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Crítica: ‘Twin Peaks’ 3×01–04 — ¿Cómo te quedas, maricón?

“Este suelo me marea, Coop.” (Fuente: Movistar+)

Por Alberto Rey
@albertoenserie

Este recap va a contener spoilers de los cuatro primeros capítulos de la tercera temporada de ‘Twin Peaks’

Es probable que quien más ganas tuviese de la vuelta de Twin Peaks fuese el propio agente Cooper. En los más de 25 años que han pasado desde el final de la serie todos hemos hecho de todo (incluso nacer, algunos espectadores). Todos menos él: Cooper está en la inopia (literalmente) y lleva allí desde principios de los noventa. La Twin Peaks primigenia, la de entonces, terminó con el agente poseído por Bob, el espíritu maligno del pueblo de Twin Peaks, una presencia sobrenatural cuyo principal poder era llenar los agujeros de guión que la serie habría tenido si hubiese sido una serie convencional.

Agujeros de guión y complejos de meapilas: a Laura Palmer no la mató su padre, sino su padre poseído por Bob. Ah, pues muy bien, fenomenal. Bob todo lo arregla. Bob es el culpable de todo. Hasta del peinado que Dale Cooper luce ahora, en la actualidad, cuando es más Bob que él mismo. El agente interpretado por Kyle MacLachlan se ha convertido en un tipo inexpresivo que perpetra planes horrorosos (se supone) y mata a señoras (se ve). Mata a Phillys, justo cuando nos habíamos encariñado con ella y a Darya, con la que no nos encariñaríamos nunca porque a) es una pájara de cuidado y b) Nicole La Liberté se parece demasiado a Amanda Seyfried y como ésta última aparecerá también en la serie, sería liar las cosas demasiado.

Aunque visto así, menuda oportunidad ha perdido David Lynch para enloquecernos más todavía. Porque esto va de eso: de locura. Están avisados. Y spoilers a cascoporro, que esto es un recap, señora.

Señora. Palabra clave para dar marcha atrás y hacernos la pregunta: ¿Quién es Phillys? Respuesta: Phillys es la esposa de William Hastings, director del instituto de Buckhorn, Dakota del Sur. Hastings está en el calabozo, pues en una escena del crimen asquerosa sus huellas aparecen por todos los sitios. Todo indica que algo tuvo que ver el panoli Hastings con la carnicería que encuentran en el apartamento de Ruth Davenport, cuya cabeza seccionada es hallada junto al cuerpo decapitado de otra persona. La insoportable vecina de Ruth es la que da la voz de alarma. Luego sólo da el coñazo.

A Phillys lo que más le importa no es la posición kafkiana de su marido (que asegura no haber estado en el apartamento de Davenport, pero haber SOÑADO que sí, así que mal empezamos), sino que éste sepa de su infidelidad. Pero el drama matrimonial le dura poco: Bob/Cooper le pega un tiro en su casa. Antes o después de haber hackeado, en un estilo muy años noventa, la web del FBI para descargarse (había hasta un icono “download”) lo que parecen ser planos de una prisión. Otra pregunta fundamental se genera aquí: ¿Puede Twin Peaks hacer homenajes a Prison Break y La Red? Pues claro que sí. Twin Peaks puede hacer lo que quiera.

Análisis de ‘La historia secreta de Twin Peaks’
Destripamos las páginas del libro de Mark Frost en búsqueda de guiños, easter-eggs, curiosidades fueradeseries.com

Mientras tanto, en la otra punta del país (como dirían en Sexo en Nueva York, aunque aquí la referencia es mía), en Manhattan, un chaval realiza un trabajo tan aburrido como sencillo (y loco): vigilar permanentemente una caja transparente. Una caja vacía. La idea es que en algún momento dentro de ella aparezca algo. ALGO. Ni papa de quién ha montado todo el dispositivo (la caja, el chaval, las esperanzas de ALGO).

¿Puede Twin Peaks hacer homenajes a Prison Break y La Red? Pues claro que sí. Twin Peaks puede hacer lo que quiera.

