Sarah Goldberg en ‘Commit… to you’, el episodio 1×04 de ‘Barry’. (Fuente: HBO)
Hace poco me decidí a ver Barry y ha sido una de mis mejores decisiones seriéfilas de este 2019 (la otra es The Magicians). Se pueden hacer análisis muy interesantes usando como marco esta serie de HBO, pero hoy me centraré en una escena del personaje de Sally en la primera temporada. Si no habéis visto Barry, no os preocupéis, porque la escena dura un minuto de reloj. Y aunque, por supuesto, es importante (de otra forma no estaríamos hablando de ella), no constituye un spoiler de la temporada.
En la escena en cuestión, Sally está muy ilusionada porque el que espera sea su representante ha conseguido que la incluyan en un casting y, si la eligen para el papel, podrán firmar un contrato para que la represente de forma oficial. Todo se desarrolla sin alteraciones hasta que él dice lo siguiente: “siempre llega un momento con las que pueden ser mis clientes potenciales en el que tengo que decidir si quiero representarlas o follármelas”.
Mientras Sally intenta comprender lo que acaba de ocurrir, su interlocutor la interrumpe afirmando que era una broma; no lo decía en serio (sí lo decía en serio y ese no es un comentario apropiado en ningún caso). Sally ríe nerviosa y se disculpa. Dos veces. La serie podría haber elegido que ante esta situación se indignara, que le respondiera cuatro verdades a ese impresentable de forma desafiante, que le diera una bofetada o que se fuera dando un portazo y diciéndole al resto de la agencia lo que acababa de ocurrir. Eso es lo mínimo que queremos que pase en ese momento. Pero Sally no es un arquetipo y no encaja en el mito del personaje femenino fuerte.
(Fuente: HBO)
Y eso es lo que ocurre en la vida real. A todas y a todos nos gustaría tener la agilidad mental para responder de forma tajante e ingeniosa ante una situación similar, o hacer algo que sea inspirador, pero cuando pasan estas cosas nunca estamos preparadas. El cerebro no tiene tiempo de reaccionar, nos ponemos nerviosas, titubeamos; nos reímos porque es la respuesta nerviosa que tenemos programada, porque no sabemos qué decir, porque no entendemos lo que acaba de pasar, porque dudamos si ha sido una confusión y, entonces, terminamos disculpándonos y sintiéndonos responsables por haber creado una situación incómoda.
Seguro que a Elena en Día a día le habría gustado confrontar a los chicos que la acosaban a ella y a Syd por la calle. Seguro que Kate en One Mississippi habría preferido humillar al compañero de trabajo que se escondía detrás de ese escritorio. A todas nos gustaría poder responder con un Dracarys o con una patada voladora que dé en la mandíbula y luego en los testículos, desearíamos poder encarar la situación de forma desafiante y elocuente para hacer sentir al acosador como la mierda que es, pero las mujeres no somos “personajes femeninos fuertes”, no existe un estándar que marque cómo debemos responder ante ciertas situaciones.
Algunas tendencias han llevado a una simplificación de lo que entendemos por ese término y, aunque nos encanta ver a esas mujeres poderosas en pantalla, es positivo, y mucho más valioso, ver a mujeres que reaccionan como lo haría cualquiera de nosotras en el mundo real, porque eso no las (nos) hace débiles, todo lo contrario; demuestra que se tiene la fortaleza para sobreponerse a una situación de abuso que nunca tenía que haber ocurrido. Gracias, Sally, eres mucho más fuerte de lo que crees.
Las mujeres terribles
La ficción necesita antiheroínas, villanas y personajes femeninos que toman malas decisionesfueradeseries.com