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Crítica: ‘Westworld’ 3×06 — Decoherence

Ed Harris es William en ‘Westworld’. (Fuente: HBO)

Explosiones, reencuentros, muertes y robots gigantes. Este episodio de Westworld ha tenido de todo, pero antes de repasar las líneas narrativas principales y los momentazos me gustaría detenerme en una escena muy pequeñita, pero que me parece crucial para entender las motivaciones de Dolores (Las Dolores, en plural) y para conocer mejor cómo funciona este juego de duplicidades que se ha montado en varios cuerpos.

Por que yo no tenía del todo claro hasta qué punto las otras Dolores eran autónomas respecto a su matriz, digámoslo así. Si seguían siendo una sola cosa que operaba en distintos cuerpos o si se habían verdaderamente escindido. Pero cuando Charlotte-Dolores (en adelante, para mí, Charlores) se mete en el coche impactada por el ataque de Serac a Brompton y llama por teléfono a la Dolores original, lo entendemos todo.

“No eres tú la que arriesgas la vida. Y no soy la única en peligro. Serac vendrá a por mi familia”, se queja Charlores y Dolores le recuerda que esa no es su familia de verdad. En efecto, son independientes aunque vengan de la misma conciencia. Charlores entra en razón, pero maldice por eso que siente ante el esposo y el hijo de Charlotte: “¿Por qué coño tenemos emociones? Podíamos haberlas quitado de nuestro código”. Y entonces Dolores arroja luz al asunto: “Sabes por qué. Lo consideramos, pero si nos cambiáramos para sobrevivir, ¿importaría lo que hiciéramos?”.

Los sentimientos, esa es la clave de todo. La razón para pelear de Dolores sigue siendo la gran creación de Arnold, la capacidad para sentir y amar de los humanos que logró replicar en los anfitriones. No quiere destruirlo todo sin más, quiere construir un mundo donde los suyos puedan amar sin el yugo de los otros.

Dejando a un lado a las Lolas, por un momento, este episodio 3×06 de Westworld se divierte jugando con William. Porque en esa terapia psicológica digital hay metáfora, literalidad, avance del personaje y también un sentido del humor que viene muy bien para destensar el conjunto del capítulo. Tenemos hasta cinco versiones del personaje: de niño, la versión de Jimmi Simpson que descubrió el parque, el empresario, el Hombre de Negro y, por último, el real del manicomio. Y luego está James Delos un poco porque sí, haciendo las veces de moderador.

Y ahí vemos a William vencer a sus fantasmas del pasado… literalmente y a base de hostias. Unos echándose las culpas a los otros y el quinto William pegándole al segundo por joderlo todo. Pero, más importante aún, descubriendo a través del primero que el impulso violento estuvo ahí desde siempre y, sin embargo, llegando a la conclusión de que su papel no en todo esto no es el de villano.

“No importa lo que he sido. Bueno o malo. Todo lo que hemos hecho nos ha traído aquí. Y por fin entiendo mi propósito. Soy el bueno”, le dice William a Delos antes de despertar. ¿El bueno, William? ¿PERDONA? No lo tengo tan claro, pero eso es lo que debe pensar Bernard si, en medio de todo este lío, ha decidido que no tenía mejor cosa que hacer que buscarte.

Y ahora sí, volvemos a la trama de las Lolas, porque queda tela que cortar. Qué emocionante resulta ver un encuentro entre Dolores y Maeve, aunque no sea todavía en la realidad y Dolores verdaderamente fuese ese Connels-Dolores (¿le llamamos Connelores?) que logró atrapar Serac. No obstante, la escena me produce sentimientos encontrados. Por un lado, me gustar ver a ambas explicar sus posturas y cómo estas están enfrentadas, pero por otro creo que es un poco forzada la explicación de por qué están condenadas a no entenderse. Al final, no es tan distinto lo que quieren una y otra, salvo por la desconfianza que se tienen (que sí tú quieres controlarlo todo, que si tú es que tienes poderes) y porque Serac tiene la sartén de Maeve por el mango.

Hector, adiós, otra vez. (Fuente)

Y ahí es donde los guionistas tensan la cuerda quizás demasiado: para que Maeve tenga una motivación mayor para ir contra Dolores que la de ser una marioneta de Serac, ponen a la segunda a matar al churri de la otra. Sin necesidad alguna, solo por el show. Bueno, vale, no deja de ser efectista ver cómo Charlotte (perdón, Charlores) destroza la perla de Hector y este muere desplomado y también tiene un punto divertido e irónico que muera OTRA VEZ (¿cuántas van?) justo después de que Dolores recordase precisamente que Hector ha dado su vida ya incontables veces por Maeve. La trifulca está servida, claro.

Y lo voy a decir claro: si Serac no acaba muerto en esta temporada me voy a enfadar. No aguanto más la existencia de este villano casi omnipresente de nariz afilada. Y tampoco soporto más las tramas sobre entramados empresariales y financieros. Por favor, líneas temporales y capas de la consciencia, pero opas y accionistas, no. Dicho esto, Charlores (y ese m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o traje-capa) se ha visto en una emboscada porque Serac sabía que Charlotte era Dolores, pero aún así ella escapa como una reina. O eso creíamos porque acaba volando por los aires con su no-familia que ha decidido proteger. Ay, esos malditos sentimientos.

Vayámonos a la conversación telefónica que comentábamos al principio. “He cambiado, veo cómo me desprendo de ti. De nosotras”, decía Charlores y su “madre” le contestaba: “Sigues siendo mía. Y yo, tuya”. ¿Estás segura, Dolores? Veremos si la muerte de la familia de Charlotte hace que Charlores se olvide de esos sentimientos que había empezado a crear o si, por el contrario, la separa para siempre de la Dolores original.

Los nuevos episodios de la tercera temporada de ‘Westworld’ están disponibles cada lunes en HBO España.

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