(Fuente: HBO)
¿Sabéis esos dibujos animados en los que le meten demasiada información a un robot y empieza a echar chispas y a girarle la cabeza hasta que le explota? Pues ese soy yo viendo Westworld esta temporada. Qué virguería, amigas. Qué de bucles, qué de paralelismos, qué de todo. Hasta Dolores nos pilla por sorpresa esta semana: ¡que resulta no quiere matarnos sino liberarnos!
Pero antes de llegar a eso, empecemos en París. A lo largo del episodio, conocemos la historia pasada de Engerraund Serac, narrada por él mismo (más tarde descubriremos que la está narrando porque Dolores ha accedido a sus datos para saber más de su enemigo). Desde la traumática pérdida de todo en París, asolada por lo que parece una guerra nuclear, al desarrollo junto a su hermano de una herramienta para salvar el mundo, ese Rehoboam que ya conocemos (Salomón, en sus comienzos) al que se refiere como, nada menos, Dios. Un Dios para librar al mundo del libre albedrío o, según lo ven ellos, del caos.
Si comparamos la historia de ambos con la de Robert Ford y Arnold Weber es fácil ver el paralelismo. Una estrecha relación (unos hermanos, otros amiguísimos), dos mentes brillantes que crean una empresa con una tecnología que puede cambiar el mundo y uno de ellos que se vuelve loco ante el poder que tiene en sus manos. Y justo ese es el que acaba muerto. Y como espectadores nos preguntamos: ¿es esta repetición simplemente un juego narrativo, a modo de autohomenaje, que plantean Nolan y Joy, o están diciéndonos que la humanidad de la serie está condenada a repetir su historia en forma de bucles, pero a mayor escala?
Pero antes de que nos empiecen a temblar los sesos, pasemos a la parte más liviana (pero no por ello menos chachi) del episodio: esa acción loca y desenfrenada de la persecución de coches que esta vez viene con una idea creativa de lo más divertida. Liam Dempsey Jr. inocula a Caleb una droga llamada géneros que hace que la serie, literalmente, juegue con los géneros cinematográficos a medida que pasa el tiempo: de una peli antigua en blanco y negro de gánsteres a la realidad, pasando por el melodrama romántico (¿quién no se va a enamorar de esa Dolores a cámara lenta mientras suena la canción de Love Story?) o el drama de acción. Y todo ello apoyado con diferentes estéticas, música, colores, dirección… Sencillamente brillante.
Pero más potente aún que esto es la jugada de Dolores. Si creíamos que su plan era matar a los humanos, lo que ha hecho ha sido liberarlos (¿o sencillamente busca el caos?). Toda la información confidencial de Incite sale a la luz y, por ejemplo, Ash ve que su hermano James tendrá una muerte violenta en un periodo de 5 a 8 años. Ella pregunta si es cierto todo lo que Rehoboam sabe. “No se trata de lo que sabe, sino de lo que decide. Por ti, por todos”, responde Dolores. La dichosa máquina es eso, una condena para las personas.
Vamos a recrearnos un poco en esto. ¿Habéis parado la escena para ver qué ponen los teléfonos de la gente del vagón? Yo sí. Ahí van algunas perlas: al señor del traje le dice que es percibido como “poco confiable e inestable” y que sus amigos le suelen describir como “gilipollas, poco fiable y loco”; a la mujer del pelo corto rubio le pone que le diagnosticarán Alzheimer temprano en doce años y que no tiene permitido reproducirse; y la señora de la coleta descubre que su hija se suicidará en el baño de una residencia, por un transtorno depresivo y que ya se han apreciado signos de ello por su comportamiento en las redes sociales y un historial familiar de ansiedad. Casi nada.
Pero lo interesante es qué significa esto en el juego de Westworld. De repente hemos pasado de unos robots esclavizados por humanos a todo lo contrario: las personas están esclavizadas por una gran inteligencia artificial. La ruptura de cadenas se ha vuelto a dar, pero en sentido inverso. Lo curioso es que Dolores, lejos de querer tomar el control de Rehoboam (¡o fundirse con él!) y así tener la sartén por el mango, lo que quiere es desbaratarlo. Liberar a los robots de los humanos y liberar a los humanos del robot, pero siempre liberar.
Y a todo esto, Westworld quiere jugar a plantearnos las dos caras de la moneda respecto a Rehoboam: por un lado, es un instrumento que esclaviza a la población y cercena sus libertades, pero por otro plantea un objetivo casi utópico, el de proteger al planeta del odio, la destrucción y los conflictos. Sí, el mismo que acabó con París o ese que se desata en las calles frente a Caleb cuando Dolores libera la información. Entonces, ¿es Serac el bueno o el malo de la historia? Nosotros somos #teamDolores, claro está, pero la serie no pierde la oportunidad de sembrar dudas. Y se viene guerra, como vemos en el encuentro final por holograma.
Volvemos con Caleb, que llega a la última fase de la droga: la “realidad”, como dice Giggles. Y, si os fijáis, llama la atención que todo el mundo ha descubierto los secretos de su perfil menos Caleb, a quien ya le contó Dolores su final suicidándose. Pero la ficha de Rehoboam también te cuenta tu pasado y presente, y ahí es donde el personaje de Aaron Paul parece tener lagunas: “Ni siquiera sabes quién eres”, le espeta Liam. Y entonces le llegan flashes de su pasado: parece que él mató a su amigo Francis, pero su cerebro lo había borrado. ¿Y si el sistema no solo sirve para atarnos sino también para protegernos de ciertos pasajes traumáticos de nuestra vida? De repente, Calen es uno de los grandes misterios de la serie. Por cierto, sí, en los flashes hemos visto también a Enrico Colantoni (¡el mismísimo padre de Veronica Mars!).
Y si hablamos de incógnitas, una semana más cerramos con Bernard. Dolores-Connels lo ha llevado de aquí para allá, acercándolo a Rehoboam y diciéndole que tiene que decidir su bando. Pero Bernard, con lo pusilánime que ha sido siempre, no se decide. Otro dato a tener en cuenta: es el único robot no reemplazable. No olvidemos que él, en cierto modo, es una extensión de Arnold y este fue quien lo empezó todo… ¿Alpha y Omega?
Los nuevos episodios de la tercera temporada de ‘Westworld’ están disponibles cada lunes en HBO España.