Hailee Steinfeld en un imagen promocional de ‘Dickinson’. (Fuente: Apple TV+)
La primera impresión de con la que se quedan algunos espectadores al ver el primer episodio de Dickinson, la serie de Apple TV+ basada en la vida de la poetisa, es que su protagonista es una niñata caprichosa que quería que su padre contratara a una criada que la liberara de las responsabilidades de las tareas domésticas; quehaceres que eran obligatorios para las de su género en el siglo en el que vivió.
En ese aspecto de su vida, Emily Dickinson parece haber disfrutado de un enorme privilegio, pero cuando se la critica por eso parece que se ignora que no tuvo derecho a recibir la misma educación que su hermano varón, a publicar sus poemas, a que se reconociera su talento, a votar, a amar libremente… Sí (afortunadamente para nosotros), Dickinson tuvo la habitación propia de la que habló Virginia Woolf, en esa joya de la literatura y el feminismo que se publicó hace 90 años: “hay que tener quinientas libras al año y una habitación con un pestillo en la puerta para poder escribir novelas o poemas”.
Según Woolf, las 500 libras representan que se tiene tiempo para contemplar la vida, y el pestillo, el poder de pensar por sí misma, pero tal como explora en su imaginativo ensayo, ambas cosas (dinero y espacio privado) son, en última instancia, un símbolo de independencia, de la libertad de poder dedicar su tiempo al trabajo creativo: “las mujeres nunca podían disponer de media hora que pudieran llamar suya, siempre las interrumpían”.
(Fuente: Apple TV+)
Si hoy, en 2019, aún estamos debatiendo sobre el reparto de las tareas domésticas en el hogar y sobre la conciliación laboral, no es difícil imaginar cómo era la situación de la mujer hace dos siglos. Digo dos por no ir más allá de la época de Emily Dickinson (y echarnos a llorar), y porque Woolf ya lo explicó mejor que nadie, cuando se vio obligada a aceptar como cierto eso que decían algunos, que “una mujer no podría haber escrito la obra de Shakespeare en su época”. Por supuesto, no por que la mujer fuera inferior al varón intelectualmente, sino porque aquellas mujeres no tuvieron acceso a la misma educación, libertades sociales, ni tiempo para cosas distintas a las sus labores de hija, madre y esposa.
“Eran legión los hombres que opinaban que, intelectualmente, no podía esperarse nada de las mujeres. Y aunque su padre no le leyera en voz alta estas opiniones, cualquier chica podía leerlas por su propia cuenta; y esta lectura, aun en el siglo diecinueve, debió de mermar su vitalidad y tener un profundo efecto sobre su trabajo. Siempre estaría oyendo esta afirmación: «No puedes hacer esto, eres incapaz de lo otro», contra la que tenía que protestar, que debía refutar”. (Woolf, 1929, p.40)
Viendo la serie pensaba todo el tiempo en Una habitación propia, por lo que no me pude resistir a volver a leer la obra y, mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en Dickinson y en el perfecto diálogo que se establece entre las dos obras. En cómo la vida de la poetisa pudo haber sido protagonista del ensayo de Virginia, y lo identificada, validada y acompañada que se habría sentido Emily si hubiese podido leer este texto cuando estuvo viva.
Crítica: ‘Dickinson’ es la mejor serie de los cuatro estrenos de Apple TV+
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