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Crítica: ‘Destino: La saga Winx’ es una serie de fantasía que no cuenta nada nuevo

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘Destino: La saga Winx’ y no contiene spoilers.

Cuando Winx Cub llegó en la década de los 2000 para atrapar a toda una generación, por aquel entonces yo estaba en una edad en que me pillaba fuera de conexión y apenas tengo recuerdos de la marca. Pero Netflix se ha decidido ponernos al día con una versión moderna llamada Destino: La saga Winx donde las hadas son adolescentes de carne y hueso que luchan contra un mal bastante más oscuro.

Mientras que la serie original era luminosa y alegre, una de las críticas que ha recibido la adaptación de Netflix es precisamente esa oscuridad que encontramos ahora en otros títulos como en Las escalofriantes aventuras de Sabrina o en Riverdale. Y, aunque me ha resultado atractiva, es cierto que la desarrolla de una forma muy común y convierte su propuesta en algo más sustituible. Si las sombras y el mal en el mundo feérico son un camino muy explorado en las leyendas tradicionales que bien podría ser interesante recuperar, este no parece el título que va a venir a dárnoslo, lo que resulta una oportunidad perdida.

El argumento de Destino: La saga Winx es sencillo: cinco hadas, cada una con un poder distinto, estudian en una escuela especial llamada Alfea a la que amenazará el retorno de una fuerza maligna que hacía décadas que no aparecía y cuya causa parece ser la presencia de Bloom, nuestra protagonista con pasado complicado. Si nos quedamos en la esencia no estamos ante nada más que, otra vez, adolescentes mágicos luchando contra el mal, como en The Magicians o La Orden; qué se cuenta más allá de la premisa y sobre todo cómo se cuenta es lo que marca una diferencia… si la hay.

Por el momento, lo visto no entusiasma. A la vez que el inicio resulta interesante para quienes nos gusta la fantasía, nos desmotiva rápidamente por su semejanza con otros títulos. La tensión con los chicos y unidad del grupo de protagonistas desde el primer momento -suponemos, movidas por un instinto de supervivencia al estar en un lugar nuevo- son algunos de los elementos con los que juega sin llegar a encontrar un discurso propio.

Aún con todo, la serie es relativamente correcta pese a que tiene un par de detalles que incomodan (como el tipo de masculinidad mostrada de entrada y la burla sobre quien no se ciñe a los cánones) y ni llega a aburrir ni parece una locura sin sentido. Lo que resta el interés hacia Destino: La saga Winx es la competencia: si esta es una de las primeras historias del estilo que ves, puede que te atrape, pero si ya has visto otras, tu cuerpo no reacciona demasiado. Le pongo un tibio “pasable” como nota provisional porque, por ahora, la serie no ha venido para contar nada con sello propio.

‘Destino: La saga Winx’ está disponible en Netflix.

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