Los tres protagonistas de ‘Zone Blanche’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver las dos temporadas completas de Zone Blanche y no contiene spoilers.
El noir sigue en boga. Y el que hoy nos reúne aquí, más allá de las clásicas premisas que ya todos conocemos, resulta ser ciertamente inusual, que no novedoso, sobre todo en el envoltorio. El contenido de sus dos temporadas es, cuando menos, extraño, pero no carente de interés ni lógica, aunque reconozco que las tramas propuestas cuesta un poco seguirlas. Zone Blanche es un econoir, o lo que viene a ser un thriller ecológico. O, vistas las dos temporadas, un thriller forestier (no me digan que el término no se las trae).
Zone Blanche (expresión francesa para definir el fuera de cobertura de la telefonía móvil) es un serie franco-belga que consta de dos temporadas, y ambas disponibles en Netflix. Tomando como punto de partida un pueblo remoto, de relaciones casi endémicas, donde todos se conocen y, peor aún, conocen las miserias de todos, entroncado en un indefinible punto geográfico al que nadie quiere ir y del que nadie puede salir, asolado por un índice de asesinatos seis veces superior a la media, con el gobierno local salpicado por la corrupción y un bosque, el bosque, que absorbe toda la vida de la pequeña localidad, el contubernio está servido. Por si faltara poco, el comienzo de la primera temporada consiste en la llegada al pueblo de un nuevo fiscal, “premiado” con este destino por su buen hacer en el pasado.
Situémonos: Villefranche, en la actualidad, es un pueblo situado en algún lugar indefinido del norte de Francia y sur de Bélgica (bien podría ser la zona más abrupta de las Ardenas). La localidad y alrededores están rodeados por una maraña de bosques altos y densos; hay una sola carretera que conecta con el exterior y las comunicaciones móviles, debido a la orografía, son muy complicadas.
Desde hace 20 años, Villefranche se ha visto asolada por una pléyade de homicidios, desapariciones y delitos escabrosos. El pueblo sólo cuenta con tres policías que se ven superados día sí y día también. Son la sargento Laurene Weiss (Suliane Brahim) y los agentes Nounors (Hubert Delattre) y Hermann (Reanud Rutten). La llegada a la ciudad de un nuevo fiscal, Franck Siriani (Laurent Capelluto), con el objetivo de desarticular una red de corrupción forjada por la familia Steiner (incluido el propio alcalde, Bertrand Steiner [Samuel Jouy]), sumado a un nuevo caso de homicidio “animal”, pone de nuevo en alerta a Villefranche.
(Fuente: France 2)
El econoir no es nuevo en las series. Usar el entorno geográfico como personaje y aderezado por la presencia de animales salvajes ya se pudo apreciar en La foret (El bosque), otra prestigiosa producción francesa. Esta serie y Zone Blanche tienen mucho en común. Un cromatismo frío, casi inerte, un bosque agreste y poco amigable y una pertinaz neblina sumada a una quietud turbadora conforman las señas de identidad, casi como una marca, de este subgénero.
Pero la producción franco-belga también tiene otras referencias, quizás más veladas, pero igualmente patentes en la relevancia orográfica: Twin Peaks, Wayward Pines o The Kettering Incident, entre otras. La interacción de unos personajes cuerdos que subsisten, a duras penas, con otros plagados de sociopatías, ambigüedades morales y emocionalmente desechos más el entorno y sus habitantes animales es un claro ejemplo de ello.
Las dos temporadas de Zone Blanche son diferentes, aunque marcadas por varios nexos en común. Si en la primera la trama nos lleva a los tejemanejes de la familia Steiner y su persecución por parte del fiscal, la desaparición de una niña en el pasado, y su resonancia en los protagonistas, y la aparición constante de un lobo, mitad real, mitad fantástico, la segunda temporada entraña la presencia de homicidios más escabrosos, un dios de la mitología celta que ampara el bosque y el descubrimiento de un santuario de la época de los romanos. Todo enlazado bajo la sombra de las altísimas copas que no permiten que pase la luz ni la cobertura del móvil. Zone Blanche es una serie que inventa un universo coherente y, aunque puede ser predecible por las reglas del noir, nos propone una mezcla de géneros muy bien intencionada (lo que no siempre desemboca en una correcta conclusión), pero que resulta atractiva por la idiosincrasia de las tramas.
Producida por la belga Ego Producciones y la francesa France 2, la serie está creada por Mathieu Missoffe y ambas temporadas han sido dirigidas por Julien Despaux y Thierry Poiraud. Por último, reseña especial para la música de Thomas Couzinier y Frederic Kooshmanian, que resulta sustancial para abundar en la turbación que entraña el bosque y alimentar el desconcierto que provoca en personajes y espectadores.
‘Zone Blanche’ está disponible completa en Netflix.
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