Decid adiós a McGarrett y Danny. (Fuente: CBS)
Siempre me dio la sensación de que el protagonista de Hawaii 5.0 no era en realidad el oficial McGarrett, al que da vida Alex O’Loughlin, sino Danny, el simpático y socarrón agente de policía que interpreta el californiano Scott Caan. La verdadera historia de la serie de CBS, que finalizará con esta décima temporada que FOX está emitiendo en España, ocurre por debajo de los pistoleros y las surfistas, de los asesinatos y secuestros; y es la de un hombre embutido en un talle que no le convence. Un ratoncito de ciudad que acaba, por casualidad y de morros, en el campo.
El colorido espectro temático de Hawaii 5.0 empieza justo ahí, y la vista no alcanza a verlo acabar. El 3 de abril se emitirá en Estados Unidos el último episodio, un series finale de dos horas con el que el creador, Peter M. Lenkov, rematará el diario de bitácora de Danny, el detective de Newark (la apodada “ciudad de los ladrillos” del condado de Essex, en Nueva Jersey) que se traslada a Hawái cuando su exmujer se muda allí con su hija. A través de la comedia de adaptación a un nuevo entorno (algo no muy alejado de un Paco Martínez Soria con una pistola automática enfundada en la cartuchera), las primeras temporadas de este remake de la serie de Leonard Freeman edificaron un personaje entrañable y dulce, humano y real.
La aproximación de Hawaii 5.0 a ese tema fue sutil y no menos interesante que la del Adam Driver de Historia de un matrimonio, y se vehiculaba a través de los significados atribuidos a ese sincrético espacio que aúna hormigón y jungla. Su primera secuencia de créditos, prácticamente un anuncio turístico del archipiélago, codificaba a la vez ideas que asociamos a la exotización del paisaje hawaiano (una suerte de orientalización de Occidente, dividida entre la riqueza natural, el legado indígena y la dialéctica entre Norteamérica y el quincuagésimo estado), a elementos de la cultura surf de los 60 y a la propia serie original, buena muestra de la televisión estadounidense de esa misma época.
Esa presentación de las selvas, playas y formaciones rocosas del paisaje isleño como lugares míticos, inabarcables y placenteros contamina el interior de los propios episodios. Los cambios entre secuencias, por ejemplo, no suelen estar separados por sencillos planos generales del lugar del que salen o al que llegan los personajes, sino por ciclópeas coberturas que, más que a un punto concreto, refieren a grandes porciones o la totalidad del oasis polinesio. En Hawaii 5.0, la escala humana es enfrentada constantemente a la de la naturaleza libérrima, que acoge a los habitantes y turistas en su seno pero sigue gobernando el lugar.
Alucinaciones, falsos documentales y Pearl Harbour
Tamaños escenarios paradisíacos ponen el telón de fondo a los casos (organizados en riguroso procedimental) del 5.0, una unidad especial de la policía del estado con inmunidad diplomática para armarla tanto como se considere procedente y compuesta por unos personajes muy marcados y de delineación estereotípica que funcionan de maravilla. Lejos de conformarse con los crímenes de andar por casa de Oahu y alrededores, la serie se ha soltado la melena con especiales como los que celebraban los 100 y 200 episodios, alucinando presentes alternativos en los que el grupo jamás se hubiera reunido o trasladando la trama al Pearl Harbour de 1941.
Además de trastear con el tema y el género en quimeras como esas dos (emitidas como los capítulos 5×07 y 9×07, respectivamente), la serie se ha atrevido a cuestionarse su propia perspectiva y formato. Ocurrió en el episodio 21 de la temporada 3, Imi Loko Ka ‘Uhane, que recogía el caso semanal en las fisgonas cámaras de un programa de televisión. El capítulo, además de rebajar la tensión de la temporada, ponía en marcha líneas de reflexión muy interesantes: ¿Qué imagen da este cuerpo de acción radical, casi filofascista, al observador externo? ¿Nos comportamos nosotros, los espectadores, como ese hipotético observador? ¿Cómo ve la opinión pública su trabajo, y cómo lo presentan los medios?
La serie acabará con esta décima temporada. (Fuente: CBS)
Los más importante es que, entre todas estas cuestiones, en Hawaii 5.0 siempre hay hueco para relajarse. Algunos de los momentos más bellos de la serie (que los tiene a raudales) se producen cuando el sol empieza a ponerse sobre las islas, cesan los diluvios de plomo y el equipo se encuentra en el puesto de comida de uno de los personajes para compartir una cerveza y un par de risotadas, componiendo una viñeta no muy distinta del Central Perk de Friends. Pero la emoción de Hawaii 5.0 no se queda en el food truck: en el último episodio emitido en España, todos los esfuerzos del equipo se dedican a investigar las causas que subyacen al estrés postraumático de un perrito. Si una serie así no merece amarse, no sé qué lo merece.
Para redactar este texto he vuelto a ver el primer episodio; y lo he visto, por supuesto, doblado al castellano, como se emitía en televisión. Porque revisitar una serie como esta, uno de esos entretenimientos-refugio a los que uno siempre puede acudir, es también regresar a esas sobremesas en familia en el salón de casa, encontrando en el capítulo de la tarde en Cuatro y su fresca brisa tropical los únicos paliativos para la inclemente canícula murciana. La losa fría se vuelve tierra y las lámparas, lianas que cuelgan del techo. Mirar Hawaii 5.0, que evoca una selva pero también un desierto y una meseta, es mirar al abismo de los años que se escapan. Hay que hacerlo de vez en cuando.
La décima y última temporada de ‘Hawaii 5.0’ se emite los jueves a las 22:00 h. en FOX.
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