Los que me conocen saben perfectamente que debo tener un gen maligno que me impide ser moña como concepto. Por ese motivo, es extraño que sea yo justamente la que vaya a escribir sobre las historias de amor más románticas, con más lazos y puntillas que hay en la televisión: las historias de época.
Por esa última palabra es por la que se salvan y por la que soy una fan absoluta. Jane Austen, las hermanas Brontë, Elizabeth Gaskell, Louisa May Alcott o la mismísima Margaret Mitchell son sólo algunos de los nombres que revelan obras que han pasado a la posteridad como joyas de la literatura.
La época victoriana comenzó en 1837 con la coronación de Victoria I y se extendió hasta 1901, suponiendo con 64 años uno de los reinados más largos de gobierno en la historia de los monarcas británicos. Sin duda, marcó un antes y un después debido a los cambios culturales, políticos, económicos, industriales y científicos que sucedieron y son muchas las series que saben contar lo que pasó de una forma maravillosa, ya que lo hacen en primera persona y nos dicen lo que supuso para ellos.
Debo dejar claro que las series, mini series o películas de época no son como El diario de Noa. No vas a llorar cuando se besan o al menos yo no lo he conseguido nunca. La música no es la más épica, lo único romántico es el incesante tira y afloja. Él la mira con su eterno chaleco y pañuelo al cuello, ella le devuelve la mirada tras un abanico (o sin él, si es una osada) y ya tenemos pareja para horas. Entonces, ¿dónde reside la grandeza de estas series? Todas y cada una de ellas narran historias bajo un contexto muchísimo más amplio, una época en la que tenían relevancia la educación y las buenas formas y siempre con una heroína como protagonista. Esto, hoy en día, es muy difícil de encontrar y consigue captar mi atención y curiosidad como pocas series saben hacerlo.
Ahora es cuando los que lean esto se echarán las manos a la cabeza.
¿Es romántica Orgullo y Prejuicio? Pues ni fu ni fa. Todas las novelas victorianas muestran la realidad de la época vista desde una perspectiva eminentemente femenina, lo cual implica que muchas mujeres las veamos con devoción y los hombres bajo la premisa de “todas son iguales”. Pues no. No todas son iguales, pero sí: chico consigue chica sumado a muchos otros paralelismos que encontraremos en cada una de ellas.
1. Hay que estar preparada para el sufrimiento y a ser posible debes ser mártir.
No hay obra de la literatura victoriana en la que no sufras como una condenada. Empezando por la adorada Orgullo y Prejuicio.
Podemos decir que cuando hablamos de series de época pocos piensan en otra obra que no sea ésta. Jane Austen es LA ESCRITORA por definición. Y la escena del lago en la que un joven Colin Firth sale como “Mr. Camiseta Mojada” es lo que hizo que millones de mujeres le amaran desde la distancia… porque como se acercaran iban a arrancarle directamente la camisa o los pelos de ese torso varonil. Aunque, sinceramente, no es para tanto (ni para nada, de hecho), pero la escena es perfecta.
Problemón que se encontraron dicha legión de fans: que cuando se leyeron el libro, buscaron y volvieron a buscar, pero esa escena NO EXISTE.
Lo que sí existe es una declaración como esta:
– Señorita Elizabeth, he luchado en vano y ya no lo soporto más. Estos últimos meses han sido un tormento. Vine a Rossins con la única idea de verla a usted. He luchado contra el sentido común, las expectativas de mi familia, su inferioridad social, mi posición y circunstancias, pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que ponga fin a mi agonía.
– No comprendo.
– La amo, ardientemente.
Hasta llegar a ese “La amo ardientemente”, Elizabeth pasa por todo tipo de situaciones humillantes por no querer dejarse avasallar. Ella quería que sus padres y todo el mundo entendiera que no se iba a casar con un hombre sólo por tener dinero, algo que en aquella época era lógica aplastante ya que con esa boda conseguías salvar a toda la familia de la miseria más absoluta.
