Esta crítica se ha escrito después de ver cinco capítulos de ‘Country Comfort’ y no contiene spoilers.
Hace unas semanas comentábamos aquí la delicada situación que atraviesa el género de la sitcom, que va a ver cómo sus grandes representantes de las cadenas generalistas se despiden sin que ninguna producción parezca estar a la altura para coger el relevo. Tampoco lo están las producciones de las plataformas de streaming, que cuando prueban suerte con este veterano formato de la pequeña pantalla no dejan lugar a la esperanza. Y el último estreno de Netflix, Country Comfort, no hace sino confirmar esta desazón.
Escrita por Caryn Lucas (Miss Agente Especial, Happily Divorced), Country Comfort arranca con la inesperada llegada de la cantante de country Bailey al hogar de los Haywood, después de que su camioneta se estropee en medio de una tormenta. Al otro lado de la puerta están los cinco hijos de un viudo encantador, Beau, que está buscando una niñera (otra más) que cuide de sus pequeños mientras él se hace cargo de su rancho. Y como la tormenta se convierte en un tornado y los chiquillos parece que se llevan bien con la recién llegada, la contrata.
Más allá de lo descabellado de la propuesta, que puede ser aceptable en un formato como la sitcom, Country Comfort hace aguas por todas partes. Porque por muy encantadora que sea McPhee y los buenos recuerdos que tengamos de ella en Smash, la comedia no es lo suyo. E incluso las risas enlatadas, que solo pueden ser aceptables en este tipo de ficción, juegan en su contra en algunas secuencias. El principal valor de la actriz, y la razón que justifica que encabece el reparto, son sus capacidades musicales, algo que resulta imprescindible en esta ficción ambientada en Nashville.
Country Comfort intenta recoger el testigo de las sitcom familiares que fueron muy populares en los 90, y lo único que consigue es quedarse con sus clichés. De las cinco criaturas de la casa, hay un adolescente guaperas que intenta ligar con Bailey (y con todo lo que se le ponga por delante), otro que vive a la sombra de su hermano guapo y un tercero que se vuelca en su inteligencia, en este caso para convertirse en representante de artistas. En lo que se refiere a las chicas, la más mayor no ha superado, dos años después, la muerte de su madre, mientras que la más pequeña es una adorable roba escenas al más puro estilo de las Olsen en Padres Forzosos.
La novedad de la producción reside en su vertiente musical, pero tampoco funciona tan bien como sería de esperar. Y al tercer capítulo Bailey ya es más una extramotivada monja, que siempre va cargada con su guitarra y la desenvaina a la mínima ocasión, que una talentosa cantante que no ha tenido suerte en la vida, que se supone que es lo que es, con su novio dejándola porque no le sirve para que su grupo consiga ser algo más que una banda de bar.
Compuesta por diez episodios, Country Comfort es mucho menos confortable de lo que se espera con su título y ni siquiera es suficiente para que el espectador se deje llevar y ponga el piloto automático con una producción sin exigencias. Porque se le ven las costuras, propone tramas que después del segundo capítulo resultan demasiado aleatorias e incluso el cartón piedra de sus decorados parece demasiado pobre. Con la de series que se pueden hacer, Netflix ha estrenado otra que solo lleva a preguntarnos: ¿a quién le pareció esto una buena idea y por qué exactamente?
‘Country Comfort’ está disponible en Netflix.