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Crítica: ‘Lambs of God’, el eterno femenino

(Fuente: Foxtel)

Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa de ‘Lambs of God’ y no contiene spoilers.

Cuando abordé esta miniserie de cuatro capítulos y, como es natural, me informé, las promociones que versaban sobre ella eran, cuando menos, algo difusas. O vagas. Que si tres brujas enclaustradas en una recóndita isla, que si tres monjas de clausura aficionadas a los cuentos que viven en un convento en ruinas, que si evitan la electricidad y los avances modernos, que si… En todas las promociones que leí siempre había, supongo que intencionadamente, un poso de misterio (algo que me puede por naturaleza) aderezado con ciertas dosis de misticismo, estética gótica y con un punto macabro.

Más que suficiente para lanzarme a ella de cabeza; sin embargo, Lambs of God resulta una historia mucho más compleja y enrevesada, alimentada con referencias (veladas, eso sí) a Joseph Campbell, a la prevalencia de la deidad femenina sobre la masculina o a la propia mitología celta. Pero sobre todo, es un homenaje a la fe y la redención. Y es que esta miniserie no es lo que parece. Ni mucho menos.

Aunque ambientada en la isla ficticia de Cailleach, en Inglaterra, Lambs of God se rodó en tres lugares radicados en las antípodas, nunca mejor dicho: Sydney, las Montañas Azules y Cape Pillar, una fascinante isla ubicada en una rocosa península en el sur de Tasmania. Y es que esta producción es un producto de Foxtel y la Tasmanian Film Office. Adaptada para la televisión por Sarah Lambert (Love Child, A Place to Call Home, Love My Way) y dirigida por Jeffrey Walker (Modern Family, Ali’s Wedding, Rake, Jack Irish), la miniserie fue presentada en el festival Seriesmania de este año, cosechando críticas muy brillantes.

Situémonos: Isla de Cailleach, Inglaterra, 1999. Tres monjas de diferentes generaciones, la Hermana Margarita interpretada por Ann Dowd (El cuento de la criada, The Leftovers), la Hermana Iphigenia, Essie Davis (Miss Fisher’s Murder Mysteries, The Slap) y la Hermana Carla, Jessica Barden (The End of the F****** World) viven aisladas del mundo exterior en un convento ruinoso, ubicado en un acantilado de una isla abrupta; tanto, que sólo se puede acceder a pie cuando baja la marea o en barca cuando sube. El convento está dedicado a Santa Inés y las tres hermanas, entre sus ocupaciones, dividen su tiempo entre la cría de ovejas, la alquimia del tinte para prendas, el desarrollo de un herbolario desconocido y el culto, un tanto herético (advirtiendo el término en su acepción original: elección) de Santa Inés. Un remanso de paz que se verá alterado por la llegada de un hombre, el padre Ignatius (Sam Reid).

El sacerdote en cuestión es el secretario del obispo y, aunque aduce que su coche se ha averiado, no ha llegado al convento por casualidad. El primer contacto le resulta abrumador al padre cuando ve a las tres hermanas blandiendo cuchillos ensangrentados por el sacrificio de una oveja. Después de la aclaración pertinente, las monjas descubren el motivo de la presencia del sacerdote allí: la Iglesia tiene la intención de reconstruir la propiedad, y levantar un complejo de lujo.

El intento de tentarlas con una vida cómoda y llena de facilidades no hace sino acrecentar la ira de las tres monjas. La intención del obispo supone el fin de la vida tal y como la conocen las hermanas. Así que deciden impedirlo y secuestran, al más puro estilo Misery, al delegado del obispo. Pero el sacerdote tiene un teléfono móvil, objeto que nunca habían visto las tres hermanas, y el mundo que han creado, gracias al aparatito, no resulta estar tan aislado como creían. Es entonces cuando el instalado universo masculino católico entra en conflicto con el ancestral universo femenino cristiano (y pagano).

La desaparición del sacerdote implica su búsqueda, y el obispo decide enviar a uno de sus hombres de confianza, el Padre Bob (Damon Herriman –Mindhunter, Top of the Lake, Quarry) tras él. Las tres hermanas saben que retener al padre Ignatius no es algo que puedan hacer eternamente, así que Iphigenia decide salir del convento, ir a la ciudad y jugar una carta que nadie espera para poder adquirir el convento y resolver el problema. Todo se complica aún más cuando el teléfono móvil por fin funciona.

La magia existe si crees en ella. Esta afirmación tan antigua es parte del juego narrativo que nos brinda la miniserie. A través de la Hermana Iphigenia (con el don de mirar al fuego y presenciar visiones horribles y premonitorias), de la Hermana Margarita (experta en adaptar los cuentos universales a su mundo) y la Hermana Carla (dotada del encanto de la inocencia y su intrínseca seducción), el cautiverio de Ignatius pasa del rechazo a la aceptación paulatinamente (hermosísimas las escenas de la creación de su sotana con los tintes). El inmovilismo ortodoxo del cura cede paso ya no sólo a la comprensión, sino al convencimiento de que la institución a la que pertenece y representa está equivocada.

(Fuente: HBO España)

Que la isla ficticia se llame Cailleach no es casualidad: este nombre pertenece a una antigua diosa celta (la diosa azul del invierno) que en su integración posterior en el cristianismo pasó a llamarse Black Agnes (la negra Inés), patrona que veneran las tres monjas. Paganismo soterrado frente a la Iglesia tradicional y actual o, lo que es lo mismo, el cultivo de las antiguas deidades femeninas que sucumbieron a lo largo de la historia a favor del Dios hombre.

De igual modo que no es casualidad que, desde prácticamente los primeros minutos, escuchemos una historias que todos conocemos (La Bella y la Bestia, Caperucita Roja, pasajes de la Biblia) ser modificadas en su conclusión; no son incorrectos, estas historias remodeladas conservan el marco original, pero se han convertido en narraciones perfiladas con diferentes mensajes: nos contamos historias para poder vivir o, parafraseando a Campbell, para poder sobrevivir.

Lambs of God se vale del mito del eterno femenino para mostrar a una institución anclada en un pasado oscuro donde desterró, y condenó, a la diosa madre. No juzga a la Iglesia, sino que presenta ambos lados, que no bandos, y resalta sus singularidades. Y se vale, en ocasiones, de un humor ora cínico, ora sardónico, casi inadvertido, pero muy locuaz cuando recabas en él (obra y gracia de Mrs. Lambert). A modo de conclusión, Lambs of God es una miniserie con un envoltorio diseñado ex profeso para romperlo de una tacada y degustar el contenido con paciencia y mimo. Tanto, al menos, como el que despliegan las tres hermanas cuando elaboran sus tintes.

‘Lambs of God’ está disponible completa en HBO España.

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