El 25º aniversario del estreno de Friends va a provocar que acabe tomándole manía a esa sitcom. El efecto nostalgia que lleva a que ahora hayamos decidido que es la mejor comedia de las últimas décadas distorsiona nuestra percepción sobre su impacto en la ficción posterior. Sí, su enorme éxito hizo que le salieran imitadoras hasta dos años más tarde de su final (Cómo conocí a vuestra madre), pero el tipo de humor que hacía Friends no era tan revolucionario. Sí era la obra de unos guionistas de sitcom muy bregados, que se las sabían todas y que aprovechaban la gran química entre sus seis protagonistas. Pero no la endiosemos.
Friends nunca fue de mis sitcom favoritas. Me parecía muy divertida y, con el tiempo, he sabido apreciar mejor el trabajo que hacían, por ejemplo, David Schwimmer en los gags físicos (como los pantalones de cuero de Ross) o el gran timing cómico de Jennifer Aniston, pero esta nostalgia exacerbada por ella (impulsada por repeticiones incesantes en canales temáticos y que esté disponible al completo en plataformas) me supera.
En sitcom de los 90, siempre fui más de Frasier (otra creada por guionistas curtidos en mil y una batallas) y, aún así, ninguna estuvo nunca a la altura de mi amor por Las chicas de oro. Ninguna. Tampoco hizo tambalearse los cimientos de la cultura popular occidental como Los Simpson, pero las historias de St. Olaf de Rose no se agotan para mí.
Y la he visto incontables veces. En estos momentos está en emisión en el segundo canal de la autonómica Telemadrid (y en mi casa están los DVD de las tres primeras temporadas) y sus chistes siguen funcionando como en 1985. Incluso chistes tan básicos como todas las veces que Blanche se cree que su infancia era como en las obras de teatro de Tennessee Williams, o las historias exageradas de Sofia en su Sicilia natal o como inmigrante en Nueva York, o la ingenuidad de Rose o que todas se metieran con Dorothy por ser demasiado seria.
Podían ser crueles, a veces, e incluso en asuntos que tocaban de una manera bastante avanzada para la época se les colaba de vez en cuando algún comentario que podía ser problemático, pero aquellas cuatro maravillosas actrices, que también las habían visto de todos los colores en el negocio, sacaban petróleo de una mirada severa o de gestos tan inocuos como abrir la nevera. La estética delata su tiempo, pero ellas sí que se atrevían con asuntos como el miedo a la muerte y con la vejez que las sitcom posteriores desterraron. Cuatro señoras viudas (y una divorciada) que lidiaban con los achaques de salud de su edad, los problemas económicos, los disgustos de sus hijos (todos ya mayores e independizados), a las que nunca se negaba que todavía podían desear sexualmente a los hombres y que las desearan a ellas, que a veces se veían cargando con errores del pasado, aún serían una apuesta innovadora hoy en día.
Podcast: Gran Angular — Por qué ‘Friends’ sigue siendo tan relevante 25 años después (ep.55)
Analizamos cómo la serie continúa siendo una de las comedias más demandadas de la televisión actualfueradeseries.com