Ricky Gervais y Kerry Godliman con Brandy, la mascota de la pareja, en ‘After Life’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver la temporada completa de ‘After Life’ y no contiene spoilers.
Sobre el papel, After Life, la nueva serie de Ricky Gervais en Netflix, parecía el vehículo perfecto para que el británico pusiera a prueba los límites de lo que puede resultar ofensivo pero, tal como ocurrió con Derek, si le damos tiempo a que cuente su historia antes de emitir juicios de valor, la propuesta sorprende.
En After Life, Gervais interpreta a Tony, un hombre que ha perdido recientemente a Lisa (Kerry Godliman, Derek), su esposa durante 25 años, y que ha convertido su dolor en misantropía y nihilismo. La rabia porque ella ya no esté la vomita en todos los que lo rodean y lo asume como un superpoder: puede decir siempre lo que piensa y hacer lo que quiere porque no tiene nada que perder y no le importan las consecuencias.
Ese superpoder que se destacaba en el tráiler era lo que nos podía hacer pensar que el creador, con la libertad que brinda Netflix, iba a aprovechar la serie para verter los comentarios polémicos y provocadores que lo caracterizan, pero After Life es una exploración melancólica y existencial del duelo, un viaje de reconciliación con la vida.
Tony sigue vivo porque tiene que cuidar a su perra. (Fuente: Netflix)
Cuando conocemos a Tony, parece un personaje hecho a medida de la idea que tenemos del cómico británico, y como espectadores, nuestra posición varía entre la frustración por lo difícil que asumimos debe ser convivir con él en esa etapa de su vida, la total comprensión de la pena que está sufriendo y las ganas de poder reaccionar como él lo hace ante ciertas situaciones cotidianas.
Uno de los grandes aciertos del guion (toda la temporada está escrita y dirigida por Gervais) es que la estructura de los episodios intercala el presente con imágenes del vídeo que le grabó Lisa a Tony antes de morir y otros que grababa él de ella, lo que nos permite ver al personaje a través de los ojos de su esposa y descubrir lo felices que eran juntos; de esa forma es fácil entender y sentir el vacío que ha dejado.
Tony y Anne durante sus charlas en el cementerio. (Fuente: Netflix)
Aunque los personajes secundarios solo existen en función del protagonista y pronuncian algunas frases que pueden resultar un poco cursis para el espectador cínico, las escenas de Tony con su padre (David Bradley), Julian (Tim Plester), Anne (Penelope Wilton), Daphne (Roisin Conaty) y Emma (Ashley Jensen) son emotivas y conducen al personaje a una epifanía que no por esperada es menos efectiva. O bonita.
After Life no es especialmente sutil en su mensaje, y si buscáis una comedia, tengo que deciros que no es muy divertida, pero sus delicados momentos de intimidad y el final del viaje lo compensan todo; deja poso. Y nos demuestra que la bondad y la felicidad de otras personas nos conmueven mucho más que la tristeza. Solo pensad en cuáles son los vídeos de Internet que siempre os sacan una lagrimita.
‘After Life’ está disponible en Netflix.
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