Démonos cuenta que la protagonista de esta serie apenas la hemos vuelto a ver. De todas las actrices era la más sosa, pero su personaje hizo que brillara con luz propia. Elizabeth Bennet es quién tú querrías ser llegado el caso. No sólo por ser la protagonista, sino porque no se dejaba avasallar. Era una mujer moderna, de lengua afilada y carácter indomable que aspiraba a algo más que a ser mujer florero, por eso nos identificamos más con ella que con la dulce hermana que moriría antes de decirle al bobo que le gusta que se deje de zarandajas.
Las hermanas Brontë, por su parte, son las más tenebrosas en sus relatos y basta con ver Cumbres Borrascosas para que nos dé un patatús. Eso sí, debo decir que quizás la obra inglesa que más me ha llegado al corazón es de una de las hermanas, la gran Charlotte Brontë. Tanto es así, que una de mis hijas lleva su nombre.
Jane Eyre posee una dureza extrema. Para conseguir lo que desea se enfrenta a todo tipo de obstáculos y creo que plasma lo que es el amor verdadero, sí o también. He visto todas las adaptaciones posibles pero ninguna supera a la de una jovencísima Ruth Wilson (Luther).

Jane Eyre (2006)
Jane Eyre cuenta la vida de una mujer que desde su infancia sufre toda clase de penurias y, cuando por fin puede salir del orfanato donde se encuentra y conseguir un trabajo de institutriz, se enamora perdidamente de su jefe cuyo oscuro pasado la llevará a otra vida turbulenta con un final macabro donde los haya para ser una historia de amor. Ésta es la historia que nos demuestra que si se ama, se ama para siempre. Esto es así. Jane es LA MÁRTIR de libro.
2. El complot.
Pensemos la cantidad de cosas que hoy en día podemos hacer en una cita sin nadie que nos coma la cabeza (excepto nuestra madre, que nunca verá uno lo suficientemente bueno para su hija). Lo podemos llamar ir al cine, a un bar, una discoteca, una cafetería, una playa,… Antes no había tantas oportunidades, así que: ¿qué se hacía?
Basándonos en la consabida dote que llevara la dama, podías aspirar a un caballero de mayor o menor postín que te mantendría de por vida, pero primero teníamos que capturarlo porque que la hija debía salir de casa cuanto antes para no terminar siendo una solterona.
Si había un baile, se planeaba durante semanas y meses para poder atacar a la presa deseada y toda la familia lo sabía. Encuentros en misa, paseos eternos por el campo (con carabina, por si a la muy loca se le ocurría enseñar un tobillo), … Aunque mi pasatiempo favorito eran los paseos alrededor del salón leyendo mientras otros desafinaban alrededor de un piano. MARAVILLOSO.
Los tejemanejes que se dejan ver en Orgullo y Prejuicio cada una con una hermana más diferente que la anterior, un padre calzonazos y una madre barriobajera son espectaculares.

Orgullo y Prejuicio (1995)
3. La educación y la complicidad.
Si queríamos llevar a cabo el complot anterior, ante todo había que tener picardía. Pese a ser de clase baja o media, tenías que tener una educación que pudiera abrirte las puertas. Es preferible que sepas bailar, cantar, tocar algún instrumento y recitar como si fueras Shakespeare. Las artes eran valoradas, pero no nos pasemos. Si eras muy culta en algo fallabas.
Del mismo modo, tenías que saber estar en su sitio y adaptarte al medio como los camaleones. Aquí Sentido y Sensibilidad es la reina. Podemos emocionarnos ya sea con la novela o con la película, no porque acaben con quién deben, sino por la complicidad bella, secreta, dulce y generosa existente entre las hermanas y la madre. Las hijas no rechistaban, siempre sabían qué hacer y con una mirada se lo habían dicho todo. Además, entre ellas sus lenguas son están terriblemente afiladas y las conversaciones entre bambalinas, lo mejor:

Sentido y Sensibilidad (1995)
– Buen trabajo Marianne. Habéis recorrido Shakespeare, Scott y todas las formas de poesía. Otro encuentro descubrirá sus opiniones sobre la naturaleza y el romanticismo, luego ya no tendréis más que hablar y la relación habrá terminado.
