Esta crítica se ha escrito después de ver la segunda temporada de ‘Para toda la humanidad’ y no contiene spoilers.
Plantearse «¿qué hubiera pasado si?» no es precisamente el ejercicio más sano a la hora de echar la vista atrás en nuestras vidas. La ficción serializada últimamente lo ha hecho a nivel histórico con series como El hombre en el castillo y La conjura contra América y el resultado no ha sido mucho más liberador que con nuestras experiencias personales. Quizá porque su principal preocupación ha sido algo tan oscuro como reimaginar qué habría pasado si hubiera triunfado el nazismo, pero desde 2019 hay otra serie que se ha interesado por reescribir la Historia con otro «ismo» como motivación. Y después de dos temporadas tal vez tengamos ante nosotros uno de los dramas de ciencia ficción más interesantes en mucho tiempo.
En su desembarco en el abarrotado universo de las series de televisión, Apple TV+ estrenó en 2019 tres producciones: The Morning Show, See y Para toda la humanidad. Mientras que la primera y la segunda consiguieron críticas diametralmente opuestas, la tercera, que ya estaba renovada antes de estrenarse, pasó sin pena ni gloria por la plataforma. Su perezoso arranque, hasta el tercer episodio no consigue contar nada verdaderamente atractivo, y lo singular del planteamiento, el primer vencedor de la carrera espacial era la URSS y Estados Unidos se esforzaba por alcanzarle, hicieron de ella una propuesta tan discreta como exclusiva. Nadie venía a decirte que te estabas perdiendo una joya y debía ser por algo.
El mes pasado, cuando se acercaba el final de la segunda entrega, esto último cambió y raro era el día que no te encontrabas en las redes sociales con un comentario emocionado de alguien que había seguido adelante, esperando a que este áspero diamante se puliese y, finalmente, había encontrado la recompensa. Y lo había hecho en su capítulo de cierre de temporada, que muchos han situado ya entre los mejores de 2021.
Para llegar hasta aquí ha hecho falta paciencia, pero los momentos más irregulares se han compensado con creces con unas historias personales atractivas que están acompañadas por los deseos de un país de demostrarle al mundo quién es la verdadera potencia. Por simplificar mucho (y pido perdón por ello) es como si Mad Men y The Americans se hubiesen encontrado con Battlestar Galactica y todos juntos hubiesen tenido un precioso hijo que vive en una casa idílica, es admirado por sus vecinos porque para ellos es un ejemplo a seguir y tiene una vida familiar aparentemente feliz.
Si la primera temporada de Para toda la humanidad sentó las bases de una historia en la que John Lennon no era asesinado a manos de Chapman, Ted Kennedy se convierte en presidente y las mujeres son habituales en las misiones espaciales de la NASA, la segunda propone un momento histórico en el que la Guerra Fría es una batalla terrestre pero también lunar. El departamento de Defensa de los Estados Unidos es tan relevante en las decisiones que se toman sobre los viajes a nuestro satélite (que ya son algo casi rutinario) como el más importante de los ingenieros. Y la luna es tan importante en la agenda de Reagan como cualquier gobierno comunista.
Lejos de los despachos y las llamadas telefónicas que ponen en vilo a un país, los astronautas Edward Baldwin (Joel Kinnaman) y Gordo Stevens (Michael Dorman) afrontan una nueva etapa en sus carreras, con interesantes batallitas lunares que contar como demostración de la experiencia profesional o como modo de vida. Sin embargo, mucho más atractivos que ellos son los personajes femeninos, con mujeres como la incansable Margo Madison (Wrenn Schmidt), pionera en la tierra, Molly Cob (Sonya Walger), Danielle Poole (Krys Marshall) y Ellen Wilson (Jodi Balfour), pruebas vivientes de que la valentía no es solo cosa de hombres, o Karen Baldwin (Shantel VanSanten) y Tracy Stevens (Sarah Jones), esposas de los mencionados héroes, que viven su inesperada reinvención de forma muy diferente, pero sin deberle nada a nadie y por decisión propia, que no es poco tratándose de los años 80.
El resultado de esta fusión entre la luna y la tierra, la geopolítica y la carrera espacial, el comunismo y el American Way of Life, el drama y la ciencia ficción, la realidad y los «y si» es un apasionante relato en el que los problemas que podemos tener cualquiera de nosotros se dan la mano con el mayor de los logros de la humanidad: la conquista del espacio. Y los dramas personales, a veces obvios, a veces incomprensibles, comparten metraje con escenas de acción espacial emocionantes y con reuniones de alto nivel en las que el prestigio y la derrota del enemigo son lo único que importa. Sobre el papel este combo puede resultar marciano, pero en la pantalla es una propuesta que, a pesar de sus momentos de flaqueza, no dejas de disfrutar.
El responsable de esta hazaña es Ronald D. Moore, que antes de Outlander consiguió el aplauso de los fanáticos a la ciencia ficción con Battlestar Galactica. Ahora afronta el reto de demostrar, con la tercera temporada ya confirmada, que su creación ucrónica tiene más de la segunda que de la primera, más de propuesta referente que de melodrama, y que es una digna candidata a convertirse en esa serie de la que pocos vieron su potencial, pero que todos acabaron recomendando, aunque para eso tuviesen que replantearse, otra vez, sus suscripciones y su apretada agenda de visionados.
‘Para toda la humanidad’ está disponible en Apple TV+.