Ellas son las dos plumadas protagonistas de ‘Tuca y Bertie’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver los cuatro primeros episodios de ‘Tuca y Bertie’ y no contiene spoilers.
Netflix parece tener especial interés en las series de animación en la línea de rarezas como BoJack Horseman, que no exploran la adultez en ese soporte desde la osadía pasada de vueltas de Rick y Morty, sino desde un lugar más contemplativo y maduro. Y por ese cauce discurre Tuca y Bertie, producción original que la plataforma lanzó hace apenas unas semanas y que tiene detrás al mismo equipo de la serie del caballo nihilista.
El planteamiento de Tuca y Bertie es algo más complejo de lo que pudiera parecer. El centro de atención son dos amigas (aves) treintañeras que acaban de dejar de compartir piso, pero siguen viéndose prácticamente las 24 horas del día. Sobre ellas, Tuca (la más despreocupada y desinhibida) y Bertie (algo más ansiosa, desconfiada y sensata), se construye el resto de una narración que quiere poner el foco en las cosas pequeñas, mundanas.
Aunque la misma Tuca raja a menudo de un supuesto “normie life-plan bullshit”, esos derroteros de la vida cotidiana son los que acaparan en mayor medida la mirada de la serie. Las aventuras de las dos compañeras no son precisamente épicas (enfrentarse al acoso de compañeros de trabajo, reunir el valor para tomar decisiones importantes, pillar una ETS…), pero Tuca y Bertie incluso sube la apuesta cuando señala a personajes secundarios y extras que no volverán a aparecer y, sin embargo, se esfuerza en presentarlos y dedicarles un tiempo. Porque son parte del vecindario.
La alocada vida de Tuca es el contrapunto perfecto para la ansiedad de Bertie. (Fuente: Netflix)
El reconocimiento del valor de una vida sencilla y plena en un entorno sano es algo que la serie no pone por escrito, pero su tono lo dice a gritos. Eso sí, su optimismo healthy choca a veces con una normalización casi incómoda de un cierto estilo de vida de clase media-alta a-lo-San-Francisco que es marco para una especie de crisis de los 30 rebajada.
Algo a reseñar es, por supuesto, su diálogo con los tropos de la sitcom, esquema que abraza, pero no sin reticencias. Tuca y Bertie pasa por todos esos lugares comunes: espacios repetidos, personajes arquetípicos, humor de convivencia, capítulos autoconclusivos… Y, aun así, consigue replicarlos desde la ironía e incluso subvertirlos. Junto al psicotrópico y sobresaliente esfuerzo de Jesse Novak a los mandos de la música, la serialización es de lo más interesante que hay en la producción de Netflix.
Hay momentos de surrealismo en la serie, pero no son lo principal. (Fuente: Netflix)
Después de pasar de puntillas por todas esas vidas paralelas que comparten edificio y ciudad con las protagonistas, la serie exige al espectador retener ciertas cosas del pasado que pueden volver a aparecer en el momento más inesperado. Tuca y Bertie se convierte así en un objeto más profundo de lo que aparenta; en el retrato de dos mujeres posmodernas, fluidas y simpaticonas en una ciudad del progreso que parece no ser siempre suficiente.
Es evidente que la serie trabaja con un imaginario concreto, que no es para todos. Ni es tan carismática como para enganchar por su naturalismo, ni fuerza tanto los momentos de surrealismo absurdo como para hacer de ello su seña de identidad. Tuca y Bertie es para un público muy concreto. Si tú no estás entre ellos, puedes prescindir de verla; si lo estás, enhorabuena.
‘Tuca y Bertie’ está disponible completa bajo demanda en Netflix.
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