– Supongo que he pecado contra el decoro, debería haber sido lánguida y apocada y hablar sólo del tiempo y el estado de los campos.
– No, pero al señor Willoughby no puede caberle ninguna duda de tu entusiasmo por él.
– ¿Por qué debería dudarlo? ¿Por qué debo ocultar mi estimación?
Pues hija, porque si no lo ocultas, no eres digna de ésta época. No seas frescachuela.
Las que mejor saben las reglas de comportamiento son las SEÑORAS de una cierta edad. Lo vemos ahora con la abuelísima de Downton Abbey, pero quiero destacar a unas mujeres completemente divinas que nos trajo Cranford, de la genial (y quizás la autora más divertida) Elizabeth Gaskell.

Cranford (2007)
Cranford nos cuenta el paso de la llegada del ferrocarril y todo lo que supuso para la vida rural de aquella época. Un pequeño pueblo donde las mujeres solteras y mayores conforman un grupo de opinión y presión tan fuerte que son temidas y amadas por todos los que las rodean. Ellas saben qué hacer en cada situación. Y es que aquella época estaba, amén de las normas, el desconocimiento y las supersticiones:
- No se debe ir a un funeral embarazada.
- Los espejos se cubren porque existe la creencia de que el espíritu del difunto queda atrapado en él.
- Si el difunto ha llevado una buena vida, florecerán flores en su tumba. Por el contrario, si ha sido malo, sólo maleza crecerá.
- Detenga el reloj en la habitación donde ocurrió el fallecimiento o si no traerá mala suerte.
- No estrene nada nuevo en un funeral, especialmente zapatos.
- Si llueve sobre el cadáver, el difunto se irá al cielo.
Este listado nos podría suponer un ataque de risa por la estupidez que consideramos que es, pero las maneras eran claves en aquel momento, máxime si querías llegar a alcanzar el siguiente escalafón social y tenías suerte al pegar un braguetazo.
Cranford tuvo tanto éxito y está tan bien narrada que hicieron una segunda parte, Regreso a Cranford, que sigue siendo igual de bella e importante que la primera, pero con más cambios que supusieron un antes y un después para aquel pueblo y sus personajes.
4. Viajar y ser un okupa es ley.
El pasar una temporada en casa de un familiar lejano era de ser una señorita con opciones y no podías negarte. Si ya molesta tener un invitado en casa más de una semana, imaginemos meses y meses sin poder rechistar.
No creo que haya historia que no nos cuente los viajes que hacen todas y cada una de ellas independientemente de la autora. Pero hay una en concreto que podemos destacar: Mansfield Park.
Esta historia nos muestra que las familias estaban cuando se las necesitaba, pero sólo como alojamiento. El derecho a ser de alta cuna no viene dado por ser familia si no por el matrimonio. Aunque no es la más reconocida de sus obras, para mí es una de las grandes novelas de Austen y una de mis favoritas.

Mansfield Park (1999)
En esta obra también llegamos a la siguiente conclusión: los primos suelen ser dos o tres: uno malo y uno bueno, o dos malos y uno bueno.
5. Hay tías ricachonas sin nadie para heredar.
Todas las novelas tienen a la tita solterona con pasta que todos miman pero que odian al mismo tiempo. Además, como condición sine qua non, debe ser una amargada y se arrepentirá en su lecho de muerte de todo lo malo que hizo.
La vimos en Orgullo y Prejuicio, también en Mansfield Park,… pero en Lark Rise to Candleford nos topamos con la excepción: la tita adorable. Con detalles magníficos y unos personajes que cautivan, esta trilogía escrita por Flora Thompson narra las vivencias y las diferencias entre estos dos pueblos separados por tan sólo unos kilómetros. En uno viven un montón de campesinos pobres, en el otro viven miembros de la clase alta… y, en la estafeta de correos, una mujer que une su corazón a ambos lados (LA TITA). Una delicia de serie que duró cuatro temporadas y que merece la pena ver.

