Esta crítica se ha escrito después de ver la temporada 2 completa de ‘Luis Miguel, la serie’ y contiene spoilers.
Tres años después del estreno de su primera temporada, Luis Miguel, la serie regresó el mes pasado con ocho nuevos episodios con la intención de repetir el éxito de su predecesora. Y solo hay que pensar en el ruido que ha hecho la serie en las últimas semanas para darse cuenta de que no lo ha conseguido. Esta discreción no se debe a que la producción haya perdido calidad, aunque sí ritmo, o a que Diego Boneta no siga siendo ideal para interpretar al cantante mexicano. Simplemente la serie perdió a uno de los villanos más terribles de la pequeña pantalla en los últimos años, Luisito Rey, y llenar su hueco ha sido imposible a pesar del enorme talento del protagonista para rodearse de gente poco recomendable.
La segunda entrega de Luis Miguel, la serie ha narrado los eventos en la vida del solista en la década de los 90 y en la primera década del siglo XXI. Es decir, su trauma por la desaparición de su madre, la lucha por la custodia con su hermano Sergio con su familia paterna, su pelea con su hermano Álex y el fallecimiento de su representante en la primera franja temporal y el accidente en un concierto en Perú y sus consecuencias, así como la relación con su hija en la segunda. Son acontecimientos relevantes en su vida, interesantes para sus fans, pero que han resultado mucho menos atractivos que los de la temporada de estreno y que, en algunos casos, ni siquiera están suficientemente desarrollados.
Aunque puede ser discutible que la producción pusiera toda la carne en el asador, o todo Luisito Rey, en su primera entrega, y más con lo que le gustan los saltos en el tiempo, Luis Miguel, la serie ha sabido contar con otras figuras que pusieran en peligro los anhelos y los éxitos de la estrella musical en ambas líneas temporales: José Pérez (Juan Ignacio Cane) y Patricio Robles (Pablo Cruz Guerrero). Curiosamente, la relación con ambos comenzaba en los 90, después de la muerte de su padre, y se extendían en el tiempo, la primera hasta la segunda línea temporal y la segunda hasta la tercera temporada, que ya está confirmada pero no tiene fecha de estreno.
A pesar de ser dos seres despreciables, ni Joe ni Patricio llegan a la suela de los zapatos del villano predecesor y no es únicamente porque no haya una relación familiar de por medio. En el caso del primero, la trama es mucho menos ruidosa y física que la del progenitor y, aunque no anda escaso de mala leche, en realidad es un villano recurso, que va a hacer daño pero que es prescindible sin que se le vaya a echar de menos. En el segundo, el de Patricio, aunque mantiene el estilo manipulador de Rey es más lo que nos queda por ver que lo que hemos visto, ya que los personajes han hablado de esa traición en la línea temporal del siglo XXI y es en el último capítulo cuando comienza a trabajar para el solista definitivamente.
El resto del metraje de la historia de este hombre que tenía un gran talento para la canción, para rodearse de la gente menos adecuada y para apartar de su vida a aquellos que le querían queda desdibujada una narración en la que muchas veces «el disco» siempre parece el mismo y los dramitas, fraternales primero y paternales después, son en realidad una tiranía ejercida por un hombre desconfiado y cuya prioridad siempre fue su carrera. Y aunque los dos primeros episodios apuntaban muy arriba, la temporada pierde fuerza en su ecuador, cayendo en repeticiones que no aportan demasiado y que se mantienen hasta que llega el desenlace.
No parece probable que la nueva entrega, que si rellenamos huecos debería contar el final de los noventa y a partir de 2007, vaya a llegar antes de 2023. Y para entonces puede que hayamos olvidado la desazón (y el tedio) de una historia que de no llevar el título que tiene tal vez no le importaría a nadie. Ni siquiera a Netflix y Telemundo. Porque antes por lo menos teníamos al rey de los villanos para ponerle interés y drama. Ahora solo nos queda la historia de un pobre niño rico cuya única preocupación es explotar su talento, sin importar las víctimas que se cobra ni las veces que comete el mismo error. Y en algunos momentos es inevitable preguntarse ¿y a mi qué?
‘Luis Miguel’ está disponible en Netflix.