Princess Carolyn en el episodio ‘The New Client’ de la temporada 6 de ‘BoJack Horseman’. (Fuente: Netflix)
Uno de los eslóganes más populares del feminismo es “Women can having it all”. El origen de esta frase se le atribuye a Helen Gurley Brown, editora de Cosmopolitan, que en 1982 publicó un libro titulado Having It All: Love, Success, Sex, Money . . . Even if You’re Starting With Nothing, un libro en el que compartía la receta del éxito, el suyo.
Desde entonces, la idea de que la mujer puede tenerlo todo se ha asociado directamente con su habilidad para compaginar la vida familiar con la profesional (además de todas las otras facetas: como pareja, amiga, hermana, hija o el cuidado de su apariencia personal). Esto es curioso, como poco, porque Gurley Brown no incluía a los niños en su receta del éxito. Pero es comprensible, porque después de siglos sufriendo restricciones de todo tipo, la ilusión de tener derecho a tenerlo todo era excitante y liberadora, aunque siempre ha sido una trampa dialéctica que presupone que podemos tenerlo todo, porque somos capaces de hacerlo todo.
Y ni siquiera basta con hacerlo todo, las mujeres también tienen que hacerlo todo bien. Si quieren ser madres y trabajar fuera de casa, su desempeño tiene que ser impoluto en la oficina y el hogar, tienen que ser las mejores madres y las mejores profesionales, una presión social que solo puede traer decepciones (sin entrar en la discusión de las estructuras sociales y económicas que lo impiden, de si tal equilibrio es posible y quiénes tienen acceso a él). La mujer, por supuesto, tiene la capacidad y el derecho de tenerlo todo, pero desde un punto de vista feminista esto no significa que esté obligada a ello, porque el feminismo es tener la libertad de decidir lo que quiere y lo que no.
“Creo que no estoy sintiendo lo que se supone que debería sentir”.
-Princess Carolyn.
El segundo episodio de la temporada 6 de BoJack Horseman hace un retrato de la ansiedad de una mujer que sabe que es la mejor en su trabajo y se frustra cuando no es capaz de responder con la misma pasión a los retos de la maternidad. La serie nos transmite su desasosiego y extenuación con un desdoblamiento en varias versiones de sí misma (y sus rutinas) en el mismo plano, acompañado de un diseño de sonido agobiante, en el que se escuchan constantemente el llanto de un bebé, unas maracas para calmarlo, el timbre del teléfono… Un retrato multidimensional de la fatiga de una mujer que ha decidido ser madre y no abandonar su trabajo; alguien que ni siquiera ha tenido tiempo para sentarse a pensar un nombre para su bebé.
Todo en la vida puede explicarse con gifs de Liz Lemon.
Nos han hecho creer que somos supermujeres y que, por tanto, podemos hacer que las 24 horas del día sean tan productivas como si fueran 36. Nos hemos creído como tontas, y lo repetimos con orgullo, que nosotras tenemos la habilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo y los varones no; porque, claro, nosotras somos de Venus y ellos de Marte.
Quienes deciden que quieren tenerlo todo, lo que sea que signifique ese “todo” para cada una, tienen derecho a conseguirlo, pero lo ideal es que tengan presente que las cosas no tienen que ser perfectas, porque ese es un estándar inalcanzable, la mayoría de las veces simplemente basta con hacerlas. Y, como en el caso de Princess Carolyn, hay que aprender a pedir ayuda, y a recibirla, porque nunca sabes de dónde pueden venir las palabras que necesitas, lo único de lo que puedes estar segura, es que siempre será de alguien que no te juzgue.
Crítica: ‘BoJack Horseman’, redención y privilegio en la temporada 6A
Esta es la mejor serie que ha hecho Netflix y el principio de su final es extraordinario.fueradeseries.com