Laia Costa y Guillermo Pfening, en ‘Foodie Love’. (Fuente: HBO España)
Aunque El Pionero fue la primera producción propia de HBO España en estrenarse, su primera serie de ficción en ver la luz es Foodie Love, la creación de Isabel Coixet que, como ya explica muy bien su título, cuenta una historia de amor que gira alrededor de la comida. Sus dos protagonistas son un hombre y una mujer que se conocen en una app para ligar para foodies, y lo que vemos en sus ocho capítulos es una sucesión de citas en diferentes restaurantes y bares, a veces incluso en diferentes ciudades, en las que ellos se seducen, se tantean, se distancian o se confunden, y donde un café, un helado o un plato de ramen pueden adquirir muchos otros significados.
Los dos actores que dan vida a esa pareja son Laia Costa, que ya estuvo en Cites, la versión de TV3 de Dates (con un concepto similar al de Foodie Love), y Guillermo Pfening, actor y director argentino con una trayectoria ya bastante consolidada. Ambos charlaron con Fuera de Series sobre la experiencia de rodar con Isabel Coixet, lo que implica comer de verdad en cámara y ese simbolismo que unas gyozas pueden tener en la serie, que se estrena mañana con su temporada completa.
¿Cuál fue vuestra impresión de la serie después de verla?
Laia Costa: A mí me gustó mucho el corte porque, cuando leía los guiones, recuerdo decirle a Isabel, “no tengo ni idea de cómo va a quedar la serie. O sea, no tengo ni idea del look and feel de la serie, del tono. No tengo ni idea”. Y ella, me acuerdo que me dijo, “yo lo tengo muy claro”. Como diciendo “no te preocupes, yo lo tengo muy claro y con eso basta”. Sí fue una sorpresa verla ya montada, porque trabajando en ella te imaginas, ves un poco de líneas por dónde va, pero cuando la ves ya toda montada… Y sobre todo esta serie, que es como un puzzle casi. No acabas de ver la imagen total hasta que no acabas de poner la última ficha. Creo que Isabel ha jugado con eso todo el rato.
Guillermo Pfening: Sí, creo que la edición potencia mucho. Creo que, entre todos, potenciamos el guión cuando lo realizamos y, después, ella se encargó de potenciar mucho la realización que hicimos de ese guión. La instancia del montaje es una instancia en la que uno puede tener casi una revancha, o puede hacer tres cosas diferentes, y el pulso que tiene Isabel para montarla, para colorear la serie, para musicalizarla, para ingresar estas cosas que van para fuera del relato y las mete en el relato, como los globos los textos, hay algunas animaciones también… Todo eso acaba engrosando el trabajo de todos y a mí, la verdad, es de los trabajos que hice que más me gusta.
Cuando rodábais, ¿os daba algunas instrucciones especiales en escenas en las que tenían que aparecer los bocadillos con vuestros pensamientos?
G.P.: Sí, había que dejar un espacio. Había que hacer como que uno estaba pensando, mirando para arriba. Había que dejar un espacio para ese momento.
¿Y cómo es rodar con Isabel? Porque tiene fama de rodar bastante rápido.
G.P.: Sí, es muy expeditiva. Cuando hay que ir rápido, va rápido, y cuando tiene que tomarse un tiempo, también, no es que esté alocada. No sé, es muy fácil. Tiene mucha libertad, muchas pilas, la cámara la maneja ella generalmente también, así que la tienes ahí, encima tuyo. Yo me lo pasé bien todo el tiempo.
L.C.: Es juguetona, tienes que seguirle el ritmo. Ella hace escenas de quince páginas en dos tomas y no corta, las hacemos del tirón. Tienes que jugar con eso. Lo bueno que tiene es que sabe lo que quiere, se nota muchísimo en el set cuando un director sabe lo que quiere. Había días que llegábamos y te decía que tal escena no la íbamos a rodar. O, de golpe, decía “ahora vamos a rodar esta escena, que no está en el guión”. Y tú tienes que adaptarte a lo que ella te propone y jugarlo. Entonces, si te gusta esa dinámica, cada día es una aventura, nunca se hace repetitivo.
