Emilia Clarke, como Daenerys Targaryen. (Fuente: Helen Sloan/HBO)
Hace una semana que terminó Juego de tronos y yo no sé aún qué opinar sobre su final. ¿Me gustó? ¿Me pareció horrible? ¿Me pareció un final muy satisfactorio en unos aspectos y menos en otros? Confieso que, desde el tercer episodio de esta última temporada, no sé qué serie he estado viendo, y no porque Juego de tronos haya mutado hacia algo tan diferente que no la reconoce ni la madre que la parió. No es eso. Son los efectos secundarios de esta era de comentario instantáneo en redes sociales de lo que hemos visto, y de comentarios que se vuelven virales si son lo más exaltado e hiperbólico posible, tanto en un sentido como en el otro.
“¡Viejuna! Quejándote de Twitter como si fuera el fin de la civilización”. No hace falta que nos faltemos al respeto. En realidad, lo que el ruido generado alrededor de, sobre todo, el episodio final de Juego de tronos ha provocado en mí es confusión. Al verlo, me pareció que muchos personajes alcanzaban los finales que merecían, tanto Sansa como Tyrion o esa Arya de la que es una lástima que HBO no vaya a darnos ningún spin-off. Hasta el cierre de la historia de Daenerys era el que tenía que ser. Pero leyendo después las críticas que se le han hecho, por ejemplo, al arco de la Reina Dragón, creía haber visto otra historia.
Tal vez es más fácil asumir que se vuelve loca que que toma la decisión consciente de hacer lo que hace y, una vez tomada, ha de seguir adelante con ella hasta el amargo final (que es la sensación que me transmite a mí la interpretación de Emilia Clarke, que dudo mucho que se saliera del guión y fuera por libre), y aunque estoy de acuerdo en que era un desarrollo que habría necesitado un poco más de tiempo para cuajar mejor, me parece excesivo el nivel de odio que ha recibido. Y hasta daba la sensación de que se caía en la vieja trampa de considerar que el guión sólo está compuesto por los diálogos.
Como digo, ha pasado una semana y no sé bien qué pensar. Ni siquiera tengo muy claro que esta columna vaya a hilar un discurso coherente porque todavía estoy ordenando mis pensamientos sobre el camino total de Juego de tronos y lo que representan sus últimas temporadas en él. Desde el punto de vista de la fan, me han gustado porque ya se tocaba el final y todo estaba impregnado de una sensación de urgencia. Con la mirada de la crítica, esa urgencia provocaba que se resintiera el viaje de los personajes y que algunos quedaran desdibujados.
Ambas opiniones son posibles: me pareció un más que digno último capítulo, con algunos momentos muy buenos (el montaje paralelo entre Sansa, Arya y Jon) y que, al mismo tiempo, le habría venido bien poder respirar un poco más. Pero no puedo emitir ninguna opinión categórica porque no la tengo. Al menos, y como diría Syrio Forel, hoy no.
Podcast: Gran Angular — El legado de ‘Juego de tronos’ (ep.49)
C.J. Navas, Álvaro Onieva y Valentina Morillo reflexionando sobre cómo la serie se convirtió en el gran fenómeno…fueradeseries.com