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‘Pose’, las series pueden ampliar nuestra visión del mundo

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(Fuente: Wikimedia)

En este mes del Orgullo, en el que unos (un partido político legal con 24 escaños en el Congreso español) lanzan amenazas como “habrá que ver si seguimos permitiendo que lo organicen”, otros reclaman un día para celebrar el orgullo cishetero, y en algunos círculos del feminismo rechazan a las mujeres trans, queda claro que 50 años después de los Disturbios de Stonewall son muchos los que desde sus tribunas de privilegio siguen sin enterarse de nada.

Para salir del barro de la ignorancia, porque de eso se sale con empatía y curiosidad por aprender, la ficción, en nuestro caso las series, puede ser una aliada valiosa. Al ponerles nombre y rostro a otras experiencias, de las que somos testigos durante un período de tiempo extendido gracias a la serialidad, establecemos una conexión emocional que nos ayuda a descubrir y a comprender otras realidades.

Porque las series pueden ampliar nuestra visión del mundo, si las dejamos. Queremos ver documentales y leer libros después de la miniserie Chernobyl, ver algunas películas musicales después de Fosse/Verdon o repasar filosofía cuando vemos The Good Place, esta curiosidad es algo precioso y no debemos dejarla perder.

De la misma manera, podemos aprender mucho (y querer saber más) sobre la experiencia negra trans y homosexual con la serie Pose. La serie está ambientada en un momento y un contexto cultural muy concretos, pero sus historias trascienden ese marco narrativo para compartir con nosotros las inquietudes, frustraciones e ilusiones de un colectivo oprimido y marginado por la sociedad en general y su círculo familiar en particular.

Indya Moore es Angel en ‘Pose’. (Fuente: FX)

Con una historia que tiene delante y detrás de cámaras a personas como las que representan en pantalla, ese nivel de diversidad y compromiso podría ser suficiente para que decidamos sentarnos a ver su historia, pero Pose no se aprovecha de la coletilla “serie necesaria”; es un buen drama familiar y social, que no se recrea en la narrativa del trauma o de la violencia (física y simbólica) que se ha normalizado en los relatos que los representan.

En Pose, a través de las vivencias de personajes como Blanca, Angie, Pray o Elektra sufrimos sus luchas, compartimos sus triunfos, celebramos su Orgullo y nos llenamos de argumentos para debatir. Y debatir con argumentos es algo maravilloso, porque inevitablemente llegará el momento en el que el interlocutor que no los tiene se repetirá como un disco rayado, como si un loro dijera una y otra vez lo que escuchó en la radio, sin entenderlo realmente.

Podremos (y debemos) debatir con los transhomófobos que se sientan atacados porque no se celebra un día de la heterosexualidad, con la transmisoginia de algunas feministas y con los representantes de partidos políticos de ultraderecha y sus socios que, mientras pretenden restringir las libertades de la comunidad LGBTQ+, se rasgan sus vestiduras apolilladas porque no los dejan subirse a unas carrozas. Mimimimimi.

Ved Pose, que está muy bien, es bonita, emocionante y tiene unos personajes que enamoran.

Crítica: ‘Pose’ le regala a sus personajes el final feliz que se merecen
La serie eligió ser un drama familiar lleno de optimismofueradeseries.com

valentina

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