Los restaurantes y los bares a los que van vuestros personajes, ¿son localizaciones reales o alguno está reproducido en un plató?
L.C.: Todo es real. Creo que la única localización que no es real es, en el episodio 3, el restaurante japonés dentro del mercado que, teóricamente, es un restaurante japonés en Madrid pero, como estábamos rodando en Barcelona, se ambientó. Silvia, que es la directora de arte, hizo un trabajo increíble. Son todo localizaciones reales menos los apartamentos de los personajes, que son apartamentos reales pero reconstruidos.
Y de todos esos sitios, ¿hubo alguno que os apeteciera ir a comer o a cenar sin que fuera parte del rodaje de la serie?
L.C.: A mí me pasó en Tokio. Isabel se conoce todo de Japón, absolutamente todo, y es maravilloso rodar con ella porque es como ir con un local y te enseña los pequeños rincones. Hay un sitio que se llama La Jetée que es un bar de una mujer que lleva allí muchísimos años. Creo que cuesta mucho rodar allí, el director de producción en Japón hizo un buen trabajo para convencerla, y es un sitio en el que subes una escaleras y sólo caben creo que seis personas, pero se notaba el respeto que Isabel tenía por la propietaria y la propietaria por Isabel. Estuvimos, nada, veinte minutos rodando, y me acuerdo que le decía “tenemos que volver aquí sin rodar”, pero no nos dio tiempo. Siempre pienso que tengo que volver ahí sin rodar.
G.P.: Yo tuve la suerte de volver a uno donde comimos muy rico, que es la Cocina Hermanos Torres, en Barcelona. Volvimos con Isabel hace unos días y es un lugar donde la hemos pasado bien y hemos disfrutado mucho de la comida.
(Fuente: HBO España)
¿Cómo describiríais la relación de vuestros personajes con la comida?
L.C.: Para ella, tiene una relación directa en su estado emocional. Casi sin darse cuenta, hay cierto tipo de comida que la lleva a un lugar más oscuro quizá, momentáneamente, y en lugar de evitarlo, no lo evita. Es casi enfermizo, en algunos aspectos. Pero, luego, ella es muy consciente de todo este mundo foodie que detesta. En ciertos momentos, es casi una relación amor-odio. Todo lo que es el postureo lo detesta profundamente. Dice una frase que es “me gusta más la comida que comer”, que es la comida, de lo rico, pero no todo el mundo alrededor de la comida. Ella es muy crítica con eso constantemente. Creo que él tiene una relación más sana, ¿no?
G.P.: Sí, estaba pensando eso, él tiene una relación más sana. También habla en algún momento del postureo y eso, pero creo que tiene una vuelta menos de enrosque que el personaje de Laia en todo en general.
¿Y cuál es la relación que tenéis vosotros con la comida? ¿Es similar a la que tienen vuestros personajes?
L.C.: Yo soy muy glotona. Mi problema es que, si algo me gusta, no puedo parar, y luego me duele la tripa, y ahí es cuando paro. Soy muy glotona, pero sí que es cierto que, después de esta serie, a mí me ha pasado que he descubierto un poco más de este mundo y de disfrutar un poco más de cualquier comida, entender que una comida, porque tenga una estrella Michelín, no es mejor que callejear y comerte algo que no sabes ni siquiera lo que es, pero que es local y que no vas a tener en tu ciudad. Sí que me he vuelto más consciente de probar cosas nuevas. Que hay cosas nuevas, que pensamos que no hay cosas nuevas, pero hay, lo que pasa es que no todo el mundo está dispuesto a probarlas. Hay mucho prejuicio también con el tema de la comida.
