(Fuente: Helen Sloan/HBO)
El cadáver de Juego de tronos ni siquiera ha empezado a humear y los periodistas ya estamos buscando a su heredera, decidiendo si la última temporada ha estropeado su legado y especulando con qué va a hacer ahora HBO sin su buque insignia, sin la serie que le ha dado Emmys y récords de audiencia impensables para una cadena de cable premium, y para el panorama televisivo actual.
Lo cierto es que HBO ya se ha visto en una situación así, aunque las circunstancias no sean las mismas. Hasta que Juego de tronos empezó a arrasar con todo a partir de su cuarta-quinta temporada, la serie por antonomasia de la cadena era Los Soprano. Reunía elogios críticos, buenas audiencias y gran respuesta en los premios, y su éxito le permitió dar luz verde a otras series que podían ser un poco distintas o más minoritarias. Su final, en 2007, fue el inicio de una época de vacas más o menos flacas en la cadena. Y curiosamente, mientras todo el mundo buscaba la nueva Los Soprano en productos que llegaban con la vitola de “televisión de prestigio”, era algo mucho más camp, alocado y desprejuiciado como True Blood lo que atraía la atención de los espectadores.
A partir de mañana, cuando el Trono de Hierro pase a ser sólo uno de los recuerdos de Bran Stark, HBO entrara en otra era de sequía sin la serie que la ha definido durante unos cuantos años. Esta era será muy diferente porque, además, la cadena responde ahora ante unos propietarios, la teleco AT&T, que pretende ponerla a competir con gigantes del streaming como Netflix y da la sensación de que la paciencia no va a ser una de las virtudes de la nueva dirección. Juego de tronos, además, ha desatado la fiebre por los blockbusters televisivos, las series que se gastan alegremente más de 100 millones de dólares por temporada para ofrecer el espectáculo más grande que no adapte un cómic de Marvel.
Todo eso no es indicativo de dónde puede encontrar HBO su “True Blood 2.0”, la serie que consiga concentrar de nuevo la atención de millones de espectadores. De nada sirve que descartemos automáticamente a una Westworld a la que no le ayuda que tardemos casi dos años en ver sus nuevas temporadas, que creamos que lo que es más una producción de BBC como La materia oscura pueda tener madera de fenómeno global, o que confiemos en que Damon Lindelof vuelva a saborear con Watchmen un éxito similar al de Perdidos (algo que, probablemente, él no quiera volver a vivir): la obsesión de los estadounidenses por Big Little Lies prueba que, en este juego de adivinanzas, nadie sabe nada.
Juego de tronos ha marcado una época, sí. También da la sensación de que, como suele ocurrir en estos casos, se aprenden las lecciones equivocadas a la hora de querer replicar su éxito. Pocos toman nota de que la serie tardó unas tres temporadas en demostrar que podía ser un fenómeno masivo planetario (y que David Benioff y D.B. Weiss cometieron multitud de errores en la primera temporada de los que tuvieron que aprender deprisa y corriendo), en que la épica y el espectáculo eran clímax puntuales en lo que esencialmente era una ficción de gente que hablaba (excepto en las dos temporadas finales) y en que el anclaje en la realidad (dentro de lo posible en una serie de fantasía) sirvió para superar las barreras que su género le había puesto para alcanzar al gran público.
Cada serie es un caso diferente. HBO acabará encontrando su nuevo éxito. Es probable que no se parezca en nada a Juego de tronos.
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Ella solo tenía un trabajo y ya te digo si lo hizofueradeseries.com