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‘El espectacular Spider-Man’: temporadas perdidas, vidas pasadas

(Fuente: Netflix)

Spider-Man es como los culos. Todos tenemos uno, pero cada uno el suyo. Al principio el mío era el del número 53 de Marvel team-up. Tenía dos dimensiones, estaba en blanco y negro y en viñetas y no parecía encontrar otra cosa que pelearse en Nuevo México con un hombre cabra rarísimo. Después de ese Spider-Man, el primero de todos, tuve muchos otros; uno por franja etaria, más o menos. El de la preadolescencia –la etapa que los publicistas literarios denominan momento young adult– fue el que veis arriba: El espectacular Spider-Man, nombre completo. Aquella serie, quizá la mejor que se ha hecho sobre el personaje de Marvel, disponible en Netflix, feneció en extrañas circunstancias y su fantasma todavía repta por los rincones de Internet.

Yo recuerdo verla en Nickelodeon, pero se estrenó en realidad en la cadena estadounidense The CW, en marzo de 2008. Era una época convulsa; los últimos días de la explotación en exclusiva por parte de Sony de los derechos sobre el lanzarredes, justo antes de que Disney desembolsara los ahora empequeñecidos 4 000 millones de dólares que costó el sello de cómics más famoso del mundo. La serie, desarrollada para televisión por Greg Weisman y Victor Cook, nació al borde de un precipicio y no tardó en despeñarse por él.

Seguro que esos apellidos no suenan demasiado al público general, pero es de suponer que los profesionales del sector vieran entonces al timón de la serie a dos figuras, como mínimo, salientes. Weisman creó la inolvidable Gárgolas, y ha estado en Max Steel, Ben 10, Star Wars: Rebels y la reciente Young Justice. Su compañero es un tipo algo más peculiar: Cook ha saltado de La casa de Mickey Mouse al videojuego ultraviolento Dante’s Inferno, pasando por 21 gramos, la cinta de González Iñárritu. Esta extraña pareja supo condensar en una serie todo lo que hacía inolvidable a la versión de tebeo del personaje, que, irónicamente, es aquello que menos tiene que ver con su faceta justiciera.

Spider-Man tendrá poderes sobrehumanos, pero el verdadero héroe es Peter Parker. El cuatro ojos cobardica y permanentemente preocupado por su tía (¿abuela?) que Stan Lee y Steve Ditko presentaron en sociedad en las páginas de Amazing Fantasy es el arquetipo definitivo, una figura tan sencilla como universal, con la que es imposible no identificarse cuando se es mínimamente buena persona. Si además uno tiene 15 o 16 años, el que le llega es el de El espectacular Spider-Man, un Peter Parker tan Peter Parker como los demás, pero adaptado a las hormonas en ebullición: flequillo alborotado y camiseta deportiva, proscrito en el instituto y torpe en el amor.

Un catálogo de pintorescos villanos, la sombra ululante del tío Ben como catalizador de la idea que Spider-Man encarna… En esta serie está todo lo bueno de las historias del superhéroe, incluida la complicada infancia en las instituciones académicas, que dice Manuel Jabois que no son menos que la puta jungla. Al Peter de esta serie tampoco le va demasiado mal: solo en el episodio navideño, el decimosexto, el supuesto marginado se debate entre tres chicas distintas. Le da tiempo también a verse las caras con los Seis Siniestros y dar un par de vueltas a la pista de patinaje del Rockefeller Center, un clásico del adviento neoyorquino.

Un fan es un fan

La serie no estaba falta de ingredientes para triunfar; no obstante, acabó quedándose en dos temporadas, las producidas justo antes de la integración de Marvel en la matriz que emitirá las nuevas series de la editorial en su plataforma, Disney+. Mientras que allí aterrizarán pronto Bruja Escarlata y Visión o Loki, hay quien sigue relinchando melancolía por la animación desaparecida. Un fan es un fan. Solo así se explica que por Internet corran hasta cuatro temporadas extra hechas por forofos de la producción, una especie de fotonovelas gestadas en Reddit y desperdigadas por YouTube. Merece la pena echarles un vistazo, a sabiendas de que esa alquimia fan no es para todo el mundo.

Estas temporadas fan made, de la tres a la seis, cubren arcos e incorporan villanos que Weisman y Cook prometieron incluir en la serie, véanse Cletus Kasady o Hobgoblin, pero quedaron en el limbo cuando se les jodió el Perú y la serie se canceló. Ver esas cuatro entregas apócrifas provoca una gran incomodidad, casi sorna, una distancia como de teatro denso que impide disfrutarlas al nivel de las dos originales, también maculadas por los años. Ya nada es lo mismo, mucho menos la serie primigenia, que por no ser, no es ni una serie entera sino desdoblada en muchas otras, todas esas versiones distintas que recuerda la nostalgia de cada cual. Yo tengo la mía y no hay manera de que me entre como entonces. Porque eras otro cuando la viste por primera vez –me digo a mí mismo, como los superhéroes narradores en los cartuchos de las viñetas– y eso, amigo, no te lo soluciona ni Spider-Man.

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