Esta crítica se ha escrito después de ver la primera temporada de ‘Gentefied’. No contiene spoilers.
Gentefied nació como webserie en 2016 y después de su paso con éxito por el Festival de Sundance al año siguiente, nos ha llegado ahora una primera temporada de diez episodios a Netflix. La serie creada por los chicanos Marvin Lemus y Linda Yvette Chávez toma su nombre del término genteficación, que se refiere a los procesos de gentrificación realizado por latinos con poder económico en los barrios tradicionalmente habitados por esta comunidad, con los que se espera llevar desarrollo financiero sin tener que desplazar a las personas que han vivido allí durante generaciones y que más lo necesitan.
Ambientada en el barrio Boyle Heights del este de Los Ángeles (el mismo en el que se acuñó el término genteficación en 2017), Gentefied sigue a la familia Morales, compuesta por el abuelo (Casimiro) y sus tres nietos jóvenes (Chris, Ana y Eric), mientras intentan mantener a flote Mama’s Fina, la taquería familiar que lleva el nombre de la abuela que ya no está.
Cada uno de los cuatro personajes principales tiene sus propias luchas y aspiraciones. Casimiro sigue preocupado por ayudar a sus nietos a conseguir sus sueños y sigue echando de menos a su mujer, Chris sueña con ir a una escuela culinaria en París, Ana quiere hacer de su talento como artista gráfica una profesión rentable, y Eric, a punto de ser padre, tiene miedo de que la ambición por una vida mejor represente la pérdida las tradiciones y la cultura familiar.
La serie navega entre las tensiones de los que se quedan y los que se van (o quieren irse), porque esa aspiración es interpretada como un sentimiento de vergüenza hacia su propia cultura; una representación de un conflicto interno muy propio de las nuevas generaciones de inmigrantes que, como Cris, son llamados “cocos” (marrones por fuera y blancos por dentro) porque no los consideran lo suficientemente latinos. Fuera de ese entorno tienen el problema contrario. La gente del barrio intenta jugar un juego en el que ellos no hacen las reglas, caminando siempre por la delgada línea que separa la tradición de la modernización, el respeto por su cultura y el derecho a tener sueños y ambiciones.
Gentefied necesita algo de recorrido hasta encontrar su tono. En los primeros episodios es una serie amable y entretenida que apuesta más por la comedia y, aunque nunca deja de serlo (y la pequeña Nayeli es una revelación divina siempre que aparece), esta propuesta crece cuando le dedica su atención a personajes que en un principio son más secundarios, y abre su corazón a aquellos que están totalmente fuera de los márgenes.
Los episodios centrados en la cotidianidad del mariachi y en la madre de Ana son los hallazgos de la temporada. En una época en la que los inmigrantes son meros números en los titulares y se generan narrativas que buscan deshumanizarlos, estas historias merecen ser contadas. Gentefied hace también un retrato del hombre mexicano que se aleja de los bad men que tanto predica Donald Trump, desde la primera escena con Eric y su mochila, que subvierte expectativas, los varones de esta serie siempre están dispuestos a mostrarse vulnerables, porque nada tienen que ver con el estereotipo del hombre violento, misógino, homófobo y criminal con el que suelen ser representados tan a menudo en la ficción.
Como nos ocurrió con Día a Día y los Álvarez, si veis Gentefied, la familia Morales os robará el corazón. Es una serie de esas que llamamos pequeñitas, y lo hacemos con mucho cariño, porque no necesitan una premisa high concept ni giros de guion para conquistarnos. Netflix, anuncia pronto su renovación, porque ese final de temporada nos dejó con el corazón colgando de un hilo.
‘Gentefied’ está disponible en Netflix.
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