Una imagen de la última temporada de ‘Pretty little liars’. (Fuente: Freeform)
Este contenido tiene una parte final con spoilers adecuadamente señalizada
Todos aquellos que seguís a nuestras Pequeñas Mentirosas desde el inicio, ya estaréis familiarizados con los triples mortales a los que Marlene King nos tiene acostumbrados. Ayer, por fin, y tras siete años escondiendo cartas, pudimos cerrar la mayoría de los cabos que estaban sueltos en un capítulo doble intenso y lleno de noticias.
Pero no solo el capítulo final marca el cierre de esta séptima temporada; las últimas horas de este año han sido claramente de despedida. Relaciones sentimentales que cierran el círculo, amistades históricas confrontadas y equipos volviendo a trabajar juntos. Si bien no es un cierre perfecto, o no me lo ha parecido, sí es coherente con lo que hemos visto estos años y nos ha acompañado.
El cierre de la serie marca un hito. Con Pequeñas Mentirosas hemos podido ver una serie policial pensada para adolescentes. Y un culebrón. Y una serie de instituto. Y de conflictos intergeneracionales. Si algo ha tenido es que ha cubierto muchos géneros, algunos poco habituales para el público objetivo al que iba dirigido.
Y éste ha sabido responder. Twitter hoy es un hervidero de gente comentando este tramo final, o escondiéndose para no saber nada de lo sucedido antes de verlo. Si algo ha hecho la serie es despertar pasiones y debates sobre el fondo y la forma de la ficción.
Pero no sólo el fandom ha soltado lágrimas, opiniones y lamentos por el fin de la serie. Desde que acabaron de grabar la séptima temporada de Pequeñas Mentirosas, hemos podido leer múltiples referencias de sus protagonistas, y no es de extrañar. Durante siete años, seis jóvenes han dado vida a sus personajes en 160 episodios. Han crecido con ellos y han destinado gran parte de su carrera profesional en este tiempo a darles vida. Si para nosotros ha sido un camino intenso, nuestras siete mentirosillas tienen que haber vivido cada giro como el último con entereza para aguantar.
Si has llegado hasta aquí con la serie, si te quedaste en el descanso de la séptima temporada y perdiste la costumbre, si temes que lo que te venga ahora te deje con dudas, sigue. Acaba. Lánzate al vacío y disfruta del sprint final de Pequeñas Mentirosas. No sé si te será satisfactorio, pero te aseguro gesto de sorpresa.
Y ya sabes, una vez lo hayas visto…
Impresiones con spoilers
Nota. El texto que viene a partir de ahora contiene spoilers. Si no has visto el final de la serie, si no quieres que te descubra nada, si te gusta ver la ficción sin pistas, por favor, no continúes leyendo. Vuelve a este artículo cuando hayas devorado el tramo final y te estaré esperando con los brazos abiertos.
Bien, allá vamos.
Primero de todo. ¿Qué? Es decir, en serio. ¿Qué? El ciclo sin fin de los gemelos, que lo envuelve todo y siempre hay uno nuevo, ha sido un recurso utilizado estos años, pero, ¿de verdad era necesario? ¿Cuántos llevamos estos años? Creo que he perdido la cuenta. Sin embargo, lo reconozco, Troian Bellisario es de largo la que más me gusta de ellas, y regalarnos el caramelo de jugar con una doble personalidad inglesa, mucho más ruda y cruel, ha sido un pequeño placer.
Llegamos al capítulo 19 con un cierre aceptablemente digno al que, es cierto, le quedaban cabos sueltos. Pero por una vez parecía que nos iban a dar algo realmente tranquilo y feliz. Simplemente, las cosas han llegado demasiado lejos y nos sirven una solución sencilla que había estado ante nosotros.
A su vez era la mayor muestra de amor que Spencer podría haber recibido de su madre biológica. La redime y nos deja con el placer de ver que las chicas han superado el nudo gordiano en el que se encontraban, siendo fuertes y manteniéndose unidas. Nuestras parejas quedan bonitamente reordenadas y los chicos hacen equipo conjunto para trabajar. Bien, sí, vale, a Mona, la pobre, la dejamos con todos los tornillos de IKEA perdidos. Pero no todo puede ser perfecto. Que Mona estaba un poco ida no creo que a estas alturas sea una sorpresa. De hecho, parte de su encanto es precisamente ese punto de peligrosa irracional.
“No estoy segura de nada… Eso no es cierto. Estoy segura de vosotras”
A mí, con Aria diciendo si queremos detener la locura hay que dejar de actuar como locas, me tenían convencida. No podemos decir que siete temporadas y más de una década de sus vidas sea poco tiempo para entender que, si te encuentras, un cadáver hay que llamar a la policía, pero bueno, por fin lo habían logrado. Spencer cerraba toda duda con su no estoy segura de nada… Eso no es cierto. Estoy segura de vosotras. Un final feliz para el cuento de fantasmas, muertos vivientes, gemelos malvados y demás giros imposibles que habíamos visto.
Y, entonces, me siento tranquilamente en el sofá a ver el capítulo final, esperando muchas sonrisas, recuperar el ver viejas caras, muchos bebés gorditos por todos lados y parejas felicísimas.
Y pasa un año. Acabáramos.
Sudor frío. Recuerdos de la última vez que nos avisaron del paso del tiempo en la sexta temporada. Me agarro a mi gato. Él intenta escapar. Es inútil. Todo está perdido.
Sí, yo tampoco he sido el lápiz más afilado de la caja. Era previsible que Marlene King (cameo incluido) no nos presentara un final sencillo con su lazo y todo. Pero a mí me debe de haber pillado aún medio dormida. A la cara de sorpresa me ha seguido algo de enfado. Debería estar acostumbrada a triples mortales que te cambian un porrón de años de historia, y cualquiera que siga Pequeñas mentirosas debe aceptar con deportividad los juegos de trilero para girar completamente la tortilla, pero me ha costado medio capítulo aceptar con elegancia el nuevo cambio.
Aun así, no todo son malas sorpresas. Las madres volviéndose a reunir con una botella de vino se añoraba -la enésima que hemos visto, por cierto-. También rescatar a Wren Kingston me ha parecido un acierto; en un mundo paralelo vivía la vida que muchos le deseábamos, junto a Spencer. O al menos la versión de Alguien voló sobre el nido del cuco de Spencer.
Es hasta poético que un amor que le trajo tantos problemas acabe con un diamante. Prensado eternamente en el cuello de su Julieta, en lo que es la relación tóxica y macabra por excelencia. Mona siempre será Mona, cerrando una escena sarcástica y entre triste, por ver que nada cambia para ella, y feliz por poder ejecutar una venganza a la medida.
Y las nuevas chicas, el corrillo de niñas siguiendo a la popular y siendo crueles porque la abeja reina así lo manda. Durmiendo en un granero en una fiesta de pijamas. El ciclo se repite. Porque a fin de cuentas, ¿quién no se ha emborrachado, drogado, escapado y perdido a una amiga en la noche en la que suceden múltiples altercados con asesinatos incluidos?
Vale, reconozco que esto último me ha costado de digerir. Pero oye, es lo que tiene Pequeñas mentirosas.
‘Pequeñas Mentirosas puede verse en AXN White los sábados a las 13.10 h.