La pinta del nuevo Seiya. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver todos los episodios de ‘Saint Seiya: Los Caballeros del Zodiaco’ y no contiene spoilers.
Cada 700 años, la diosa Atenea se reencarna en una humana para reclutar un ejército de luchadores que se conviertan en los Caballeros del Zodiaco y la protejan en una guerra con otros dioses que podría destruir el mundo. En medio de todo este sarao está Seiya, el joven portador de la armadura de Pegaso que, más que jugar a los guardaespaldas, lo que quiere es encontrar a su hermana perdida porque a él Atenea ni fu ni fa. Este es el planteamiento de Saint Seiya: Los Caballeros del Zodiaco, que así, como planteamiento funcional, es la nada. Pero es que tampoco hay mucho más.
La serie, adaptación de Netflix de otra obra animada que sí molaba (destensen las mandíbulas los fans ofendidos), avanza dando ebrios tumbos en los seis capítulos que componen esta primera temporada. Porque son seis capítulos (y de poco más de 20 minutos cada uno), pero a veces llegan a parecer 18. Desde que se sientan las bases para el relato, la trama corretea un poco como pollo sin cabeza; eso sí, por un pasillito muy estrecho. Hay un camino claro que la temporada quiere seguir y lo hace, pero las explicaciones interminables y los agujeros de guion van desportillando el pavimento hasta hacer la travesía tristemente fatigosa.
Otra mala noticia: esta nueva Saint Seiya es de ESAS series de animación. El modelado 3D siniestro con aspecto de dibujo bidimensional que ya vimos en otra reformulación manga de Netflix hace poco, Ultraman, regresa aquí. Y, por supuesto, queda mal. Empiezo a dudar de que esa técnica pueda llegar a lucir bien en alguna producción que no dedique pingües cantidades de presupuesto a pulir todas y cada una de las animaciones. Mientras tanto, las figuras son robóticas, inexpresivas e incómodas; y la torpeza en los planos, que funcionan más como una escena teatral estática que como un cuadro compositivo, termina de impedir por completo la inmersión.
Es verdad que el esfuerzo de Netflix trae la historia a nuestro tiempo (vídeo viral incluido), y puede que la crueldad con la que se la puede criticar no emane únicamente del desastre objetivo que es, sino también de la completa disonancia de su target con el perfil medio de la plataforma. Sin embargo, mientras lo más memorable de las dos horas que dura sea la canción de los créditos iniciales (ojalá metieran el mismo tiempo y dinero en esa alucinante secuencia de opening que en el resto de la serie…), me resulta imposible recomendarla. Sobre todo teniendo en el catálogo títulos como Naruto, que llegó en abril y tiene una propuesta mucho más madura(da).
Por supuesto, las generaciones de los 80 y 90 que se embobaran con la serie comiendo los cereales antes de salir hacia el colegio o al volver de él recordarán con más cariño una obra a la que yo, de antemano, no le debo ningún respeto ni le guardo prejuicio alguno. Por tanto, el factor nostalgia pondera poco en la crítica. Tampoco es que sea un rasero válido para esta nueva serie, que poco tiene que ver en época, producción y técnica con la original.
La serie madre, en su momento, fue una de las cabezas que las asociaciones de padres pirados pedían en una pica por la mala influencia que el recién llegado shonen ejercía sobre sus retoños. Resulta curioso que su adaptación, ya superado el trauma de la violencia en las teles españolas (un interesante artículo del catedrático Manuel Palacio sobre el término telebasura entra en esta materia), se deshaga ya no de la sangre, sino de cualquier signo de dolor, herida o crudeza más allá de las manchas de polvo.
La armadura de Pegaso vuelve a ser el objetivo de Seiya. (Fuente: Netflix)
Puede sonar quisquilloso, pero que (¡spoiler!) la pelea con Cassios (que casi abría el manga y aquí se relega al segundo episodio) se resuelva aquí con un empujón en lugar de con la ya legendaria oreja cercenada significa la total renuncia al espíritu de la obra. Si esto es un shonen, un anime de acción, y las peleas no son resultonas, interesantes ni emocionantes, ¿qué hacemos aquí? Está claro que la búsqueda de una apariencia concreta está limitando la expresividad visual por muchos otros frentes.
Llama la atención que, aunque gran parte de los nombres del equipo son japoneses y la Toei está en la producción, los libretos de esta primera temporada los firman escritores anglosajones como Eugene Son, que además viene de productos animados de carácter marcadamente occidental como Ultimate Spider-Man o Avengers Assemble. ¿Será, quizá, que las obras niponas se prestan poco a adaptarse en Hollywood o que la industria de EE.UU. no las entiende? Ya sabemos lo que ocurrió con la Death Note de Wingard y Parlapanides (también de Netflix) en 2017, y no ver un principio de patrón aquí es estar ciego.
‘Saint Seiya: Los Caballeros del Zodiaco’ está disponible completa bajo demanda en Netflix.
Mundo Anime: ‘Caballeros del Zodiaco’, por la fuerza de Pegaso
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