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Crítica: ‘El misterio de Hanging Rock’ 1×05–06, hasta el amargo final

Irma, Miranda y Marion, en lo más alto de la Roca. (Fuente: FMA/Sarah Enticknap)

I’m removing myself from the narrative”. Ese verso de Eliza Schuyler en el musical Hamilton, “me elimino de la narrativa”, es lo que mejor explica la desaparición de Miranda, Marion y la señorita McGraw en Hanging Rock. Eliza se quita de en medio ante su incapacidad para reconectar con su marido, Alexander Hamilton, mientras ellas toman esa decisión para poder ser quienes realmente son, libres de las constricciones sociales de la época.

¿Eso quiere decir que se suicidan? ¿Pasan a otro plano diferente de la realidad? ¿O, simplemente, encuentran un paso hacia el otro lado de la Roca y se dan a la fuga? La novela original de Picnic en Hanging Rock dejaba la resolución ambigua hasta en aquel famoso capítulo final publicado póstumamente, y la serie sólo es un poco más explícita. A lo largo de todos sus episodios se nos habla del pacto secreto que firman Irma, Miranda y Marion con su propia sangre, un acuerdo por el que se comprometen a no dejarse amilanar y a mantener su identidad individual, y que las lleva hasta la cima de la Roca.

Ya van al picnic con la idea de utilizar esa formación volcánica para eliminarse de la narrativa, pero como hemos comentado en otras ocasiones, las únicas que tienen éxito son las que de verdad lo desean. Irma disfruta en el fondo de los privilegios que le otorgan la posición de su familia, aunque se sienta frustrada, así que es la única que regresa. Su “quema” del corsé no es sincera.

El pasado acaba atrapando a Hester Appleyard. (Fuente: FMA/Xinger Xanter)

El misterio de Hanging Rock utiliza sus dos últimos episodios para enfatizar esa necesidad de las chicas de rebelarse contra lo que la sociedad esperaba de ellas, y contrasta su estado mental y su decisión con la situación de Hester Appleyard. Ella empieza a perder lentamente la cabeza. Los recuerdos del pasado que la llevó a huir de Inglaterra, y a asumir un nombre que vio en una lata de jabón, no pueden seguir reprimidos por más tiempo, y la muerte de la joven Sarah, más la incapacidad para mantener a flote su escuela (y su tapadera) acaban por provocar la implosión definitiva.

La señora Appleyard vive consumida por su pasado. Zarpó rumbo a Australia para ser libre, pero nunca lo logró. Acabó constreñida en sus propias mentiras y en las normas de una sociedad a la que nunca perteneció en realidad, y todo eso hace que, cuando asciende finalmente a la Roca, el destino que le aguarde sea mucho más cruento.

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Esa escena es, probablemente, la mejor de toda la serie. Sus responsables son conscientes de su importancia porque representa tanto el desenlace de la historia como lo más aproximado a una explicación de la “magia” de Hanging Rock, de las razones por las que los aborígenes lo consideran un lugar sagrado. Pasado, presente y futuro se mezclan (Irma se ve a sí misma ascendiendo la roca y las chicas escuchan los pasos de la directora, que sube muchos días después) y las cuatro jóvenes acaban en un estado que los antiguos griegos llamaban “entusiasmo”, una suerte de trance en la que entran en comunión no con el dios Baco, sino con algo más primordial que las libera de sus ataduras.

El secreto de Hester Appleyard sale a la luz. (Fuente: FMA/Narelle Portaner)

El misterio de Hanging Rock ha girado constantemente alrededor de esa tensión entre ser quién eres o lo que la sociedad espera de ti. Miranda y Marion representan la rebeldía adolescente más contemporánea (se acercan mucho más a las protagonistas de una de las películas influenciadas por Picnic en Hanging Rock, Las vírgenes suicidas), centran esa mirada del siglo XXI con la que está hecha esta adaptación.

El estilo más lynchiano y del terror setentero acaba funcionando perfectamente en todas las escenas en la Roca, aunque puede desconcertar en el resto. También es muy efectivo para transmitir la progresiva autodestrucción de Appleyard, aunque el contraste entre las rígidas normas victorianas y la frustración de las chicas no acaba de reflejarse de la misma manera.

“De nuestros elaborados planes, el final. De todo lo que queda, el final. Ni seguridad ni sorpresa, el final”. The Doors tenían desde el principio la clave de todo.

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