Stephen Colbert, en el número de inicio de la gala de los Emmy. (Fuente: Television Academy)
A veces, una entrega de premios puede ser política sin necesidad de que sus ganadores y presentadores den discursos dirigidos explícitamente a criticar, por ejemplo, al presidente Donald Trump. Puede serlo sólo con la presencia en muchas solapas del lazo azul de solidaridad con la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) o con el mero acto de reconocer a una guionista negra y lesbiana.
La 69ª edición de los premios Emmy ha cumplido con ese mandato y con el de las puyas hacia Trump lanzadas tanto por el presentador, Stephen Colbert, como por algunos de los invitados y ganadores. Es inevitable dar esa lectura a las victorias de The Handmaid’s Tale, el episodio San Junipero de Black Mirror o el mismo discurso del presidente de la Academia de Televisión sobre el esfuerzo de inclusividad y la diversidad detrás de las cámaras de su organización. Pero por si a alguien le quedaba alguna duda de que Trump había sido el personaje televisivo del año, Colbert ya se encargó de recordarlo.
Para ser su primera gran entrega de premios como presentador, el responsable de Late Show de CBS arrancó con bastante fuerza, con un número musical en apariencia inofensivo, que afirmaba que todo es mejor en la televisión, pero que estaba lleno de críticas hacia la situación política y social de Estados Unidos y hacia la tentación de atrofiarnos delante de la pequeña pantalla.
Y siguió con un monólogo en el que, tal vez, dedicó demasiada atención a Trump, pero en el que le cayó una colleja a Bill Maher por su escándalo en su programa al utilizar la palabra nigger y hubo inevitable chiste sobre el hackeo a HBO, y cómo tendría que fundir los Emmy que ganara anoche para pagar el rescate del próximo que les ocurra.
El momento álgido fue la aparición de Sean Spicer, polémico ex portavoz de la Casa Blanca, que apareció en el escenario como si fuera Melissa McCarthy imitándolo en Saturday Night Live. Esto ya adelantó que el veterano programa de humor de NBC iba a ser uno de los grandes protagonistas de la noche. Desde 1993 no se llevaba el Emmy en su categoría, y lo suplió arrasando con cuatro premios de interpretación que confirmaban la relevancia que adquirió la temporada pasada con la victoria de Trump.
Esos premios también apuntaron que la noche iba a seguir un guión muy claro; si algo gusta a los académicos, le van a dar todos los galardones (un poco “Goya style”). Así repitió victoria Kate McKinnon como secundaria de comedia, y así arrasaron en sus categorías Big little lies y The Handmaid’s Tale. Juego de Tronos y The people vs O.J. Simpson ya dejaron claro el año pasado que ése es el principal efecto secundario de que los votantes sólo elijan al nominado que quieren que gane; puede haber más sorpresas, pero el “efecto rodillo” es también más acusado.
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El otro fue su inclusión en una de las sesiones de diagnóstico de los robots de Westworld, gran perdedora de la noche.
Quien esperara alto contenido político en estos Emmy, seguramente quedó contento con Colbert. Quien no, probablemente no le hiciera demasiada gracia. Él estuvo acertado como presentador, reaccionando a momentos como el chiste de Dolly Parton sobre los vibradores de Grace & Frankie, y no pasó desapercibido.
Realmente, los Emmy dieron algunos momentos emocionantes a pesar de que, al concentrar muchos galardones en los mismos títulos, rápidamente se perdió cualquier elemento de sorpresa. Aun así, fue emocionante escuchar los discursos de agradecimiento de Nicole Kidman por Big little lies, Ann Dowd por The Handmaid’s Tale o Riz Ahmed por The night of, recordando que James Gandolfini iba a ser inicialmente el protagonista de la miniserie. Y también ver a Sterling K. Brown, que salvó los muebles para This is us, continuando con sus agradecimientos aunque le pusieran la música para echarlo y le apagaran el foco.
Las genuinas sorpresas fueron los dos Emmy de Black Mirror por San Junipero (Charlie Brooker parecía realmente abrumado porque un episodio de una serie de antología se hubiera llevado el premio a mejor tv movie), el de guión para Master of none en medio del dominio de Veep y Silicon Valley, y la entrada por todo lo alto de Hulu en una fiesta donde parecía que las únicas plataformas de streaming que podían aspirar a desbancar a las cadenas de cable de los Emmy a mejor serie eran Netflix o Amazon.
La gran noche de The Handmaid’s Tale es la confirmación de que servicio de VOD ha de ser tenido en cuenta, y también de que han sido los Emmy de las mujeres. En las ganadoras en drama, comedia y miniserie son las principales protagonistas, la vencedora en tv movie es una historia de amor entre dos mujeres, la dirección de drama se fue para una realizadora, Reed Morano, y Lena Waithe se convirtió en la primera mujer negra en llevarse el Emmy en guión de comedia. Aunque Colbert ironizara con los aplausos y las palmadas en la espalda cada vez que se decía que eran unos premios muy diversos, lo cierto es que los ganadores presentan un panorama así.
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