La salida de Emmy Rossum de Shameless marcó un antes y un después en la serie, ya que significaba que Fiona, la mayor de los Gallagher, dejaba de ocuparse de la familia. Mientras que para los espectadores fue todo un acontecimiento, para el equipo de la ficción también significó mucho. Concretamente que Rossum abandonara la producción en 2018 fue una especie de alivio para Emma Kenney (Debbie Gallagher), que afirma que «el set se convirtió en un lugar un poco más positivo», porque «si ella tenía un mal día, lo convertía en un mal día para todos».
Rossum y Kenney estaban unidas en la ficción al pertenecer a la misma familia, pero parece que fuera de cámaras la situación era diferente. Según ha contado Kenney en un podcast llamado Call Her Daddy, la relación que mantenía con Rossum era como la que tienes con una hermana, para bien y para mal. «Hubo momentos en los que intentaba ser una buena influencia, pero luego había otros en los que descaradamente no me estaba dando el mejor consejo», explica, «Tal vez ella estuviera luchando con sus propios problemas internos y cada uno manejamos las situaciones de manera diferente».
Las dos eran muy jóvenes por aquel entonces, ya que mientras Kenney tenía 9 años, su compañera tenía 19. Ahora, con 22 años, Kenney ha echado la vista atrás y se ha dado cuenta de que «al crecer, tomé nota y no solo de ella en particular, sino de las cosas que quiero llevar a cabo en mi vida y de aquellas que no quiero seguir». La joven también recuerda que se creó una especie de competencia entre ambas, que no terminaba de entender: «No sé si la crearon otras personas del equipo o si fue ella, pero sé que yo no fui», afirma. A pesar de esta tensa relación durante la grabación de la ficción, Kenney concluye diciendo que, aunque no mantienen el contacto, «tengo mucho amor por Emmy, porque la conozco desde hace mucho tiempo. La quiero mucho y espero que encuentre su felicidad».