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Crítica: ‘Y: El último hombre’, el apocalipsis low cost

(Fuente: Disney+)

Esta crítica se ha escrito tras ver los cuatro primeros episodios de ‘Y: El último hombre’ y no contiene spoilers.

Una plaga, cataclismo o un evento misterioso (escojan lo que más les apañe) aparece en la Tierra de la noche a la mañana y fulmina a todos los mamíferos con cromosoma Y; dicho de otra manera, a todos los machos de cada especie. A todos salvo a dos: un aprendiz de mago y escapista y su mascota, un mono. El mundo sufre una hecatombe literal y se paraliza. De repente, toda la sociedad queda en mano de las supervivientes, las mujeres, y estas se disponen a reestructurar el mundo. Como premisa me resultó interesante, si bien es cierto que me apasionan las distopías, ucronías y mundos futuros, con lo que de entrada Y: El último hombre me tenía ganado; desgraciadamente, fue algo ilusorio y mucho más breve de que lo usted tardará en leer este artículo.

La serie es la adaptación del afamadísimo cómic del mismo nombre escrito por Brian K. Vaughan e ilustrada por Pia Guerra, cuya narrativa está trufada de mucha mala leche, humor negro y una crítica acerada al funcionamiento de nuestra sociedad cuando se enfrenta a sucesos imprevisibles. Estrenada recientemente por Disney+, de la mano de Star, tanto el guion como la dirección ha sido muy coral (quizás uno de los fallos de la serie) y, aunque cuenta con un diseño de producción ciertamente encomiable y un elenco con apuestas sólidas como Diane Lane o Ashley Romans, la serie se queda en un quiero y no puedo, donde el continente pesa más que el contenido. Un buen lazo para un escaso regalo.

Las adaptaciones son así. En el ánimo primigenio de cada adaptación está el respeto por la ideas y conceptos originales, la traslación del universo, los roles de los protagonistas… Sin embargo, a la postre, la intervención de un montón de profesionales de las productoras, cadenas, plataformas, guionistas, directores y showrunners desemboca en productos que alejan o acercan al consumidor final. Y más cuando estos productos padecen el síndrome del fan, donde todo puede ser maravilloso o terrible en función de una escena, un diálogo o una trama. No dudo de la intencionalidad de esta adaptación, pero Y: El último hombre, la serie, naufraga en la esencia de la historia. Y es una lástima.

El fallecimiento repentino, y sin causa aparente, de todos los mamíferos con el cromosoma Y deja a la Tierra con la mitad de la población. La sociedad se viene abajo, literalmente. Más allá de la incomprensión del suceso, muchas actividades las controlan o dirigen hombres. Las mujeres reaccionan, después del shock, y toman las riendas. En ese ínterin, en el gobierno de Estados Unidos, la persona que sigue en la línea de sucesión al presidente fallecido es Jennifer Brown (Diane Lane). Brown tiene dos hijos, Yorick, varón, y Hero, chica, y resulta que Yorick ha sobrevivido, junto a su mono, convirtiéndose en los dos únicos portadores del cromosoma de marras. Jennifer manda buscar a su hijo para protegerle. A la vez, Hero viaja con su amiga transgénero Sam, huyendo de un trauma vivido el día del suceso. Además, la secretaria de prensa del presidente, Nora, viaja con su hija Mackenzie a través del norte del país escapando del pillaje y saqueo constante que vive la población superviviente.

(Fuente: Disney+)

Una vez que hallan a Yorick, su madre le pone bajo la protección de la misteriosa agente 355 y les ordena encontrar a una prestigiosa genetista en Boston para intentar descubrir el origen del suceso. Así, la narración se divide en tres viajes con diferentes objetivos y motivaciones a lo largo y ancho de un país en estado apocalíptico y las maniobras de poder de Brown para restaurar el orden. Visto así, resulta atractivo y, más aún, nos recuerda a otros mundos parecidos como The Stand, The Walking Dead o, dándole una vuelta, a El cuento de la criada. Pues bien, las cuatro narrativas fallan y se convierten en hechos encadenados que avanzan poco, o no avanzan, y donde la mayoría de las situaciones son banales.

Sin justificación ni explicación, el mundo, a raíz del suceso, se va al garete. Literalmente. Más allá del misterio en sí, que no dudo que lo haya y se desvele, la narración no aborda, ni por lo más remoto, los detalles por los que nos encontramos con un escenario digno de Fall Out o The Walking Dead en vez del fallecimiento repentino de la mitad de la población (recuerden a los Vengadores después de la victoria de Thanos). Me resulta absurdo y conveniente. Los esfuerzos para recuperar la normalidad, sobre todo desde lo que queda del gobierno, encarnado por Brown son cuasi infantiles y de poco calado. Desconozco si la intención era esa, pero de serlo, creo que es un error capital. Si algo atrae de un escenario de este tipo son las facciones que nacen en busca del poder (algo sumamente humano, sean de un sexo u otro).

Las bandas de mujeres, aparentemente furiosas, que vagan por los alrededores de las ciudades, asaltando a lo forajido a cualquiera que se encuentren; los grupos que hostigan a las fuerzas del orden para protestar contra el gobierno (sin fundamento y casi paródico); los mercadillos improvisados donde la moneda es el trueque que, a su vez, están protegidos por grupos armados de mujeres cuya ley es su ley, sin más. Un escenario apocalíptico sin ton ni son. Estas vicisitudes, y otras no reseñables, son las que viven los protagonistas de los tres viajes que relataba anteriormente. Y como guinda, el papel de Yorick (Ben Schnetzer), que resulta infantil y rayano en lo estúpido. Me preocuparían mucho las supervivientes de este mundo, si fuera real, que el último hombre vivo fuera alguien como Yorick. Mis condolencias.

Y: El último hombre es la historia de una sociedad gobernada por mujeres, pero con una visión limitada y con muy poca profundidad. Si a esta visión fallida le añadimos unos personajes y unas tramas que incentivan muy poco la curiosidad por conocer sus derroteros y destinos, nos encontramos con una serie que «pudo haber sido, pero no lo consiguió».

‘Y: El último hombre’ se emite los miércoles en Disney+.

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