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Crítica: ‘The Good Fight’ no tiene miedo de Donald Trump

Diane Lockhart se enfrenta a un serio problema en el último episodio. (Fuente: Movistar+)

Los títulos de crédito de The Good Fight, en los que vemos explotar a cámara lenta algunos de los muebles y accesorios presentes en un despacho de abogados, parecen haber ganado un nuevo significado con la segunda temporada. Si al principio eran una metáfora de cómo la estafa Rindell volvía del revés tanto el mundo de Diane Lockhart como el de Maia, da la sensación de que en estos nuevos episodios indican otra cosa: indignación.

Donald Trump ya lleva más de un año como presidente de Estados Unidos y la situación creada en el país no sólo le resulta totalmente increíble a Diane; la propia serie ha decidido meterse de lleno en temas muy de actualidad por la actuación de la Casa Blanca en asuntos migratorios, en los propios escándalos del presidente, en la autocensura de algunos estamentos para no irritarlo, en los comportamientos racistas y violentos que Trump ha sacado a la luz en partes de la sociedad, en la actitud despiadada de “todo por la victoria” que han adoptado muchos políticos…

The Good Fight se ha convertido en la representación de algo que siempre se comentaba de Alicia Florrick en The Good Wife: todo el mundo la llamaba “Santa Alicia” por aparecer públicamente siempre al lado de su marido, pero de santa tenía bastante poco. Cuando Alicia encontró la manera de utilizar su rabia y frustración es cuando empezó a crecer como personaje. The Good Fight ha seguido el mismo camino como serie en su segunda temporada.

La evolución de Diane

Esa segunda temporada ha sido, en buena medida, la de la destrucción y reconstrucción de Diane Lockhart. El clima fomentado por Trump en los medios y los asesinatos de abogados de Chicago la dejan en un estado mental totalmente inestable. No sabe qué es verdad y qué no, ya no tiene claro ni siquiera cuál es su centro moral. Es necesario que disparen a Adrian Boseman para que ella recupere su actitud firme y su confianza en su propia inteligencia.

Gary Cole y Christine Baranski. (Fuente: Movistar+)

Y le va a hacer falta, porque si algo ha criticado constantemente The Good Fight no es tanto cómo se desprecia el valor intelectual de una persona, sino que la Administración Trump es cruel e implacable con aquellos que le lleven la contraria. Para ello, hasta utilizan métodos intimidatorios y a las agencias gubernamentales. Si identifican a Diane Lockhart como una “enemiga”, van a ir a por ella.

Esa es la tesis de la serie que centra su último episodio, un capítulo que une esa acusación grave hacia Diane (conspiración para asesinar al presidente por culpa de ese amante suyo que tampoco es que sea demasiado listo) con la trama un poco más ligera del nacimiento del niño de Lucca. Permite a la señora Lockhart poner en práctica su nuevo entendimiento de cómo funciona ahora el mundo: si hasta el presidente puede mentir sin que nadie le pida responsabilidades, no va a ser ella menos.

El capítulo en el que se explicaba cómo funcionaba la manipulación de ciertos sectores de opinión a través de la creación de noticias falsas en Facebook da con la clave; hemos entrado en la era de “el fin justifica los medios”. Para todo.

‘The Good Fight’ y el honor de Hulk Hogan
La serie hace un episodio sobre el #MeToo en el que incluye referencias a Aziz Ansari y el juicio contra Gawkerfueradeseries.com

El equilibrio entre humor y seriedad

La trama de Diane ha aportado en gran medida el mensaje que The Good Fight quería transmitir. No se ha cortado en absoluto en debatir abiertamente sobre la posibilidad de un impeachment aTrump (que es algo más complicado que una mera moción de censura) y ha denunciado sus draconianas leyes sobre inmigrantes ilegales. También ha criticado el abierto clima misógino y la doble moral instalados en las esferas de poder, pero todo lo ha hecho a través de casos muy entretenidos y hasta divertidos.

Porque The Good Fight no se olvida de que es televisión (aunque se vea en una plataforma de streaming por suscripción). Se permite algunas pequeñas “florituras” estilísticas (sus planos muy simétricos son marca de la casa ya desde The Good Wife) y siempre encuentra la manera de introducir toques de humor, muchas veces basados en la acumulación de cosas irritantes o, simplemente, inesperadas.

El parto del bebé de Lucca parecía dirigido por los hermanos Marx. (Fuente: Movistar+)

Toda la relación de Lucca con Colin Morello a partir de su embarazo ha aportado, en parte, los momentos cómicos. La excéntrica e incorrecta madre de Colin, con su costumbre de darlo todo por sentado, ha sido el añadido de locura que siempre tiene que haber en una serie de Robert y Michelle King, pero esa trama también ha tenido su lado más serio porque ha girado en torno a lo que Lucca quiere para sí misma. ¿Tiene las cosas realmente tan claras como parece?

Desde que Colin anuncia que se pasa a la política, Lucca ha querido dejar claro que no va a casarse con él y que no va a ser la típica pareja de político. Pero con el nacimiento del bebé empieza a dudar. ¿Debería mudarse a Washington con él? Quizás hasta podría pensar en casarse. ¿Qué hay de malo en ello?

El comentario de su madre (fantástica elección la de Judith Light) de si se alegra al ver el coche de Colin aparcado en su calle, y la cara de Lucca al ver el que Maia y Marissa han conducido hasta su casa, muestra otro de los temas que la serie ha explorado en la segunda temporada: las diferentes relaciones entre mujeres. Y no tanto de índole romántica (las dudas de Maia hacia Amy se han aparcado en el final de temporada) sino de amistad, de compañeras de trabajo, hasta de sororidad.

El episodio en el que Reddick/Boseman termina cerrando la web que avisa de hombres con los que es mejor no quedar explicita todos esos temas en las discusiones que se organizan entre los trabajadores de los bufete, pero todos los trece capítulos han explorado esas relaciones de diferentes maneras: la amistad entre Lucca y Maia y entre ésta y Marissa, la rivalidad inicial de Diane y Liz, la complicada dinámica entre Lucca y la madre de Colin… En todos los casos, The Good Fight ha intentado no quedarse en lo esperado y en los clichés y se ha esforzado por que sus personajes fueran coherentes.

La Administración Trump ha dado a The Good Fight un impulso que ha sido muy bienvenido. La serie ha encontrado en su indignación y su sorpresa ante la deriva de Estados Unidos el camino a seguir para consagrarse y ser relevante. Y lo ha hecho sin renunciar al entretenimiento ni la diversión.

Las notas de Fuera de Series:

En Fuera de Series puntuamos nuestros análisis en una triple escala de 1 a 5, inspirada en la que usa Little White Lies, en función de lo deseosos que estábamos de ver la serie (“Antes”), lo que nos ha parecido viéndola (“Durante”) y las ganas de ver más y de comentarla con más gente tras hacerlo (“Después”)

Antes: 3

La primera temporada de ‘The Good Fight’ presentaba buenas credenciales para continuar el legado de ‘The Good Wife’ y, al mismo tiempo, labrarse su propio camino.

Durante: 3,5

La creciente indignación de los episodios con todo lo que está ocurriendo en Estados Unidos ha sido la mejor receta para que la serie encontrara su personalidad propia.

Después: 4

La recuperación de la firmeza de Diane Lockhart es la mejor noticia de cara a la tercera temporada.

‘The Good Fight’ está disponible completa en el VOD de Movistar+.

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