Los espectadores podrán ser tan rápidos como Número 5. (Fuente: Netflix)
Confieso que algunos podcasts los escucho aumentando su velocidad de reproducción. En los que son en formato tertulia, te ayuda a condensar la conversación, empleando menos tiempo total en la escucha, y además se aligera el ritmo, minimizando silencios y convirtiendo a los podcasters en verdaderos diablillos de la palabra (no intentéis escuchar a C.J. Navas más rápido de lo normal porque es imposible, él es una bala al natural). También me gusta a veces poner los podcasts en velocidad inferior, porque la gente parece que está borracha y no deja de hacerme gracia, pero eso es otro tema.
Sin embargo, la traslación de esta modalidad de consumo del contenido a las series me parece una absoluta aberración. Es lo que está testando Netflix en algunos dispositivos Android (a mí no me sale), la posibilidad de ver los episodios a velocidad x1,5 (que estaría entre la normal y el doble, que sería x2). Se trata de una de esas opciones que la empresa prueba, pero no se sabe si implantará o no de manera definitiva, y que a veces parecen destinadas simplemente a dar que hablar. Así pues, hablamos de ello.
Lo “bueno” de acelerar las series es que tardamos menos tiempo en verlas. Un episodio de 45 minutos podríamos consumirlo en 30 y, siguiendo esto, la primera temporada completa de The Umbrella Academy, cuyos diez episodios duran un total 9 horas y cinco minutos, se reduciría a solo 6 horas de visionado. Otro ejemplo: todos los episodios de Friends suman 121 horas, pero si ponemos la serie a x1,5 la podemos terminar en solo ochenta horas. La pregunta es, ¿merece la pena?
Entiendo la ventaja de pisar el acelerador cuando se trata, como decía antes, de un podcast donde la información va a llegar al oyente igual y la forma no importa tanto o en un vídeo de Youtube en el que aprendes a cocinar o a pintar una silla. No necesitas empatizar con las emociones de los protagonistas. De hecho, Youtube te permite poner los vídeos hasta velocidad x2, donde según la verborrea del protagonista ya empieza a pitufarse. ¿Pero con una serie o película? ¿no destruiríamos el ritmo en el que ha sido concebida y, por tanto, estaríamos alterando la esencia de la obra y su experiencia?
“No me obliguéis a llamar a todos los directores y creadores de series de la Tierra para luchar contra esto. Ahorradme ese tiempo. Ganaría, pero costaría mucho tiempo. No jodáis nuestro timing. Os damos cosas bonitas, dejadlas como estaban hechas para ser vistas”, ha dicho en Twitter el director y productor Judd Apatow al cruzarse con la noticia. Y desde el punto artístico tiene razón. Yo, en principio, también me he llevado las manos a la cabeza y he pensado que jamás lo haría.
Ahora bien, también pienso que cada usuario es dueño de elegir cómo consume las series o películas, sea o no sea de la forma idónea para la que se pensó. Esto, en realidad, entronca con la ya clásica polémica de si ver películas en casa no es lo mismo que verlas en la sala del cine (viejunismo alert!) porque se pierde la atmósfera y la espectacularidad de la pantalla grande. Para muchos ver los epsiodios más grandilocuentes de Juego de tronos (como por ejemplo La batalla de los bastardos) en el móvil será un sacrilegio, pero para otros un “mira, chico, no me cuentes tus movidas”.
Porque por muy puristas que queramos ponernos, aunque no le demos al botón de x1,5, todos hemos visto series o películas con la atención baja: ya sea mirando el móvil, haciendo tareas, dándole vueltas a otra cosa en la cabeza o sencillamente con sueño. Las “series de planchar” son toda una categoría desde siempre en esto de la seriefilia.
Vale, que cada uno escoja la velocidad que quiera (por mucho que Apatow apriete los puñitos), pero aún así me parece interesante que nos preguntemos qué lleva a alguien a ver las series aceleradas. Desde luego, el FOMO (Fear of missing out, o miedo a perderse algo) es una razón obvia. Cada viernes asistimos a auténticas carreras por ver quién termina antes la serie de estreno en Netflix de turno y nos hemos acostumbrado a la expresión “me he ventilado la temporada en dos días”. ¡VENTILAR! ¡que ni que fuese un problema del que tienes que deshacerte lo antes posible! Pero parece que es la manera de mantenerse dentro de la conversación: ver Muñeca Rusa en noviembre de 2019 parece casi vintage.
Desde luego, Netflix y su impulso del binge-watching, que no ha sido solo cosa de los usuarios sino algo que ha movido la compañía con sus herramientas de marketing de forma activa, nos ha llevado a esto. A querer verlo todo y verlo ya. A terminar series para ponerlos la medallita, tragándolas sin masticar y apenas paladeando. A consumir el audiovisual como si fuese fast-food. Y puede que próximamente a pisar el acelerador del x1,5 porque así trece episodios de Iron Fist entran mejor. Spoiler: no hace falta verlos si no te apetece o no te gustan.
En mi opinión, estas modas acabarán teniendo su reverso y el completismo convivirá con otra forma de acercarse a las series más relajada. Como el slow travel frente al turismo taquicárdico. Abrazando el JOMO (Joy of missing out, o disfrutar de perderse cosas) o cualquier otro anglicismo absurdo. Vamos, lo que de toda vida ha sido ver unas pocas series, pero disfrutarlas mucho.