G.P.: Yo soy muy de chiringuito. En Latinoamérica hay un montón de países en los que hay comida muy típica que puedes comer en la calle. Eso me gusta mucho. Lo que es más sofisticado lo descubrí un poco más con la serie y se abrió el espectro de mi paladar. Isabel me abrió el paladar.
La manera en la que los personajes comen puede decir mucho de ellos. ¿Es algo que tuvisteis en cuenta con vuestros personajes?
L.C.: Sí, y creo que se ve, hay un montón de detalles. Piensa que, cuando estás actuando rodeado de un montón de comida y sabes que tienes que comer, que no lo puedes fingir, si estás en personaje, inevitablemente la comida pasa a ser un brazo más tuyo. Depende del estado emocional en el que esté, ella tiene de pronto atracones. Es interesante ver cómo los dos tocan la comida. La tocan de diferente manera y, además, en diferentes momentos la tocan de manera diferente también.
Fíjate que, cuando somos pequeños, los niños tocan la comida con los dedos y juegan a la textura de la comida, y cuando somos mayores cogemos el tenedor. Aunque dicen que las gambas hay que comerlas con los dedos, todavía hay algunos puntos de esperanza. Creo que se ve, en el estado anímico de los personajes, la relación que tienen con la comida, qué comen y cómo lo comen, se ve en cada episodio.
(Fuente: HBO España)
¿Y cómo se hace para rodar una serie en la que coméis de verdad? Porque, generalmente, se suele comer poquito y de mentira para no estropear el raccord y, sin embargo, en el tercer episodio se os ve comer un plato entero de ramen.
L.C.: Y espérate a los otros episodios. Se ve cómo, del primer episodio al último, engordamos. Se ve, físicamente, cómo empezamos con un peso y acabamos con otro. Se nota perfectamente.
G.P.: Sí, comimos de verdad, y de repente eran, no sé, cuatro, cinco tomas. Ramen, en concreto, comimos un montón. Estaba delicioso.
L.C.: En la Cocina Hermanos Torres había mercado negro de la comida que nos traían. Cuando había corte de toma, el equipo estaba a ver si nosotros íbamos pasando los platos.
¿Con qué os gustaría que se quedaran los espectadores cuando vean la serie?
L.C.: Creo que se va a quedar con una sensación de disfrutar de la comida, eso seguro, desde otro lugar. Pero es que, aparte, la comida no deja de ser una excusa, un contexto, para una historia en la que todo el mundo se puede sentir identificado porque hoy en día, en las nuevas relaciones, cuando empiezas a tener citas y tienes una cierta edad, todos llevamos nuestras mochilas y todos llevamos nuestras máscaras y cuesta mucho llegar al centro de una persona quitándole todas esas máscaras y todas esas mochilas.
Creo que Isabel consigue hablar de eso desde un lugar muy fresco y muy divertido, y a veces pienso también en un misterio, thriller, puzzle, porque creo que es una serie que, cuando acaba, al final del todo dices “ah, tengo que volver a verla”. Es como que todo se resume al final y tienes la sensación de que no conoces a estos personajes. Y sí, pero ha sido sacando máscaras poquito a poco, episodio a episodio, y al final es como “necesito volver a ver ese pequeño gesto que era raro y no entendía”. Y eso es muy disfrutón, entretiene muchísimo esa parte de juego, de puzzle. Es un buen cóctel, creo.
G.P.: Yo pienso parecido a Laia. Lo más interesante es cómo esta pareja va dejando atrás prejuicios de ellos mismos, sacándose la careta para encontrarse. Eso es algo que la gente va a disfrutar mucho. Y a mí me pasa como actor/espectador, creo que hay escenas y trabajos super interesantes a nivel de actuación. No es la típica serie en la que las escenas duran un poquito y ya; hay escenas que son larguísimas, hay un gran trabajo de diálogos, de improvisación, de juego, que ojalá que se pueda apreciar también porque es algo que yo me llevo de esta serie.
‘Foodie Love’ se estrena mañana, con temporada completa, en HBO España.
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