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“Ni machista ni feminista”

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Imagen del episodio ‘Outside’ de la temporada 3 de ‘Día a día’. (Fuente: Netflix)

En la temporada 3 de Día a día hay una escena maravillosa que habla del acoso callejero, de la masculinidad tóxica y que explica la definición de consentimiento en las relaciones sexuales; aunque no sigáis la serie (y deberíais), os invito a ver el vídeo. En este espacio podría hablar de cualquiera de estos temas, pero hoy me voy a detener en un detalle que no es el que más llama la atención, ni es el más importante de esa situación, pero que sirve de contexto para lo que quiero decir.

Durante la discusión, la madre le pide a Elena que se calme; el hermano la llama psycho y le dice que “solo está enfadada porque Internet le ha dicho que debe estarlo”. La cosa acaba bien, porque esta serie es amor y lo que busca es el entendimiento, pero en la vida real, en Twitter, y en las reuniones con familiares, amigos y conocidos las cosas son diferentes. Y yo me sentí identificada con la Elena reivindicativa.

Hace unos años, cuando se empezó a hablar públicamente de feminismo, hasta el punto de empezar a convertirse en una moda, yo me emocioné. Sí, que se usara para vender camisetas, y que pareciera que la ficción audiovisual solo estaba apuntándose a una tendencia, me parecía un buen punto de partida; al menos, se estaba hablando sobre el tema. Pero aún estábamos aprendiendo a navegar la cuarta ola del feminismo cuando llegó la marejada de odio para arrasar con todo.

De repente, no recuerdo bien cómo, el diálogo se volvió imposible, descubrimos que había un movimiento infame llamado Incel y los (y las) que decidieron posicionarse en contra empezaron a defender lo indefendible. El feminismo volvió a convertirse en el enemigo, en una etiqueta negativa, y dijeron: .

Personalidades públicas de todos los ámbitos continúan utilizando esa frase maldita y, por ende, también las personas privadas que los siguen. Se mantienen firmes, y lo dicen con orgullo, porque creen que así defienden su libertad, porque no van a permitir que nadie les diga lo que tienen que hacer.

La postura de “ni machismo ni feminismo” solo puede nacer de la ignorancia. Ode la perversidad. Lo primero, no está relacionado con no haber ido a la escuela; no es una cuestión socioeconómica, es desidia, y está presente en todas las familias. Si alguna vez, por curiosidad, esa buena costumbre en vías de extinción, hubieran buscado la definición de feminismo, habrían visto que no es antónimo del machismo. Y no habrían hecho el ridículo. Ni perpetuado la mentira. Lo perverso, ya es otra historia.

Una imagen de la tercera temporada de ‘The Good Place’. (Fuente: NBC)

Ahora, lo que está de moda es atacar toda muestra y defensa de la diversidad y el respeto a los derechos civiles con un uso peyorativo de lo políticamente correcto. Como Elena, cuando pretendamos llamar la atención sobre una conducta o un comentario, nos convertiremos en objeto de burla, nos llamarán feminazis, cansinas, y malfolladas, “ya no se puede decir nada delante de ti”.

Y, como Elena, insistiremos, porque confiamos en que en algún momento todo tendrá que cambiar y, mientras tanto, y para conseguir ese cambio, tenemos que hacer nuestra parte. No nos quejamos por placer, y no estamos buscando el cielo de ningún tipo; ya nos dijeron en la temporada 3 de The Good Place lo difícil que es regir nuestra vida con valores éticos, porque con el consumo siempre estaremos apoyando algo cuestionable moralmente, aunque no lo sepamos. Pero no por eso vamos a dejar de intentar hacer las cosas bien.

Crítica: ‘Día a día’ volvió a hacer magia en la temporada 3
Como Schneider, yo también quiero que me adopten como parte de la familiafueradeseries.com

valentina

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