(Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver los dos primeros episodios de la temporada 3 de ‘Ozark’. No contiene spoilers.
Por su temática, personas ordinarias que se embarcan en aventuras criminales casi obligados, pero terminan cogiéndole gusto más de la cuenta, Ozark tiene puntos en común con Breaking Bad, pero aquí hay una gran diferencia: la serie de Netflix pone a su Skyler en primer plano y la lleva a un viaje de transformación similar al de Walter en Heisenberg. Esta va a ser la temporada de Wendy Byrde y el año en el que Laura Linney reclame un Emmy por esta serie.
Más frentes abiertos de los que pueden controlar, el peligro que siempre acecha y la tensión permanente que arrincona a los Byrde están presentes desde el primer minuto de la nueva entrega. Una tensión que contrasta con la fría y característica fotografía de la serie (tan a menudo criticada por quienes no la ven -o no la veían: yo he sido una de esas personas-), con una puesta en escena milimétrica y los encuadres de personajes siempre atentos a los puntos de vista y las dinámicas de poder los que están en plano. Jason Bateman se merecía el Emmy que sorprendió a muchos en la edición de 2019.
En los dos primeros episodios de la serie aparecen dos personajes nuevos, un miembro de la familia y un agente del FBI, y los dos vienen a causar problemas. Pero los mejores siguen siendo los viejos enemigos y los aliados. O los enemigos/aliados. Ruth y Helen son joyas de la corona en esta serie; lo son cuando están con Marty y Wendy, respectivamente, pero también cuando se intercambian a la pareja, porque son la cerilla que puede hacerlos saltar por los aires.
Como siempre, tienen gran importancia las movidas de negocio. El lavado de dinero en Ozark no era solo una premisa ni es un macguffin, es un motor que tienen que mantener en marcha si quieren seguir vivos. Quién me iba a decir que asuntos contables y contractuales que sobre el papel no tienen ningún atractivo, como el intento de compra de un casino del segundo episodio, podían ser estratagemas entretenidas y emocionantes.
(Fuente: Netflix)
Pero lo mejor del inicio de esta tercera temporada, y lo que parece marcará el resto de episodios, es la dinámica de destrucción mutua entre Marty y Wendy. Ella está tan segura de sí misma que se siente invulnerable, por lo que su ambición corre asilvestrada a campo abierto. Él se ve como el único racional de la familia, pero en el fondo lo que lo pone más nervioso es que ha perdido el control.
La relación de los Byrde se ha convertido en un festival de secretos, desconfianza y manipulación tan entretenido que es digno de pagar entrada. Sobre todo, en sus sesiones de terapia en pareja, unas rutinas de pasivo agresividad, dobles sentidos y humor negro que hacen que el cuerpo nos pida palomitas. Verlos cometer errores y descarrilar sin frenos me parece un plan ideal para este fin de semana.
‘Ozark ’está disponible en Netflix.