Maggie Civantos, en ‘Malaka’. (Fuente: RTVE)
Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de la serie. No contiene spoilers.
Hay críticas que son más complicadas de hacer que otras. Porque algunas series tienen mayor subtexto y contexto más complejo o, simplemente, porque te gustaría pensar diferente. Y porque a veces cuestan, pero crees entender qué hay detrás y te parece loable. Es el caso de Malaka, una propuesta que si bien tiene una entrada difícil, también tiene muchas cosas que decir. Prueba de su extraña digestión es la emisión de los dos primeros episodios de golpe. Así la vimos también en el FesTVal, y salí con la sensación de que el primer episodio debería haber sido mucho más.
Es bueno que la televisión pública experimente con formatos menos vistos. En esa línea, el inicio Malaka juega a un ritmo pausado, yo diría que algo lento, en el que se presentan diversas situaciones que no acabas de entender cómo encajan hasta más adelante. En ocasiones me sentí desorientada y sin tener claro si era la única que no estaba teniendo la tranquilidad de que sus creadores sí veían a dónde nos conducíamos. Obviamente lo saben, y se ve claro en el segundo episodio, donde gran parte toma su posición y pasa a generar un discurso más coherente.
Cuando superas esa entrada algo incómoda, resulta que ante una hay un thriller que, si bien no parece que tenga un tema especialmente innovador, sí puede resultar emocionante. La de Málaga es una serie que crece a medida que avanza, o eso es lo que las partes implicadas han dicho. En lo que a mí respecta, vista la evolución de los dos primeros episodios, me quedaré a seguir con ella. Pero no dejo de tener la sensación incómoda de que es en el piloto donde debe ponerse buena parte de la carne en el asador, y que en este caso no acaba de ser así.
Otro de los puntos conflictivos es el acento. Malaka transcurre en Málaga, con todo lo que ello conlleva. Ha sido grabada con gente de la zona y tiene muy clara su identidad. Algunos dirán que cuesta entenderla. Por mi parte, creo que si se nos hace complicado escuchar acentos de fuera de nuestro entorno es porque nos los han puesto delante pocas veces. Y eso debe cambiar. El castellano es rico en localismos y dejes al hablar. Y es bueno conocerlos. Pero, además, es absurdo pretender que solo exista una versión del idioma para todos. Vivimos en un país rico en lenguas, en dialectos y en adaptaciones. Aprovechémoslo. De nuevo, la televisión pública debe mostrarlo, aunque al principio pueda sorprender.
Salva Reina es el otro protagonista de ‘Malaka’. (Fuente: RTVE)
Por último, algo incómodo. La serie de Daniel Corpas y Samuel Pinazo enseña una ciudad que no queremos ver. Que abunda y que obviamos. Son los crecimientos urbanos, abandonados por los propios ciudadanos, en los que reside la gente con menos recursos. Los barrios conflictivos, que dirían algunos. Los rincones en donde metemos lo que queremos olvidar, dirán otros. Malaka es inmigración, pobreza, buscarse la vida como se pueda y saltarse las normas demasiado a menudo. Una muestra de algo que hay que discutir. Porque no se trata sólo de Málaga, ni de España. Es una forma de habitar el espacio que encontramos en casi cualquier lugar europeo y que tiene por delante una gran discusión para la que aún no tenemos solución.
Pero debemos ser conscientes de ello, mirarlo a los ojos y darle muchas vueltas. Porque algún día vamos a tener que remangarnos y ponernos a trabajar en ello. Mejor pronto que tarde.
Malaka es una serie de la que no tengo tan claro qué pensar, que me despierta curiosidades y que hace que lleve dándole vueltas una semana. No estoy segura de que vaya a llegar a buen puerto. En cambio, sí veo que es bueno que una producción me tenga días pensando en ella. Es algo áspera, tiene un primer episodio que no me convence y no entiendo del todo adónde va. Pero no me parecen malas premisas.
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