Lark Rise to Candleford (2008–2011)
6. Pobres no, gracias.
La gran frase “contigo pan y cebolla” es un NO en toda la boca. Esta regla se mantiene en todas y cada una de las novelas. Si te casas, será mejor que elijas bien porque si no las vas a pasar canutas.
Está claro que gran parte de estas novelas fueron escritas en la época porque hay una regla que está clarísima y siempre se repite: NO HAY QUE PASAR HAMBRE. Necesitamos un hombre que nos cuide económicamente. Ya sea el gran Darcy o el desgraciado y finalmente desfigurado Edward Rochester, todos tienen pasta. Cierto es que éste la pierde, pero no hay que preocuparse porque ella ya ha heredado.
Sólo he encontrado una muestra digna de destacar de una mujer que se vale por sí misma y la trae Margaret Mitchell. Nacida en 1900, crea la obra indiscutible, la excepción a toda regla conocida. Ya no hablo de la película que fue MARAVILLOSA, sino de la novela que es aún mejor. Lo que el viento se llevó nos regaló a Scarlett O’Hara y la obra más maravillosa con la Guerra de Secesión de fondo. Si eres de los que no has pasado de la primera hora de la película, lo primero que quiero es animarte a que la continúes porque es la historia más inspiradora en fuerza y coraje que puedas imaginar. Su “A Dios pongo por testigo” marcó una época. Es la frase más destacada y no hablamos de romance, aunque la declaración de Butler es de las más bellas de la historia del cine.
– He aquí un soldado del Sur que te quiere, que quiere sentir tus abrazos, que desea llevarse el recuerdo de tus besos al campo de batalla. Nada importa que tú no me quieras. Eres una mujer que envía un soldado a la muerte con un bello recuerdo. Scarlett, bésame, bésame una vez.
Todo queda nublado en esta historia por la fuerza de Scarlett. La dominación, la falta de escrúpulos y los intereses que tenía. Siempre se quedaba con el de la pasta, lo demás le daba igual y no hay que olvidar que era autónoma y tenía una casa en propiedad. Poseía arrojo y estómago, todo hay que decirlo, porque es capaz de casarse con lo más feo que veía si era de su interés. Si os leéis la historia os sorprenderéis al ver que era mucho peor que como la retrataron en la película y fue capaz de hacer mucho más daño por puro egoísmo o por pura supervivencia. Cuando ella juró que nunca volvería a pasar hambre no juró en vano. En aquel momento, Dios era tomado en serio y la palabra de una mujer deshecha por el dolor y la hambruna valían más de lo que podamos imaginar.
Hambruna, la dependencia del hombre, la humillación si no tenías dinero, el intento de la mujer por destacar en un mundo incapaz de atisbar lo que el género femenino era capaz de hacer, … Todos estos detalles son los que consiguen captar mi atención en estas series, películas, novelas o historias de época. Me resulta menos atractiva la historia de amor y mucho más la paciencia de estas mujeres que esperaban lo que fuera necesario para encontrar su destino y, en la mayoría de las ocasiones, eran obligadas a tener uno que no les gustaba.
Por eso digo que estas historias no tienen tanto romanticismo, sino que el punto fuerte es el relato de la fuerza y el coraje de mujeres que hacen lo impensable por conseguir sus metas. A Dios repongo por testigo que no son series y películas moñas, son el retrato de mujeres de armas tomar y las autores de las novelas en las que se basan seguramente también lo eran.
De hecho, Margaret Mitchell se inspiró en ella misma para definir el papel de Scarlett. Periodista desafiante, adelantada a su época, bella y sin prejuicios, encajaba mejor entre hombres que entre sus congéneres. Y es que el mostrarse interesada en los negocios o pensar con un toque de igualdad entre géneros era casi pecado. Ni Mitchell ni su personaje demostraban miedo ante lo que la vida les deparaba, y mucho menos ante la opinión de un hombre ni de la sociedad. Así retrató a su protagonista, y para muestra un botón:
Esta gran obra provocó una débil secuela en 1994 en forma de mini serie basada en Scarlett, el libro de Alexandra Ripley. Los actores para la ocasión, desde mi punto de vista, fueron los menos acordes para tamaña aventura. Sabiendo de entrada que nadie podría sustituir a Vivien Leigh o al genial Clark Gable, creo que cualquiera habría sido más acertado que Joanne Whalley y Timothy Dalton.
