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Crítica: ‘Fariña’ tiene buen ritmo y aspiraciones internacionales

Javier Rey (derecha) es Sito Miñanco, el gran protagonista de ‘Fariña’. (Fuente: Atresmedia)

El ascenso a la cima de una organización criminal es una de las historias más contadas por el cine y la televisión. Es difícil resistirse a la narrativa del hombre que no tiene nada, más que su ambición, y que con su esfuerzo y su inteligencia acaba escalando hasta convertirse en alguien muy poderoso. Y rico, claro. Sito Miñanco es ese hombre en el primer episodio de Fariña, la serie que Antena 3 preestrenó anoche para aprovechar la polémica surgida recientemente alrededor del libro de Nacho Carretero.

Una juez de Collado Villaba (Madrid) ordenó el secuestro cautelar del libro, publicado en 2015, que cuenta cómo Galicia se convirtió en la puerta de entrada de la cocaína en Europa durante los años 80, y cómo los narcos cambiaron el contrabando de tabaco por el tráfico de una droga que les hacía ganar mucho más dinero, lo que a su vez les permitía controlar aún más todos los estamentos de la vida alrededor de las rías. El ex alcalde de O Grove lo denunció por vulnerar su derecho al honor, ya que su nombre se cita en sus páginas.

El estreno de Fariña, serie de Bambú que adapta dicho libro, no estaba previsto todavía, pero las circunstancias llevaron a que Antena 3 dejara ver el primer capítulo, acompañado después de un debate sobre los narcos gallegos. Y por lo que se vio en él, podemos estar ante un estreno muy interesante, pese a que lo que cuenta ya lo hemos visto muchas veces.

La cooperativa de narcos de ‘Fariña’. (Fuente: Atresmedia)

Nuestra puerta de entrada es Sito Miñanco (Javier Rey), un joven de Cambados que, para salir adelante, se dedica a la pesca ilegal con su padre. Tiene un gran talento para eludir a la guardia costera en su barco, así que acaba entrando en la órbita de Terito, apodo de Vicente Otero (Manuel Lourenzo), jefe de la “cooperativa” en la que se asocian los grandes contrabandistas de tabaco que, después, se pasarían al narcotráfico.

En 1981, cuando arranca la acción, ninguno de ellos sabía siquiera lo que era el hachís, y Terito no quería tocar las drogas de ninguna manera. Con el tabaco se sentía seguro; sabía que la justicia no los perseguiría demasiado porque era un delito “inofensivo”. Si empezaban a transportar hachís, las cosas iban a ser muy diferentes. Pero Manuel Charlín, Laureano Oubiña y el propio Miñanco ven la oportunidad de negocio de unas sustancias que les reportan unos beneficios infinitamente mayores y que, para el protagonista de la serie, pueden cumplir sus sueños de ser muy rico y, sobre todo, de ser alguien respetado en su pueblo.

Esa ambición es lo que mueve a Miñanco durante un primer capítulo que transcurre a toda velocidad. En los 70 minutos que dura nos da tiempo a ver sus pescas ilegales con su padre y su primer viaje a Panamá a, en teoría, lavar el dinero que gana con el contrabando de tabaco, pero allí acaba contactando con los carteles colombianos que le proporcionarán la cocaína.

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Ese ritmo trepidante es el mismo al que Sito iba quemando etapas en su ascenso. Su deseo de ganar dinero y ascendencia social queda muy bien reflejado en el retrato que Javier Rey hace de él, un retrato de un tipo que no es mala persona, pero que se deja llevar por su ambición y por su convencimiento de por qué va a negarse los placeres que quiera si tiene dinero para permitírselos.

Rey es el ancla alrededor de la que gira toda la historia, pero en el primer episodio son importantes también los Charlines, dominados por un padre autoritario y codicioso y que funcionan más como una familia mafiosa al uso, y empieza a apreciarse que Fariña va a pintar un panorama más completo del entramado criminal y social del narcotráfico gallego.

Fuente: Atresmedia.

Lo que también queda claro es que tiene claras aspiraciones internacionales, tanto en el modo de explicar al principio por qué Galicia era el lugar ideal para que se diera este fenómeno como en la velocidad a la que transcurre la historia y su dirección, que saca todo el partido posible a las persecuciones nocturnas por la ría y al paisaje. Es un cambio de ritmo para su productora, Bambú, que hasta ahora había tenido más éxito con sus dramas románticos y que aquí sale airosa, por el momento, de la tesitura de meterse en una historia criminal.

Aunque va a ser una historia criminal con ciertas particularidades dictadas por las idiosincrasias de los propios narcos, que nunca fueron tan violentos como los carteles que se ven en Narcos, pero que sí fueron desplegando redes de contactos al más alto nivel regional que les permitían actuar con impunidad.

De momento, esto ha sido sólo un preestreno. Antena 3 no ha anunciado una fecha aproximada de estreno del resto de la temporada de Fariña, pero el primer vistazo fue un éxito, con 3,4 millones de espectadores y un 21,4% de cuota de pantalla. Y aunque ha sido muy comparada con Narcos, tampoco hay que obviar la sombra que proyecta sobre ella El hombre de las mil caras, la película de Alberto Rodríguez sobre Francisco Paesa.

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