.
Este dramático trabalenguas lo introdujo Joseph Heller en sus novelas homónimas de los 60, que han inspirado ahora la miniserie Trampa-22. En sus episodios seguimos al lastimoso Yossarian, un cadete de las fuerzas aéreas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, desde su entrenamiento en Santa Ana hasta el mismísimo cielo de la Italia ocupada. Creada por Luke Davies y David Michôd, la original de Hulu (que aquí puede verse en Starzplay) merece contratar una línea de teléfono solo para poder verla.
Los bombarderos no son lo único que vuela en esta serie: el reparto se eleva incluso más. Apenas comenzada la serie, George Clooney ya está desgañitándose embutido en un traje caqui. Pero por este estrambótico mando también pasan tipos de altura como Hugh Laurie o Kyle Chandler. Los nombres con mayúsculas no son baladí en esta serie: Trampa-22 sabe qué tipo de caras tiene entre manos y trabaja con ello. Con un reparto así, no tarda en comparecer una cuestión enriquecedora del estrellato que hace que un coronel chiflado sea mucho más polisémico cuando no podemos quitarnos de la cabeza que ADEMÁS es George Clooney disfrazado.
Hugh Laurie es uno de los estrafalarios oficiales de ‘Trampa-22’. (Fuente: Starzplay)
Porque Trampa-22 juega a eso todo el rato: a descolocar. La suma de sus ingredientes desemboca en una sensación de aire viciado; en un tono incómodo con el que uno nunca sabe si reír o apartar la mirada. No es una tragedia ironizada pero tampoco una comedia amarga. Ese alucinante y muy adictivo espacio gris en el que se mueve Trampa-22 es algo que los fans de cosas como Killing Eve seguro que sabrán apreciar.
Exactamente en esa nota está afinado el protagonista, Yossarian, gracias a un indescriptible trabajo de Christopher Abbott (Girls, The Sinner). El personaje principal es nuestros ojos prestados en el campamento militar, pero tiene una capacidad de filtro que puede hacerlo parecer un sketch de los Monty Python o el mismísimo infierno. Incluso su apodo en el campamento, Yo-Yo, hace referencia a la vez a la ridiculez de las situaciones que vive y al sinsentido inhumano de la burocracia (etimológicamente, el poder de los despachos) militar.
Así, Trampa-22 relata los horrores de la guerra desde un desencantado al que le pesa más su instinto patético y completamente reconocible de salvar el culo un día más que la debacle humanitaria en la que vive inmerso. Por eso es tan magistral la escena que cierra el primer episodio: a Yossarian no le asusta la metralla que petardea a su alrededor en pleno bombardeo, sino la mancha de sangre en su cristal. Porque su problema no es el peligro en sí, sino el recordatorio martilleante de que nadie escapa de él.
Además de sus esperpénticos guiones, esta es una serie de directores. A la extraña comunión pictórica que alcanzan los encargados del cuadro se le une el papel de la música como un condimento que entra en el momento exacto para multiplicar los significados que ya se pasean por la pantalla. Las canciones de jazz popular, utilizadas de forma irónica, conectan con un patriotismo estadounidense muy clásico para hacérnoslo ver como lo ve Yo-Yo: nada más que papel mojado.
Trampa-22 es un bombardeo constante de mensajes del estilo “tu país agradece tu sacrificio”. Pero, ¿quién es ese “país”? ¿Quién se ha quedado en una oficina a repartir agradecimientos para evitarse la primera línea de frente? Llegado cierto punto, Yossarian no sabe si será más responsable de su muerte el nazi que le pegue un tiro o el oficial yanqui que lo envía a una misión suicida tras otra. Y entre todo ese caos aparece el espacio simbólico del mar como último refugio de la cordura. Un mar en el que volver a una especie de suspensión sensorial; en cierto modo, también, al líquido amniótico del vientre de una madre patria que siempre te escupe de vuelta a la carnicería. Porque hay donde relajarse, pero no hay donde esconderse.
‘Trampa-22’ está disponible en Starzplay.
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