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Crítica: A ‘Tribus de Europa’ le cunden las horas en Netflix

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver la primera temporada completa de ‘Tribus de Europa’ y no contiene spoilers.

Los asiduos a la fantasía por streaming, que en cosa de un año se quedarán huérfanos de La materia oscura, están de enhorabuena. Netflix estrenó hace poco su nueva serie irreal de cabecera: Tribus de Europa. Si la producción, obra de los productores alemanes que facturaron también Dark, tiene tablas para establecerse como una imaginativa novela río en imágenes, no está tan claro; no obstante, en su estética punk y su alegato europeísta hay material, como mínimo, para un par de sólidas temporadas.

Quizá por la querencia de Netflix por las series de corto recorrido, que se olvidan más rápido pero también cuestan menos, habite en Tribus de Europa esa sensación de que había que meter como fuera todo un primer volumen en los seis episodios que dura esta presentación de la serie. En algo menos de cinco horas lo tenemos todo: protagonistas, llamada a la aventura, caminos que divergen, objetivos múltiples, unos villanos difusos y un misterio que se abre ante el espectador con la promesa de una continuación. No hay otro titular posible: a Tribus de Euopa le cunden las horas.

A su primera temporada le ha dado tiempo a cultivar una premisa algo manida –una Europa posapocalíptica y tribal nacida de un gran apagón tecnológico–, una apuesta estética a medio camino entre el primitivismo sin demasiado fondo y un punk separado cien años de su prefijo más popular hoy, cyber, y un arco ulterior donde se vislumbran, a través de los vahos de una guerra entre las tribus más poderosas del territorio, anotaciones varias sobre las posibilidades de conciliación con que cuenta hoy el Viejo Continente.

Los protagonistas, tres hermanos de una tribu diezmada, se reparten pronto entre los principales frentes del conflicto: Elja, que parte en busca de la civilización invisible de los Atlantes; Kiano, integrado por la fuerza entre los Cuervos, rígidos y devotos del techno como los alemanes, y Liv, acogida por los militaristas Crimson, una especie de colonia multicultural que recuerda al excepcionalismo británico y que busca la paz, claro, pistola en mano. Además de por las posibilidades narrativas que abre, la división del protagonismo en esos tres ejes paralelos favorece que el escaso carisma de los intérpretes principales, puestos en fila, pueda llegar a equipararse al de un héroe verdaderamente funcional.

Pese a lo acomodaticio de su ambientación, la arenga a la reconstrucción del ideal comunitario de Tribus de Europa se presenta con múltiples caras. La serie se presta a una lectura desde la compleja ciudadanía continental post-Brexit, pero también en la línea de una curiosa autocrítica de la idiosincrasia germana. Si en La materia oscura presenciábamos cómo la Ilustración intentaba abrirse camino a empujones entre el oscurantismo de lo viejo, la épica de Netflix plantea el escenario posterior, el de los estragos de una modernidad tan renovadora como machista y colonial, y parece advertir que la restitución del ser y el saber iluminista traerá de vuelta también los defectos de un continente anciano. Veremos si Netflix da a la ficción temporadas suficientes para explicarse.

‘Tribus de Europa’ está disponible en Netflix.

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