Todo lo contrario le ha pasado a La muerte llega a Pemberley, una continuación de Orgullo y Prejuicio muy mimada por su autora P.D James y que ha obtenido unas críticas excelentes pese a lo difícil que era continuar una obra de tal envergadura.
7. Las tontas no triunfan del todo.
Y digo del todo porque a nivel de status sí lo hacen, pero no a nivel sentimental. No olvidemos que aunque todas estas historias traen mucho más que romance, pero por supuesto que en cuento a amoríos, haberlos haylos. Las tontas se casan con los ricos pero no con los más ricos. Son felices en sociedad, pero infelices fuera de ella. Tienen unos niños espantosos por regla general y se las puede dejar en ridículo si apartas la educación a un lado.
8. Hay que ponerse enferma.
Esto le da al protagonista la perspectiva de la pérdida, porque por una fiebre antes te podías ir al otro barrio. Al mismo tiempo, te muestra la debilidad y femineidad de la dama en cuestión y te da la oportunidad de saber qué sería tenerla bajo tu techo. Cuanto más invadimos el terreno de la presa, mejor. Esto es así.
Todos estos detalles que ahora nos pueden parecer de locos los muestra muy bien la mini serie Lost in Austen, que se estrenó en 2008 y que nos cuenta la historia de una joven londinense, Amanda Price, que vive en el siglo XXI siendo una fan empedernida de Orgullo y Prejuicio. Un día, al entrar en su cuarto de baño, empuja una puerta que la transporta a la casa de los Benet. Ahí, con su cazadora de cuero, pantalones pitillo, sus labios pintados, fumando y comiendo chicle, entra en el siglo XIX prendada y escandalizada al mismo tiempo. Elizabeth, por su parte, se desplaza al siglo XXI y no desea regresar, por lo que disfrutamos de una divertidísima historia por el choque cultural entre dos mundos y por la genial escena del lago anteriormente mencionada, ya que ella no sólo ha leído el libro, sino que ha visto la serie.
Amanda sabe lo que pasa en Orgullo y Prejuicio, pero no puede evitar cambiar el rumbo de la historia desde el momento en el que entra. Cosas tan simples como lavarse los dientes es considerado un reto para ella, no puede maquillarse, debe vestir como una dama, no sabe saludar correctamente, no tiene pelos en la lengua y manda a freír monas a todo aquel que se le pone por delante. ¿Cómo asume la familia a esta recién llegada? Ya hemos dicho que aquí la gente te acogía sólo diciendo que eras amiga, prima o conocida porque es de buena educación y los Benet no tienen mucho dinero, pero saben cuáles son las reglas.

Lost in Austen (2008)
Un final simpático y esperado con una visión de cómo sería una mujer si tuviera que comportarse hoy día como en aquella época.
El besamanos se ha perdido, señoras y señores, al igual que considero que parte de la femineidad y la caballerosidad ya no existen en la sociedad actual. Abrir las puertas, las miradas coquetas y salidas triunfantes apenas existen. Los besos eran robados y no se pedía nada más, había que saber esperar si eras una señorita de bien. Ahora, si no catamos el género, no te casas por si las moscas.
Quitarse el sombrero, dejar pasar, saludar a toda personas con la que te cruces, aguantar conversaciones eternas, bordar, leer en alto, acompañar a los enfermos aunque no sean familiares, escribir notas de agradecimiento, viajes eternos en carruaje, vestidos asfixiantes, desvanecimientos por pura femineidad o pudor, hombres que te dejaban su chaqueta al mínimo viento, horas de cocina, tener sirvientes que viven contigo y forman parte de tu familia pero en la lejanía, bailes con estilo, buenas maneras, ninguna palabra fuera de tono, … Si aparezco en el siglo XIX, creo que me echan sólo entrando por la puerta… y es una pena, porque mi madre me educó muy bien.