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Crítica: ‘Pose’ le regala a sus personajes el final feliz que se merecen

(Fuente: HBO España)

Pose, la serie producida por Ryan Murphy, ha conseguido la atención de la prensa especializada al convertirse en la ficción televisiva más inclusiva al poner en el centro de su narración a personajes (y actores) transgénero, transexuales y homosexuales de raza negra, y por hacer lo mismo detrás de cámaras.

Cuando hicimos la crítica de su estreno destacamos todos esos méritos y comentamos que esperábamos que fuera capaz de desarrollar una historia que nos permitiera valorar la serie más allá de la anécdota (muy meritoria) de producción. Ahora que su primera temporada ha finalizado podemos afirmar que lo consiguió.

Puede que Pose no sea una serie adictiva que enganche al público general, ni que sea el tipo de producción que acapare titulares, pero lo que se propuso lo llevó hasta el final: hacer de su historia un canto a la vida, al optimismo, al amor y a la familia que formamos por el camino.

No era un reto fácil dadas las circunstancias socioculturales y la época en las que se desenvuelven sus personajes. Pose podía haber optado por el drama más crudo y los espectadores habríamos asumido la narración como realista, pero lo que Ryan Murphy y su equipo decidieron fue darle la oportunidad a sus personajes de desarrollarse en un entorno en el que pudieran tener esperanza y conseguir pequeños triunfos. Crear un mundo lleno de color y calidez humana en el que pudiéramos verlos sonreír, a pesar de que nunca se ignoraron las problemáticas subyacentes de racismo, trans y homofobia, clasismo o el VIH.

En el perfil que Vulture le dedicó a Janet Mock, actriz y activista transgénero, que trabaja en la serie como productora, guionista y directora, ella destaca que el espíritu optimista de Pose fue idea de Murphy. Al principio, Mock no estaba del todo convencida en hacer de esta historia un cuento de hadas, porque pensaba que no sería justo con la dura realidad que tuvieron que vivir, y que aún viven, muchas personas de la comunidad negra transgénero, pero que una vez conoció a los actores que iban a darle vida a los personajes y sintió la ilusión con la que se acercaban a la oportunidad que se les estaba dando, entendió que ese era el camino que había que seguir.

También habla Mock del personaje de Angel, que interpreta la maravillosa Indya Moore, una historia con la que el público siempre estuvo temiendo que derivara en trauma o violencia física, pero con el que la serie decidió tomar un camino diferente, darle la oportunidad de decidir lo que quiere, de rechazar la opción fácil y de sonreír y descubrir el calor familiar en la Casa Evangelista.

Es precisamente Blanca Evangelista el centro emocional de la primera temporada de Pose. Es el personaje que se convierte en madre, metafórica y literal, para quienes la rodean. Lo hace con Angel en ese bonito episodio navideño en el que le regala unos zapatos rojos, que en su infancia eran la representación del rechazo familiar y del trauma por ser quien era, y que ahora se resignifican como las zapatillas mágicas de Dorothy: “no hay lugar como el hogar”.

El personaje de Blanca está tan lleno de luz y es tan generoso que es fácil olvidar que en el primer episodio nos dijeron que tiene el virus VIH. La serie nos demuestra constantemente el cariño por su personaje; un ejemplo de ello es el quinto episodio, Mother’s Day, en el que vuelve a la casa familiar para el funeral de su madre y se encuentra con el violento rechazo por parte de la familia, y por ende, de su madre ahora muerta. Pero la serie decide darle un respiro a su historia a través del personaje de su tía y también el de su hermana con el bonito momento en el que va a visitarla al final del episodio para darle el libro de recetas de su madre.

La comida alrededor de la mesa ha sido un recurso recurrente de la serie para demostrar la importancia de sentirse querido, aceptado y que se forma parte de una familia. Es cocinando para sus hermanastras y su madre Elektra como conocemos a Blanca en el primer episodio; sabemos que cocinar para los que quiere es importante para ella porque es el vínculo emocional que tuvo con su madre.

Y Blanca siempre encontró la forma de reunir a los suyos durante esta primera temporada. De esos momentos podemos destacar dos, la cena de Navidad en el restaurante chino, y la escena con la que la serie decide cerrar su primera temporada una larga mesa con todos sus hijos; con Pray, a quien le permiten la oportunidad de superar la tragedia de la pérdida y con Elektra, la que nos fue presentada como su gran rival en una especie de Feud. Por eso, el final en el ballroom no podía ser otro.

Como decíamos, Pose pudo haber elegido el camino más dramático para desarrollar todas sus historias, incluso con el personaje de Papi, a quien podrían haber dejado en la cárcel, pero esas historias de tragedia, trauma, rechazo y falta de afecto son con las que siempre se ha representado a la comunidad negra LGTBIQ, con personajes secundarios o con el extra que es asesinado en el procedimental de turno.

La ficción en pantalla puede ser muchas cosas o no pretender ser ninguna, pero para quien la ve puede ser aspiracional cuando se ven representados, cuando otros los ven, es ahí cuando sienten que tienen derecho a soñar con otros mundos. Ahora que esos personajes son los protagonistas de sus historias, los espectadores que viven sus realidades se merecen la oportunidad de ver finales felices.

‘Pose’ está disponible en HBO España. FX la ha renovado por una segunda temporada.

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