Imagen de archivo del programa ‘De tú a tú’ que se recoge en el documental. (Fuente: Netflix)
Tengo muchas dudas sobre El caso Alcàsser. Sobre su conveniencia, necesidad u objetivo. Incluso sobre su mensaje y perspectiva. Tengo muchas dudas, pero, para empezar, tengo una certeza: me interesan a priori muchas cosas de esta serie documental -especialmente el tratamiento sobre los medios de comunicación-, pero cuando le doy al play con el primer episodio lo que me mueve es el morbo. El mismo que debieron sentir los espectadores que siguieron el caso por televisión hace más de dos décadas. Ser sincero con uno mismo es el primer paso.
El crimen de Alcàsser conmocionó a un país y dejó huella durante años en el subconsciente colectivo. Cuando pasó, yo tenía 5 años. Eso no impidió que escuchase cosas relacionadas sobre el caso en los años siguientes, porque nunca se dejó de hablar. Nunca me ha interesado demasiado el caso en sí (me refiero a la parte criminal y penal), pero había visto y leído bastante (tanto en la carrera como por mi cuenta) sobre su infame cobertura. Un antes y un después en el periodismo televisivo, que lamentablemente no sirvió para pasar página ni aprender de aquellos errores.
¿Volver a contar todo eso? ¿el que ha sido posiblemente el suceso más mediático de la historia televisiva española? Claro que nos interesa escuchar. Por curiosidad, por morbo. Y tras verlo completo (me costó seguir tras el primer episodio) he de decir que es un trabajo audiovisual impecable en lo técnico y lo narrativo, pero aún así me produce una elevada incomodidad. Y, repito, muchas dudas.
Dudo si hacer El caso Alcàsser ahora es realmente necesario. Sin una pista nueva de la que tirar, sin una versión diferente que explorar o un testimonio inédito que mostrar, ¿qué es exactamente lo que justifica esta serie documental? ¿no es un poco eso que se dice con los remakes de “contar la misma historia para nuevas generaciones de espectadores”? ¿hasta qué punto vale la pena reabrir la herida para no decir nada nuevo? El caso Alcàsser, podríamos decir, es “Alcacer para millennials”. Lo mismo de siempre pero narrado con el formato de moda para el asombro de quienes lo conocíamos lejanamente.
Dudo si pensaríamos lo mismo de El caso Alcàsser si lo hiciesen Telecinco o Antena 3, en vez de Netflix. Nos llevamos las manos a la cabeza -y con razón- cuando los magacines matutinos o los especiales informativos se lanzan como aves carroñeras sobre nuevas desgracias mediatizadas, como por ejemplo el caso Julen. ¿Pero realmente esto es distinto? ¿por el formato de serie documental o por qué? ¿lo recibiríamos con la misma permisividad si fuese un especial de prime time presentado por Jordi González o Gloria Serra para hablar de Alcàsser sin venir a cuento? ¿o es que Netflix es lo suficientemente cool para que no suene morboso? De hecho, apostaría que este proyecto debió pasar por los despachos de las cadenas generalistas en algún momento; no en vano, Bambú ya hizo para Antena 3 Lo que la verdad esconde: Caso Asunta.
Dudo si no es injusto reabrir el cajón de la mierda contra Nieves Herrero. O más bien, la forma en que se hace. La cobertura que hicieron los medios sobre el crimen de Alcàsser era, desde luego, uno de los aspectos más interesantes para analizar, pero se nota cierto sesgo. El primer capítulo retrata la terrible noche en que Herrero hizo su programa en directo y, acto seguido, cierra con una cartela en la que se aclara que ella no ha querido declarar. Elige no contar, por ejemplo, que Nieves Herrero ya habló en su día de aquello, que lo calificó como “un error de pies a cabeza” y que pidió disculpas. La periodista que dio la cara es la cabeza de turco, pero el documental no se atreve a preguntar quién estaba detrás o quién daba luz verde al circo. Tampoco qué responsabilidad tenía la cadena, Antena 3, que curiosamente no aparece nombrada, como sí se nombra a Telecinco cuando se habla de Esta noche cruzamos el Mississippi.
Dudo si convertir el caso, de nuevo, en un producto audiovisual no es mercantilizar el suceso como ya hiciesen Lobatón, Herrero o Navarro. El mensaje crítico hacia el tratamiento del crimen en los medios está ahí, pero ¿no usa El caso Alcàsser igualmente gran parte del material con el que se alimentaron esos programas en los noventa (incluidas fotografías e imágenes altamente escabrosas o testimonios dolorosísimos) para volver a contar la misma historia de terror? Soy consciente de que, por ética supongo, deja fuera los detalles más retorcidos, pero aún así toda la estructura narrativa se basa en contar lo truculento que fue el caso, desde la recreación de la noche de la desaparición hasta dar pábulo a las teorías de la conspiración. ¿Cuál es la diferencia entre contarlo entonces y contarlo ahora? ¿no hay beneficio económico del sufrimiento de las víctimas? La forma es otra, el sensacionalismo es menor, pero el contenido es el que es.
Y dudo si es forzado introducir ese epílogo de mensaje contra el machismo. Porque la perspectiva feminista brilla por su ausencia durante todo el documental. Eso que se cuenta en el tiempo de descuento -un total de ocho minutos- no tiene presencia alguna en las cinco horas anteriores; todo es contado desde el punto de vista de los hombres (el padre, el abogado, el investigador, el policía…), no se reivindica la memoria de Toñi, Desirée y Miriam más allá de contar los hechos de la noche de la desaparición y, sobre todo, no se crea un diálogo específico sobre las violencias hacia las mujeres y sobre cómo el caso Alcàsser impactó en toda una generación de niñas, adolescentes y mujeres a las que el patriarcado les decía que su sitio estaba encerradas en casa. ¿Son esos últimos minutos una maniobra para salvar los muebles? Yo dudo.
Las 6 grandes conclusiones que se extraen de ‘El caso Alcàsser’
La serie, estrenada por Netflix, repasa la complejidad de un caso que permanece en la memoriafueradeseries.com