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Crítica: ‘The Crown’ sigue siendo la joya de Netflix en la temporada 3

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito después de ver cinco episodios de la tercera temporada de ‘The Crown’. No contiene spoilers.

El inicio de la tercera temporada de The Crown utiliza la aprobación del cambio del retrato de la reina Isabel II en los sellos postales para presentar a Olivia Colman en el rol que ocupó Claire Foy durante dos años. Es un recurso sencillo y efectivo, que funciona como transición entre las dos actrices, y para acentuar el sentimiento de que la monarquía es un símbolo cada vez más caduco, una idea que se explorará en más de una ocasión durante esta entrega.

Colman no es la única novedad en el reparto recurrente (Tobias Menzies, Helena Bonham Carter, Ben Daniels, Charles Dance…) también se incorporan nuevos personajes, y no es difícil acostumbrarse a los cambios (el más drástico quizá sea el de Daniels en el lugar de Matthew Goode), porque en la narración solo ha pasado un año desde el final de la segunda temporada, y porque, en el fondo, los conflictos continúan siendo los mismos: la vida en palacio parece estar atrapada en ámbar, mientras el mundo está en constante movimiento.

(Fuente: Netflix)

Como ya es costumbre en la serie, en esta tercera temporada también se construye cada episodio alrededor de un incidente histórico importante para la familia real, con lo que se consigue una estructura episódica que se agradece, una que, por lo general, suele quedar difuminada en las series de Netflix. Un diseño temático que facilita que algunos de los episodios tengan un gran impacto emocional.

Entre los cinco que he podido ver antes de escribir esta crítica destaca en ese sentido el tercero, Aberfan, que es probablemente el mejor de la primera mitad de la entrega. El que más me sorprendió fue el siguiente, Bubbikins; en un inicio pensé que iba a ser otro ejemplo de la fascinación de Peter Morgan por la figura del Duque de Edimburgo, pero se transformó en el episodio más encantador de los que llevo vistos hasta ahora. Como curiosidad, el quinto, Coup, en el que la monarca realiza un viaje por Francia y Estados Unidos, ha causado cierta polémica en los medios británicos por lo que allí se sugiere.

(Fuente: Netflix)

El período que se explora en esta temporada es el comprendido entre 1964 y 1977, marcado por cambios de gobierno, crisis políticas, financieras y la pérdida de estatus del Reino Unido en el panorama mundial. Todo esto mezclado con dramas más domésticos, con los que se intenta humanizar a la familia real, al recordarnos que disfrutan de múltiples privilegios heredados y no merecidos, ni trabajados, pero por los que a cambio sacrifican su individualidad y la libertad de sentir y hacer. La reina cede el protagonismo en algunos momentos, como en el episodio protagonizado por la princesa Margarita pero, al final, todo regresa siempre a ella.

A quienes nos gusta The Crown, en esta temporada nos sentiremos como en casa, porque estamos acostumbrados a su ritmo y tono flemáticos, y a la distancia emocional de sus personajes, sin embargo, es justo reconocer que esta familiaridad también puede jugar en su contra. Después de tres años, algunos conflictos se sienten repetitivos y es difícil ignorar que la estructura episódica, aunque no ha dejado de funcionar, es siempre la misma, pero en valores de producción e interpretativos, sigue siendo una serie realmente excepcional; es un disfrute garantizado y una cita ineludible cada año.

La tercera temporada de ‘The Crown’ está disponible en Netflix.

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