Una imagen de ‘La maldición de Hill House’. (Fuente: Steve Dietl/Netflix)
Cuando vemos los trailers de los nuevos proyectos de cada temporada podemos encontrar algunos patrones que nos permiten determinar cuáles serán las tendencias del nuevo año televisivo. Muchas veces son una repuesta al zeitgeist, como ocurrió con muchas producciones después del 11S, o como hemos visto últimamente en cuanto a diversidad, consciencia social y temas de consentimiento después del #MeToo.
También surgen por la necesidad de replicar casos de éxito, como se intentó (y se sigue intentando) tantas veces después de Perdidos, o con un nuevo auge del formato procedimental y las franquicias después del éxito de CSI; la era del antihéroe, en la que no hubo cadena que no tuviera uno (al menos) como protagonista; tendencias que responden a conceptos o formatos, como las antologías, las dramedias de autor o los reboots y regresos de series que triunfaron hace décadas; o un resurgir de géneros que antes eran considerados de nicho, o de serie B, como el terror, la fantasía o la ciencia ficción.
Las tendencias de los pilotos 2018/19: comedias, reboots y mujeres al frente
Los proyectos de las networks estadounidenses mezclan apuestas poco arriesgadas con una reacción a #MeToofueradeseries.com
Si revisamos el último año, la temporada 2017/18, vemos una apuesta por la comedia, por reboots, los superhéroes, la comfort TV, adaptaciones de libros y de podcasts; pero en cuanto a temas, independientemente del formato, del género y del canal o plataforma, hay uno que se ha repetido en muchas series: la exploración del trauma.
Cómo la respuesta a hechos traumáticos deriva en muchas ocasiones en un bloqueo de los recuerdos en la memoria, se trató en la primera temporada de The Sinner o en la serie belga, Tabula rasa; el síndrome de estrés postraumático se aborda en Bodyguard, el éxito de la televisión británica que acaba de llegar a Netflix; también The Punisher; con el personaje de Hollyhock en la quinta temporada de BoJack Horseman; en la segunda temporada de Jessica Jones; con Edgar en la tercera de Eres lo peor; en la primera temporada de Big Little Lies; sin decir mucho más, tiene relevancia en el próximo estreno de Amazon Prime Video, Homecoming; e incluso, en una trama de Archie en la segunda temporada de Riverdale.
Sophia Lillis, como la joven Camille en ‘Heridas abiertas’. (Fuente: HBO)
De entre todas las series que han explorado el trauma en este año televisivo, destacan Heridas abiertas y La maldición de Hill House. Una es original de HBO y la otra de Netflix; una es una serie de prestigio y la otra, de terror; una parecía que iba a contar la investigación de unos asesinatos y la otra, que iba a centrarse en una casa encantada. Dos propuestas que no podrían ser más diferentes sobre el papel, pero que en el fondo son dramas familiares que hablan de enfermedades mentales, de la pérdida de seres queridos, de relaciones familiares complicadas, de fantasmas del pasado, del sentimiento de culpa, de cómo negociar con el dolor, de lo que sus personajes no supieron ver siendo niños, y que construyen su narración fluyendo entre pasado y presente. Son muchos más los puntos que las unen que los que las separan, y nunca lo pensaríamos tras ver sus trailers.
Atrás están quedando las series en las que los protagonistas son invencibles, corruptos por naturaleza, narcisistas, o cuya principal respuesta es la violencia; personajes desconectados de sus sentimientos, incapaces de mirar a los ojos de los que les hace daño y de pedir ayuda. Será un signo de nuestro tiempo, una respuesta a nuestras sociedades divididas en las que solo podemos discutir desde los extremos, y escondernos en los márgenes; de la necesidad de reconocernos vulnerables y entender que también lo es el otro. Si esta es la tendencia, qué vivan las modas.