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Crítica: ‘iZombie’, un polvorín a punto de estallar

Fuente: AXN

Tenía que ocurrir antes o después y al final de la tercera temporada acabó pasando. Los zombis salieron de la clandestinidad para no seguir jugando a eso de la doble vida eternamente y evitar que iZombie cayese en el saco de las series que alargan lo inevitable hasta el infinito y más allá. El as en la manga para conseguirlo fue un virus que se encargó de aumentar en 10.000 bocas la población que se alimenta de cerebros, poniendo en jaque el precario equilibrio que se había mantenido hasta entonces.

En paralelo, Liv (Rose McIver) rompió con su novio después de serle infiel y Major (Robert Buckley) recuperó su condición de no muerto por el bien común. El panorama que se abre en esta cuarta temporada es el de una nueva serie en la que ahora sí hay invasión y un tono apocalíptico. Aunque ambos se encuentran controlados bajo los muros que rodean Nuevo Seattle.

Pese a la crisis vivida, la ciudad se ha convertido en un territorio más o menos seguro para Liv y sus congéneres. Sin embargo, no tiene nada que ver con la isla paradisíaca que tenía en mente Chase Graves (Jason Dohring), quien se impone a sí mismo como una suerte de gobernador obligado a mantener a raya y alimentados a los suyos para controlar la situación y evitar una masacre. La liberación del virus sin su consentimiento precipitó las cosas y le obligó a convertir Seattle en una zona en estado de sitio. Los soldados armados patrullan las calles, hay escasez de alimentos, controles fronterizos y toque de queda. Todo sea por contener a esa horda de nuevos habitantes convertidos que se han comprometido -no les ha quedado otra- a no cruzar el muro mientras el resto del país les envíe los cerebros de sus muertos para poder seguir alimentándose y no perder el control.

‘iZombie’ no es la típica serie de zombis
Los muertos vivientes de Seattle tienen su propia personalidadfueradeseries.com

La cuarta temporada de iZombie arranca en un panorama totalmente nuevo para sus protagonistas, pero también para los espectadores, que se encuentran con una serie que es la misma, pero, al mismo tiempo, no lo es. Ha evolucionado y dado un salto hacia otro género. El toque desenfadado a lo Veronica Mars y caso episódico policial que resolver siguen estando -dejarles ir sería un error-, pero cobra un mayor protagonismo el ambiente de opresión, claustrofobia y tensión contenida que les rodea. Nuevo Seattle es un polvorín a punto de estallar en cualquier momento, y probablemente lo haga hacia el final de la temporada, de cara a buscar una solución al problema en la ya confirmada quinta y última.

A Liv a veces comer cerebros la convierte en alguien muy estirado. (Foto: AXN)

En un clima de tensión así, lo que sigue siendo más importante de iZombie son las historias y dramas personales de cada uno. Es posible que se metan con temas más trascendentales y de actualidad o que a veces se lleguen a poner un poco intensos -como ese momento en el que Major le recuerda a una novata que el hecho de que haya un vídeo de un soldado arañando a un civil desarmado es “la peor pesadilla de América”-. Sin embargo, la esencia se mantiene. Y la dinámica entre los personajes, también. Durante los cuatro primero capítulos -el tercero y el cuarto pertenecen a un mismo caso-, iZombie plantea cuáles son las reglas del recién inaugurado mundo en el que se adentró con ese final de la tercera temporada.

La supervivencia, en general y no solo en el caso de los zombis, pasa a un primer plano. A cada paso, un terrorista humano o un fanático no muerto puede cruzarse en el camino de un ciudadano cualquiera y desatar el caos latente. Unos, que se hacen llamar rematadores, por el placer de eliminar a los que consideran el enemigo y potenciales cazadores. Los otros, porque no ven personas, sino comida fresca.

En un ambiente así, proliferan quienes se quieren aprovechar del miedo y la necesidad de los demás. Los que trapichean con cerebros, los que a cambio de un buen fajo de billetes introducen y sacan gente de la ciudad, los que viven del negocio de servir comida gourmet a los zombis y quienes avivan la desesperación de la gente para erigirse en profetas creando su propia secta de no muertos. En este sentido, el papel de Angus (Robert Kneeper), padre de Blaine (David Anders), cobra especial protagonismo e interés. Sus sermones incendiarios contra Fillmore-Graves y sus soldados son el fiel reflejo de cómo un manipulador nato puede sacar el máximo provecho del desasosiego ajeno.

Todo sin perder de vista los casos. Asesinatos que resolver adecuándose a la nueva situación y con ese humor característico de una serie que encuentra en su protagonista y su entorno la verdadera razón por la que mantiene su tirón cuatro temporadas después. Esta es una ficción sobre la amistad de un grupo puesta a prueba continuamente.

Babineaux y Liv siguen teniendo una relación de lo más entretenida. (Fuente: AXN)

Ver a Rose McIver meterse en la piel de un personaje distinto cada episodio dependiendo del cerebro que se haya comido es una de las partes más divertidas. Siempre lo ha sido. Incluso cuando se trata de personajes realmente odiosos y antipáticos como la señorona estirada de Blue Bloody, el segundo episodio de esta temporada. En otras, como la romántica empedernida obsesionada con El diario de Bridget Jones del tercer y cuarto episodio, es mucho más divertido. La comedia tiene su peso y se alterna en equilibrio con lo dramático de la situación presente.

En cuanto al resto, Blaine es Blaine, y que no cambie. Babineaux (Malcom Goodwin) ya no es el inocentón y crédulo que fue en su día y, si hace falta, planta cara a las impertinencias de su compañera forense. Ravi (Rahul Kohli) sigue proporcionando algunos de los momentos más divertidos de la serie. Mientras, a Major de vez en cuando le dejan salirse del papel de chico bueno pacificador para poner a Liv en su sitio cuando toca o para protagonizar momentos memorables a la altura de aquella vez que se comió el cerebro de una adolescente. Que los zombis adquieran temporalmente la personalidad de la persona a quien pertenecía el cerebro que comen siempre ha sido una carta muy bien jugada por Rob Thomas y Diane Ruggiero para dar rienda suelta a la parte más cómica de iZombie.

Mención especial merece el uso de la música que, sobre todo en los episodios tres y cuatro, contribuye a generar cierto tono dependiendo del momento y lo que se pretende transmitir. Las escenas de enamoramiento a primera vista, a cámara lenta y con luz cegadora de una enamoradiza Liv no habrían sido lo mismo sin Savage Garden sonando. Sobre todo para quien sea capaz de acordarse de aquel duo australiano de los noventa que edulcoraba a toda una generación.

La cuarta temporada de ‘iZombie’ se puede ver cada domingo por la noche en AXN.

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