Putada: justo el día en el que el chico decide alegrar un poco su jornada laboral y entretenerse follando con una… ocurre algo en la caja. Ese algo es un ser humanoide pero informe que no sólo se materializa dentro de la caja, sino que sale de ella y la emprende a cortes con los tortolitos en pleno coito (de ellos). Y qué cosas tiene la vida: justo antes, mientras estaban ella y él fuera del cuarto de la caja decidiendo si follar o no (la conversación es de besugos, pero es ESO), otro algo ocurría dentro: el agente Cooper levitando dentro de la caja transparente, procedente de…

Phyllis y William, hasta que la muerte (de Phyllis) los separe. (Fuente: Movistar+)

… de donde aparentemente lleva los últimos veinticinco años. Porque lo que está circulado por el mundo real (vale: entrecomillemos esto, que estamos hablando de David Lynch: “el mundo real”) es Bob. Lo sabemos porque lo sabemos y por el pelo. Repitan conmigo: Cooper engominado y con raya al lado, Bob pelo larguito y hacia atrás. Pelazos ambos, eso sí. Imaginamos que en el limbo en el que el alma del agente Cooper habita desde los noventa sí debe de haber un buen servicio de peluquería.

No tanto de esteticista, pues tanto por él como por Laura Palmer (que sigue allí, arregladísima, hablando al revés y diciendo lo de que los brazos se le doblan hacia atrás, etc., etc.) sí han pasado los años. El suelo y los cortinones del más allá están impolutos, eso sí. Como recién puestos. El limbo de Laura y Coop es en principio una sucesión de habitaciones definidas por cortinajes rojos y suelos op-art.

En una de ellas está ella, la muerta del primer episodio de la primera temporada. Y un manco. En otra vive una rama que, tras presentarse (“soy una rama”, con un par) da algunas pistas: los dobles existen y para que Cooper pueda salir al mundo real (“mundo real”), Bob tendrá que entrar en corti(na)landia. Tiene sentido, aunque lo diga una rama que se expresa a través de una especie de cerebro-boca-chicle muy similar a la cabeza (“la cabeza”) del humanoide asesino de la caja de Manhattan.

“Yo soy Groot”.

La rama es la definición literal de “una mierda pinchada en un palo”, constituyéndose en uno de los casos de troleo al crítico televisivo más brillantes: nadie podrá definir así Twin Peaks sin quedar de vago.

La rama induce a Cooper a saltar al vacío. Así el agente puede primero tener un atisbo del lugar terrestre que pronto visitará y después (o al tiempo, o quién sabe) vivir un episodio desquiciado en el que una mujer oriental sin ojos (pero sabemos que es oriental, qué cosas) es lanzada al espacio exterior desde una plataforma flotante equipada con lo que parece ser una cápsula Nespresso gigante. Todo muy metafórico y muy Dalí.

Es en ese entorno imposible en el que Cooper descubre unos ornamentos numerados (parecen puertas, claro). Uno de los ellos lo absorberá, convenientemente reducido a un ectoplasma maleable. Es entonces cuando el agente Cooper deja un submundo plagado de personajes rarunos diciendo aforismos sin sentido (nota: esto lo podemos aplicar a toda la filmografía de David Lynch) y aparece, a través de un enchufe, en un universo más reconocible pero no por ello más normal: Nevada, cerca de Las Vegas. Podría haber sido peor. Las puertas interdimensionales están donde menos se las espera uno. Que te lo cuente Irene Larra.

La rama parlante tenía razón: los dobles existen. Cooper aparece en el salón de una casa semivacía, probablemente una vivienda en venta, pero no se materializa de la nada, sino que “sustituye” a Dougie, un hortera que estaba justo en esa casa follando con una señorita negra. Dougie es (¿era?) idéntico a él, con lo que la paranomaliad del tema no lo es tanto. Y menos a estas alturas, después de la rama y su discurso metafísico.

Tras este viaje entre dos mundos, (que implica vómito, por cierto) Cooper llega a Nevada convertido en el elegantísimo señor que siempre fue, pero con un shock tremendo que apenas le deja repetir las pocas palabras que escucha a otros. Fundamentalmente las de la señorita de la coyunta de Dougie, a quien suponemos en cortinalandia, aguantando la turra de Laura, el manco, la rama y quien se haya unido a la fiesta. La chica deposita a Cooper (Dougie para ella y para todos) en un casino con cinco dólares. Dinero que Cooper/Dougie/AparentementeYaNoBob multiplicará milagrosamente: una señal se le aparece encima de aquellas máquinas tragaperras dispuestas a dar el premio gordo. Mmmmmm… ¿veinticinco años en el limbo a cambio de esto? Igual compensa.

