Leticia Dolera, en una imagen de ‘Vida perfecta’. (Fuente: Movistar+)
Esta crítica se ha escrito tras ver completa la primera temporada de ‘Vida perfecta’ y no contiene spoilers.
Las “comedias de autor”, las que están creadas, escritas y protagonizadas por una misma persona, casi son ya un subgénero propio. En las obras de creadores como Lena Dunham, Phoebe Waller-Bridge, Bill Hader, Issa Rae, el malogrado Louis CK, Aziz Ansari, Pamela Adlon y unos cuantos más, el adjetivo de “comedia” se aplica a veces de una manera muy amplia. Sus capítulos duran treinta minutos, sí, pero sus tonos se acercan a veces más al drama que a las risas de las sitcom.
Vida perfecta no es un drama, sino una comedia naturalista sobre unas encrucijadas vitales muy importantes, pero a las que se les da la importancia justa. La serie de Leticia Dolera, coescrita con Manuel Burque, cuenta nueve meses en las vidas de tres mujeres: María, que desde niña ha soñado con su futuro ideal, su casa ideal y su familia ideal, y a la que deja su novio de improviso, agobiado por tanta planificación, y se queda embarazada de otro hombre con el que tiene un rollo de una noche; Cris, que tiene justo la vida que María anhelaba y se siente atrapada y sin alicientes en ella; y Esther, la hermana de María, una artista que roza los 40 y sigue viviendo como si fuera una universitaria sin responsabilidades.
El embarazo imprevisto de María es el detonante, más que de la crisis vital de ella, de que se replantee si lo que siempre ha deseado es, de verdad, una vida perfecta. El padre de su futuro hijo, Gari, es un joven con discapacidad intelectual que también debe afrontar que su existencia va a dar un vuelto radical, y es también la gran revelación de la serie. Interpretado por Enric Auquer, el retrato de Gari explicita bien cómo ven Dolera y Burque a sus personajes: Gari tiene diversidad funcional, sí, pero eso no es lo que lo define. Su conflicto en la historia no está en quién es él, sino en que de repente descubre que va a ser padre.
Del mismo modo, Esther es lesbiana, pero es en su sensación de no saber bien hacia dónde va su vida, de sentir que muchos de sus amigos la han dejado atrás, de resistirse a que le marquen otros lo que es el éxito donde se encuentra la crisis que debe atravesar. Vida perfecta retrata a sus personajes a la altura de sus ojos, no se cree superior a ellos y los muestra en todas sus facetas más y menos agradables.
Enric Auquer y Carmen Machi. (Fuente: Movistar+)
En los ocho capítulos se busca siempre ese tono naturalista que se aprecia sobre todo en el cuarto episodio, en el que María y Esther van a visitar a sus padres (a los que dan vida unos divertidos Carmen Machi y Fernando Colomo), y donde Gari va ganándose definitivamente el corazón del espectador. La dinámica entre todos los actores está muy lograda, y la química entre Leticia Dolera, Aixa Villagrán y Celia Freijeiro es realmente buena. La amistad entre María y Cris, especialmente, es uno de los aspectos más destacados, más aún en cierta fiesta que es, para ellas, un punto de giro importante porque las sitúa ante la idea que tenían de adolescentes de cómo serían cuando entraran en la treintena.
La naturalidad con la que la serie cuenta su historia se aplica también a temas como el deseo sexual, lo que implica un embarazo a nivel fisiológico, el reconocimiento de cada una de que, precisamente, es inútil perseguir una perfección irreal… Vida perfecta no es una comedia de carcajadas, pero resulta agradable y va construyendo poco a poco a tres personajes femeninos realmente notables.
Sus tres actrices principales logran transmitir bien los conflictos de sus personajes y, aunque sea una serie muy femenina, sus hombres están tratados con el mismo respeto y el mismo cariño. Todos los personajes se guían por el mensaje de aceptación de uno mismo de una de las canciones que más suena en la serie, Soy yo, de Bomba Estéreo.
‘Vida perfecta’ está disponible completa en Movistar+.