Esta crítica se ha escrito tras ver ‘¿Quién mató a Sara?’ completa y no contiene spoilers.
A finales de marzo, Netflix estrenó uno de esos títulos a los que da poco altavoz pero acaban convirtiéndose en uno de los éxitos inesperados del mes en la plataforma (al menos si nos fiamos de su top semanal). No es otro que ¿Quién mató a Sara?, una propuesta mexicana que cuesta enmarcar, pues cogen mucho de la tradición de los títulos criminales y lo mezcla con algo que, en ocasiones, se acerca mucho al culebrón. Y lo cierto es que funciona.
La serie parte con la muerte de Sara, una joven que en seguida descubrimos que fue asesinada en una situación en donde varios personajes han podido ser los culpables y tienen sus móviles. Ella es la novia pobre del heredero de un imperio del juego y, a modo de canje que no llega a ser pagado, su hermano Álex aceptará cargar con la culpa, y con la cárcel. El punto de partida es un drama (la muerte) y el engaño (dado que no se llega a pagar el precio marcado para que Álex corra con la responsabilidad penal) y juntos dan pie a una venganza originariamente solitaria.
La extrañeza viene de algo que juega a favor del título: el heredero y sus hermanos apoyarán el plan de Álex pues, de alguna forma, la nueva generación del imperio Lazcano no quiere perpetuar los pecados de sus padres. Es una pelea entre buenos y malos donde los buenos son muchos (y jóvenes). Pero, por otro lado, los malos también son varios, representados por los padres y su entorno y a los que vamos descubriendo maldad conforme avance el minutaje. ¿Quién mató a Sara? no juega al giro imposible, pero sí a ir desnudando poco a poco sus cartas con un tono que coquetea con el culebrón de toda la vida, acompañando ciertas escenas a los gestos, ritmos y hasta recursos musicales que tantas veces hemos visto; pero todo ello bajo la apariencia de una serie criminal.
La puntilla la da algo que siempre funciona: buenas ropas, gente guapa y sexo. El sexo siempre vende y en este caso no es gratuito, pero sí muy intencionado; las escenas de cama están suficientemente presentes para que nos alegren la vista recurrentemente y, además, no tiene miedo a enseñar hombres desnudos (casi diría que más que mujeres). Eso y una producción cuidada dan una serie que puede dar pereza de empezar, pero no de acabar. Y es que consiguen avanzar en la trama sabiendo a donde van. Sin explicar ningún detalle de lo sucedido, el final deja claro que esta es una historia que conoce qué giros va a dar y qué ha venido a contar. A nosotros llega un placer culpable de manual que ha conseguido conquistar mucho más de lo que podíamos elucubrar hace un mes.
‘¿Quién mató a Sara’ está disponible en Netflix.