Mi casa… Teléfono… Jackpot (Fuente: TV LIne)

Dougie está casado. Con Naomi Watts, que es su personaje de Mulholland Drive si no hubiera ido nunca a Hollywood y hubiera aceptado sin rechistar su destino de maruja. Ella flipa con el estado cognitivo semivegetal en el que está el que cree su marido, pero luego ve el dinero que ha traído el hombre a casa y se le pasa un poco el disgusto, aunque flipa al constatar que a su esposo se le ha olvidado hasta mear.

Da la sensación de que la mujer haría la vista gorda incluso si supiese la verdad: que su marido no es su marido, sino un señor que vino del más allá, a través de un enchufe, aconsejado por una rama. Ella ve mucho dinero, así que no hace demasiadas preguntas. Twin Peaks también tiene un lado hiperrealista.

Naomi Watts es su personaje de Mulholland Drive si no hubiera ido nunca a Hollywood y hubiera aceptado sin rechistar su destino de maruja.

¿Y Bob? ¿Qué ha pasado con el Cooper/Bob del pelo hacia atrás? Pues que también fue afectado por el salto interdimensional de Cooper/AhoraDougie y, vómito mediante, sufrió un accidente de coche que le ha llevado a ser descubierto. A tomar por culo veinticinco años de incógnito. Él también está en un estado mentalmente lamentable, como el espectador de la serie cuando llega a este punto, o el lector de este texto ahora mismo.

Es claramente el agente Cooper… pero lo justo. Sus jefes del FBI, que no han sabido de él en más de dos décadas, y encima andan liados con el tema de la caja, los tortolitos y el ALGO de Nueva York, acuden de inmediato. Sin embargo, CasiCooper/CasiBob está encerrado por las autoridades: el coche que conducía transportaba drogas y armas. Y porque el cadáver de Darya lo dejó por el camino, que si no también. Los chicos del FBI, vista la situación, deciden recurrir a alguien que lo conoce muy bien. Ahí termina el episodio cuatro, haciendo referencia a aquella Diane a la que jamás vimos en la serie original. Por que TIENE que ser ella. Y nos dan un dato goloso: ella bebe.

“Para ti soy la señora Bryson, jovencito” (Fuente: Showtime”)

Todo este jaleo se desarrolla fuera de Twin Peaks, donde también ocurren cosas, pero, asesinatos aparte, nada realmente reseñable. James sigue empanado, Shelly sigue estando buenísima, en el bar del pueblo suena música guay y Bobby, como todos los niñatos malotes, ahora es un adulto hipersensible que llora cuando ve la foto (La Foto) de Laura Palmer.

Hawk, que está en el grupo de personajes de la serie original que han envejecido de maravilla, ya sí le hace caso a Lady Leño, y comienza a investigar por su cuenta, ayudado por Lucy y Andy, que ven como su hijo, interpretado por Michael Cera, vuelve al pueblo vestido como si Disney hiciese un remake de Salvaje. Se hace llamar Brando y todo: cómo no amarlo.

La madre de Laura Palmer bebe, fuma y ve la tele con furia, el psiquiatra Jacobi hace cosas inconexas, sin relevancia por el momento, y aunque de Benjamin Horne ya sabemos cosas (como que Ashley Judd es su empleada: nivelazo), a su hija Audrey todavía no la hemos visto el pelo. Ni a Norma. A cambio hemos admirado no sólo los pelazos varios de Cooper/Bob/Dougie, sino también el de David Lynch y el de la impagable Denise, interpretada por David Duchovny. En los noventa era Debra Winger en Peligrosamente Juntos y ahora es Diane Lockhart en The Good Wife. Porque han pasado veinticinco años y una SEÑORA como ella sabe llevarlos.

¿Cómo te quedas, maricón?

‘Twin Peaks’ se emite todos los lunes en Movistar Series Xtra.

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