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Crítica: ‘Twin Peaks’ 3×12 — Todos los caminos llevan a Twin Peaks

Sí, Diane, ahí llevan esas “Coordenadas + 2”. (Fuente: Movistar+)

Este artículo contiene spoilers del episodio 3×12 de ‘Twin Peaks: The Return’.

No hacía falta que Diane buscara las coordenadas escritas en el brazo de Ruth Davenport en Google Earth para que supiéramos que esta nueva temporada de Twin Peaks va a acabar confluyendo en el pueblo del mismo nombre. Hawk, el sheriff Truman y Bobby las obtienen en ese cilindro metálico dejado por el mayor Briggs; a Ruth y William Hastings les llegan por un método un poco menos ortodoxo, pero todos los caminos llevan hasta la montaña Blue Pine.

Si allí acabaremos viendo extraterrestres, al Gigante y el ente grisáceo o a un nuevo doppelgänger de Dale Cooper, lo averiguaremos, seguramente, en el último episodio, pero ésa es la principal revelación de un capítulo 12 que ha dejado a no pocos espectadores un poco confusos. Sobre todo ante la aparición repentina de Audrey Horne (Sherilynn Fenn).

Recordemos que Audrey había terminado la serie original atrapada en la cámara de seguridad del banco que vuela por los aires y, hasta ahora, la nueva Twin Peaks no había hecho ninguna mención a ella. Y la vemos de sopetón, en un despacho ligeramente anacrónico, con un hombre (su marido) que físicamente podría pasar por un nuevo enano de la habitación roja, y discutiendo con él por unas personas de las que nunca hemos oído hablar. ¿Dimensión paralela? ¿O, simplemente, la vida de Audrey ha dado esos tumbos? Si su hijo Richard es ahora un psicópata y, según Ben Horne, nunca ha tenido un padre…

Sherilynn Fenn vuelve a ser Audrey Horne. (Fuente: Movistar+)

Es la escena más extraña y desconectada de un capítulo repleto de fragmentos sin conexión entre sí. Dougie “jugando” al béisbol con su hijo, Tim Roth y Jennifer Jason Leigh asesinando al jefe de Dougie, la conversación entre las dos mujeres en el Roadhouse… Los únicos que siguen a lo suyo son Gordon y Albert, que continúan vigilando los movimientos de una Diane cuyas motivaciones en todo esto siguen siendo un misterio.

Su entrada en la habitación del hotel a través de esas cortinas rojas es un momento desestabilizador, una de esas imágenes ligeramente inquietantes que a David Lynch le gustan tanto (como la salida a toda carrera del hermano de Ben Horne del bosque), y llega justo en la trama tratada con más ligereza y sentido del humor de todas. Porque Gordon y Albert son realmente divertidos, desde la sordera exagerada del primero a la seriedad del segundo, sobre todo cuando ve marcharse a la chica a la que Gordon se dedica a contar batallitas.

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No son un dúo cómico tan claro como el de los hermanos Mitchum, pero se nota entre ellos (y con Diane) una historia común. Se notaba igualmente en la escena en la que Gordon y Diane comparten un cigarrillo a la puerta de la comisaría de Buckhorn. Es inevitable que en esas miradas y ese silencio no se filtren todos los años que se conocen David Lynch y Laura Dern. Los dos agentes de la Rosa Azul están muy cerca de obtener todas las respuestas, pero eso no quiere decir que no haya más misterios pululando.

Por ejemplo, ¿qué ocurre con Sarah Palmer? Es inquietante, frágil, extraña y vulnerable, todo al mismo tiempo, y entre su comportamiento en el supermercado y la conversación con Hawk en la puerta de su casa, parece claro que está ocultando algo. Nunca consiguió superar la muerte de Laura (lógico, teniendo en cuenta el papel de Leland en ella), y las apariciones de BOB en su casa tampoco ayudaron demasiado.

Sus escenas se mueven por la línea entre mostrar su fragilidad mental e insinuar que realmente está pasando algo terrible con ella. Sarah es el recordatorio de que pueden pasar cosas horribles, de que las apariencias de normalidad esconden podredumbre de lo más variado, y el rostro de su intérprete, Grace Zabriskie, lo transmite todo en cuestión de segundos.

Sarah Palmer, ¿atrapada en su propio mundo de dolor? (Fuente: Movistar+)

Esta parte 12 puede no haber avanzado demasiado la trama, y la aparición descontextualizada de Audrey es realmente extraña, pero la sensación de desasosiego que brota de Sarah Palmer es, probablemente, lo más destacado del episodio. Eso y que el doctor Jacoby es el conspiranoico con más morro comercial de la televisión.

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