Vivimos una etapa grandiosa para reflexionar en torno a la imagen en movimiento. El cine y, por supuesto, las series que aquí nos convocan cada sábado. El archivo al que podemos acceder es inmenso, la ubicuidad y facilidad de la tecnología nos permite detener una imagen para escrutarla, volver a revisionar una escena decenas de veces y saltar sin problema de una serie a otra. Estos avances también han tenido su traducción en el mundo académico, ya no solo por la posibilidad de dar y recibir clases online (algo que se ha generalizado con la pandemia), sino en el ámbito de la investigación. De entre las decenas de avenidas que se han abierto con las denominadas Humanidades Digitales, una de las más interesantes es la creciente proliferación del video-ensayo académico, también llamada crítica videográfica.
El video-ensayo académico permite que un análisis crítico esté en el mismo plano que el objeto de análisis. Ya no sería emplear un texto escrito para analizar una secuencia de imágenes, sino espejar imagen en movimiento con imagen en movimiento, sonidos con sonidos. Sustituir el Word por el Adobe Premiere, pensar en y mediante las imágenes, porque el ensayo, desde sus albores, tiene esa ambición de reflexionar en voz alta, de ser un pensamiento que se construye al mismo tiempo que se piensa, con sus dudas y digresiones, como si fuera un explorador que avanza con el machete por la selva, abriéndose paso hasta su destino.
Este expresar ideas académicas o críticas empleando imágenes y sonido es un avance fascinante, que tiene su particularidad: si la escritura en revistas universitarias anda sujeta a unos estándares rígidos (y está bien que así sea), el video-ensayo se está configurando como un entorno más creativo, donde la propia estética empleada aporta profundidad al análisis. No se trata, pues, de añadir una voz profesoral y meramente explicativa a un ensamblaje de imágenes. No, la crítica videográfica anima a mezclar la explicación con la poesía, el análisis con la sugerencia. Así, las imágenes de tal o cual serie se reciclan, se comparan o se modifican para que la investigación se enriquezca también estéticamente. Es algo que ya estaba en uno de los primeros ensayos audiovisuales que —a pesar de su relativo clasicismo formal— contribuyó a viralizar el formato:
Ahora ya no son las palabras las que llevan el peso de la argumentación, sino la biblioteca de imágenes y sonidos con las que el académico puede investigar de forma práctica. Por supuesto, no es un ámbito restringido a los universitarios, porque muchos de los más estimulantes video-ensayos recientes provienen de fans o críticos, pero así es como siempre avanza el conocimiento: saliendo de las torres de marfil.
Para los más cafeteros, recomiendo echarle un ojo a una revista como [in]Transition o, si prefieren el español, la revista creada por el grupo Tecmerín de la Carlos III. Más allá, creo que merece la pena echarle un ojo al trabajo del amigo Jason Mittell, el académico más citado en el ámbito de los estudios televisivos. Más allá de libros esenciales para entender el medio como Complex TV o Television and American Culture, Mittell ha destacado en los últimos años por legitimar el video-ensayo académico. ¡No en vano su último trabajo es un vídeo-libro en el que cada capítulo analiza un aspecto de Breaking Bad!
Este, por ejemplo, es una de las mejores muestras de las posibilidades estéticas y analíticas del vídeo-ensayo:
Una de mis asignaturas pendientes es la de lanzarme a esta piscina. ¡Son tantas las posibilidades! Mientras, para quien comparta curiosidad ante este formato, le recomiendo unos cuantos que me parecen tan variados, como ilustrativos y bellos.
Gambito de dama: generando conflicto sin emplear palabras, por Thomas Flight, es un detallado viaje visual por todas las estrategias retóricas de una de las series estrella del año pasado.
Las extensiones de Mad Men, de Ariel Avissar, es más breve, pero intelectualmente audaz. Este video-ensayo tiene mucho de juego en esta yuxtaposición entre imágenes de la serie de Matthew Weiner y las ideas del teórico de la comunicación Marshall McLuhan.
Belleza en lo averiado (Euphoria), de Jacob Saul. Una serie tan estéticamente abrumadora como Euphoria es lógico que inspire deconstrucciones como esta. Y no es la única.
Un par de ejemplos más, estos referidos al cine, pero que al elaborarse en un ensayo adoptan un aire serial indudable. El primero sobre el empleo visual de las manos en el cine de Martin Scorsese y el segundo sobre sexualidad, reproducción y futurismo en las dos versiones de Blade Runner. Ambos son profundos, sugerentes y visualmente muy poderosos.