Blanca y Darío en una imagen del séptimo episodio de ‘Malaka’. (Fuente: RTVE)
Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa de ‘Malaka’.
Malaka ha sido de esas series que ha crecido en lo que avanzaban sus episodios. Con un arranque que me pareció desconcertante, cogía el ripio enseguida y mostraba sus cartas en el segundo episodio. Una petición de espera que puede haber costado seguidores pero que, sin embargo, sentaba muy bien a la ficción.
Pese a que pudiera parece algo desordenada en su primer episodio, o que no sabía muy bien a dónde quería ir, lo cierto es que ha sido todo lo contrario. Todas esas historias sin relación aparente se unieron ya en el penúltimo capítulo de una forma quizás poco verosímil, pero sí muy interesante. El juego entre una figuración irreal y el dibujo de una zona urbana degradada quizás ha hecho que no sepas cuánto pertenece a una caricatura y cuánto a un reflejo realista, y es la mayor pega que le he encontrado, ese distanciarse en ocasiones de una descripción de la ciudad más olvidada. Con todo el discurso ha permanecido hasta el final con un Darío (Salva Reina) que ha estado maravilloso y que se ha agarrado al sueño de un futuro mejor para su hijo.
Eso sí, el mensaje que deja es algo agrio. Todo sigue igual, con La Tota (Laura Baena) trapicheando para comer hamburguesas de un euro al margen de todo, un Monzón (Alejandro Casaseca) que no ha entendido nada de lo que su pareja ha intentado hacerle ver y un Darío fuera del cuerpo y viviendo en la ilegalidad. Entiendo que es un final más interesante que el de una conclusión feliz y perfecta, pero deja la sensación de que no se puede escapar de ese lugar, de esas formas de vida, de vivir olvidado por todos.
(Fuente: RTVE)
El cierre de Malaka te deja el corazón encogido y con algo de impotencia. Al menos nos quedan Blanca (Maggie Civantos) y Quino (Vicente Romero), quienes han encontrado algo de reparación y logran reconducir su vida para enseñarnos que hay esperanza y posibilidades de nuevos comienzos. No muy lejos del árbol, pero sí protegidos. Es posible que no podamos pedir mucho más y que lo que toque ver es que, efectivamente, la salida de un entorno así no es fácil, no se tienen las condiciones a favor, y nadie va a estar por la labor de facilitarlo.
No es una serie alegre. No lo ha sido desde el inicio. Pero han conseguido tramar algo a medio camino entre lo detectivesco, la acción y risas un tanto negras. Y lo han hecho de una forma más que entretenida y logrando un cierre con efecto. Ha sido una apuesta valiente tanto formalmente, como en contenidos, y no se puede más que estar agradecido por que la televisión pública pruebe otros discursos, otros berenjenales que cada día se están normalizando más en la ficción de aquí.
Las series españolas han venido a codearse con las grandes, y para ello son necesarios muchos intentos y pequeños triunfos. Malaka es uno de ellos. Un contraste fresco que te deja con mal sabor de boca y deseos cobardes de que un final feliz hubiera sido posible. Pero eso no era eso lo que venían a contarnos.
‘Malaka está disponible en el servicio A la carta de la web de RTVE.
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