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Crítica: ‘Truth seekers’ y la búsqueda del chiste terrorífico o del terror simpático

(Fuente: Amazon)

Este artículo se ha escrito tras ver la temporada completa y contiene spoilers.

Hace unos años, Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost unieron talento para desarrollar las películas Zombies Party (2004), Arma fatal (2007) y Bienvenidos al fin del mundo (2013), a las que se llamó la Trilogía del Cornetto, donde el terror, el policíaco y la ciencia ficción se confabulaban con el humor (inglés, of course) y las referencias cinematográficas a sus pelis favoritas (parodiadas o no, dependiendo del caso), resultando historias originales, trufadas de situaciones absurdas, con resoluciones que van para todos los gustos. La fórmula funcionó, sin duda.

Sin embargo, en la serie Truth seekers de Amazon Prime Video -falta Wright, siendo los guionistas Pegg y Frost junto a Nat Saunders y James Serafinowicz- la fórmula, casi idéntica, no funciona tan bien. Aunar terror y comedia es complejo y no siempre se consigue; el equilibrio entre el susto (más que terror a la vieja usanza es un conglomerado de apariciones de la nada) y el diálogo afilado o la situación divertida suele derrapar si no es estima bien desde un principio. Esa es la sensación que acude cuando comienzas a verla.

Tomemos como ejemplo un clásico como Los cazafantasmas; nadie tiene duda, a pesar del título, de los fantasmas y de cualquier idea preconcebida antes de verla que es una comedia, donde los sustos o los “bichos fantasmales” no dejan de alimentar la propia comedia. La saga de Scream, mucho más reciente, es un claro ejemplo de que te enfrentas a una sátira (no en vano la saga está bautizada como terror satírico, juzguen ustedes mismos) con elementos tradicionales del género, a pesar de que su director en las tres primeras fuera Wes Craven; sin embargo, nadie que disfrute con el terror (en mayúsculas) puede denominar a las cuatro pelis de esta saga como propias del género. Con Truth seekers no sabes a qué atenerte: en su balanza pretende mantener ambos géneros a la par y eso produce que no puedas, ni sepas, hacia dónde inclinarte. Y creo, honestamente, que ellos mismos nunca lo supieron.

La historia que nos propone se centra en Gus Roberts (Nick Frost), un veterano instalador de internet que trabaja para la empresa Smyle. Él trabaja solo y Dave (Simon Pegg), su jefe, quiere ayudarle asignándole un ayudante, Elton John (Samson Kayo). Gus, por su parte, tiene un canal en Youtube que se llama Los buscadores de la verdad, donde cuelga sus vídeos sobre investigaciones paranormales. Gus es viudo y vive con su suegro, Richard (Malcom McDowell), y Elton es huérfano y vive con su hermana Helen (Susan Wokoma), que padece agorafobia y es una consumada youtuber del maquillaje y cosplay.

Todos los episodios comienzan con una especie de presentación a modo de analepsis (relacionadas con los objetos que tendrán protagonismo en el capítulo y siempre antiguos) en la que los dos instaladores de internet acudirán a hospitales, faros, mansiones y hoteles, naturalmente muy siniestros, donde reparar o instalar los servicios de la compañía para la que trabajan. Allí, en todos los casos, los fenómenos paranormales afloran como las setas en otoño, siendo ellos, y no los habitantes o empleados de los lugares, los que perciben y descubren lo que ocurre. Ya desde el primer episodio la aparición de Astrid (Emma D´Arcy), que despierta con una imagen de una mujer ardiendo en llamas mientras implora su nombre, y que navega al margen de Gus y Elton, nos induce a pensar en una subtrama, pero en el capítulo tres, después de seguirlos con poco o ningún disimulo, se une al grupo.

La trama aborda una suerte de conspiración que abandera un tal Peter Toynbee (Julian Barrat), doctor a la sazón de asuntos paranormales y famoso por haber escrito un best seller titulado Más allá de más allá, libro de cabecera de Gus. Todos los lugares a los que acuden tienen relación con la conspiración de Toynbee, y las narrativas de cada capítulo, a pesar de que mantener un carácter episódico, están enmarcadas en la resolución de la búsqueda de los tres buscadores de la verdad cuyo “antagonista” es el doctor Toynbee.

La ficción consta de ocho episodios; los cuatro primeros resultan más ágiles y entretenidos. Amén de la presentación de los personajes (donde echo de menos una mayor profundidad y un mejor aprovechamiento de McDowell), la serie transita por algunos puntazos interesantes en cuanto a ciertos sustos que provocan una producción que sabe lo que hace con los “monstruos”, algunos diálogos que provocan sonrisas en vez de risas, acciones extrañas (pero no absurdas) que producen tibieza y una banda sonora cuyo ritmo cansado y lento pretenden guiar por la comedia o el susto (como un entremés que se atraganta). Los restantes cuatro episodios son lentos (sobre todo el quinto y sexto) y eso lo padecen los diálogos (y cómo), donde la resolución del conflicto se cierra casi a regañadientes y en la que los personajes carecen de un arco emocional que nos desvele más sobre ellos.

Truth seekers naufraga en su desarrollo, no en su concepción (como muestra, un botón: Inside Nº 9). Aun con todo, confieso que tiene algunos buenos momentos, sobre todo en las figuras de McDowell y Kayo, una producción generosa en los efectos especiales, y algunos chistes muy ingleses (qué quieren, eso me puede). Pero esperaba más, de verdad.

‘Truth seekers’ está disponible en Amazon Prime Video.

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