Esta crítica se ha escrito después de ver los tres primeros episodios de ‘La señora Fletcher’. No contiene spoilers.
La premisa de La señora Fletcher es sencilla: Eve, una divorciada de 45 años, se queda con la casa para ella sola por primera vez cuando lleva a Brendan, su hijo, a la universidad. Para él, también empieza una etapa nueva, porque el chico popular, machito y acosador que había sido en sus años de instituto ahora es la peste que nadie quiere tener cerca.
Tiene algo de paradójico el papel que juega la pornografía en el primer episodio de la serie. Para Eve se convierte en un elemento liberador con el que da rienda suelta a sus fantasías, el desencadenante de un deseo sexual que tenía dormido y que ahora mima con la masturbación a cualquier hora del día; ventajas de vivir sola. En el caso de Brendan, queda claro que el porno ha sido su educación sexual y su guía en la forma de relacionarse con las mujeres.
Lo irónico de todo esto, es que Eve se obsesiona (y disfruta) con el porno después de darse cuenta de la influencia que ha tenido en su hijo, y después de mantener con él una conversación sobre el consentimiento que, aunque parte de un lugar muy honesto, parece llegar tarde y se convierte en un mero peaje que, una vez pagado, se olvida. Por parte de ambos.
(Fuente: HBO España)
Este es un ejemplo de las contradicciones constantes en las que se mueve esta miniserie, que está interesada en abrir debates sobre políticas de género y diversos temas sociales a través de sus personajes, y lo hace sin sutilezas: se habla constantemente de ello, y cada situación parece estar construida alrededor de una conversación que tiene que ser relevante. No lo digo como una crítica; no es una serie pretenciosa, pero sí muy autoconsciente del momento social en el que se está emitiendo.
Tampoco es una serie densa, es una comedia dramática de episodios de media hora que se mueve en los terrenos en los que habitaron otras como Casual, Divorce o Togetherness, con protagonistas que descubren que tienen mucho que aprender, y que tiene cuatro directoras detrás de cámaras (Nicole Holofcener, Liesl Tommy, Carrie Brownstein y Gillian Robespierre) haciendo un gran trabajo; el que pedía este tipo de historia.
La Eve de Kathryn Hahn nos seduce desde el primer minuto, como madre abnegada y sufridora, como madre que no es consciente del hombre en el que se está convirtiendo el hijo que ha crecido en su casa, y como mujer que se redescubre a sí misma en un momento en el que siente que ha quedado a la deriva, porque se había olvidado de que además de madre es una mujer, una persona con deseo y necesidad de conexión.
En ese sentido, La señora Fletcher no parece tener interés en ser irreverente ni transgresora, al fin y al cabo, la premisa inicial es en sí misma un estereotipo, porque parte de la idea de que Eve no está lista para disfrutar de su sexualidad hasta que deja el papel de madre en el día a día, pero hay espacio para que en los episodios siguientes todo esto se explore con más matices.
(Fuente: HBO España)
La presencia de Brendan, en cambio, es sumamente irritante. Es la definición viva de la masculinidad tóxica. También es imbécil, porque es incapaz de mantener una conversación sobre nada que no sea un vídeo tonto de Internet, y cuando lo oímos hablar o lo vemos interactuar con otras personas, nos descubrimos (y nos distraemos) pensando en cómo ese ser puede ser hijo de su madre, pero quizá sea eso precisamente de lo que nos quiere hablar la serie.
Eve es el centro emocional y también la responsable de los momentos más divertidos e incómodos, porque si tienes a Kathryn Hahn como protagonista de tu serie, sabes que puedes confiar en que va a humanizar a tu personaje y que le sobran talento y carisma para vender lo que sea; literalmente. A La señora Fletcher venimos por Kathryn Hahn y nos quedamos por ella.
Los nuevos episodios de ‘La señora Fletcher’ están disponibles los lunes en HBO España.
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